Primero, las reservas
Los precios del crudo argentino toman como referencia la cotización del que se negocia en el mercado de Texas (WTI), con las correcciones de calidad y la diferencia que impone la condición de sobreoferta del mercado local. Para este año, los pronósticos adelantaban una cotización promedio año de US$ 19 el barril. A partir de la crisis asiática y ante las menores perspectivas de crecimiento de la economía mundial, los pronósticos se han corregido a la baja.
Si el barril promedio año en Texas cotiza alrededor de US$ 15, los productores argentinos trabajarán con un barril promedio año de alrededor de 12,50 dólares, un precio un 30% inferior al del año anterior. Ante las perspectivas de la demanda, los principales países productores y exportadores de petróleo buscan acordar reducciones productivas que disminuyan la oferta y tonifiquen los precios.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), como organización de productores, ya ha dejado de ser creíble hacia afuera, porque sus miembros se engañan internamente. Hoy la OPEP trata de involucrar en los compromisos de reducción productiva a productores ajenos a la organización como Rusia, Noruega y México.
Creo que, por más compromisos que asuman, los mercados van a reaccionar con escepticismo. Los stocks son abundantes y viene el verano en el hemisferio norte. Además, es un dato que los presupuestos y las cuentas externas de todos estos países son muy dependientes de los ingresos petroleros y que los costos todavía les permiten reaccionar a la baja de precios, tratando de colocar mayores volúmenes de venta. Hay que hacerse a la idea de trabajar con un escenario de precios bajos.
Como la industria petrolera argentina es tomadora de precios, sólo puede operar sobre los costos y la productividad de los yacimientos argentinos. Como estos años se ha introducido mucha tecnología, el margen para minimizar costos y mantener rentabilidad se ha reducido significativamente.
En la operatividad del mercado petrolero, la baja sostenida de precios no resiente en el corto plazo el ritmo productivo. Por el contrario, la necesidad de cash flow (dinero en efectivo) de muchas empresas puede acelerarlo. La víctima de un escenario de precios bajos empieza siendo la reposición de reservas y luego la recuperación de la inversión. A la Argentina le significa menos ingresos por exportaciones y reducción de algunas inversiones sectoriales.