Preferiría no hacerlo, de la frase de un personaje de Melville a los millennials
Ya en el siglo XIX el autor imaginaba a un empleado que de manera educada se negaba?a ciertas órdenes; podría ser un precursor de los millennials del siglo XXI
"Preferiría no hacerlo." Ésta es la demoledora frase que se lee en Bartleby, el Escribiente, de Herman Melville, repetidamente expresada por su protagonista, que da el título al cuento. Escrito a mediados del siglo XIX, hoy podríamos decir que es una premonición.
Cuando el jefe de la oficina le encarga ciertas tareas, Bartleby responde sistemáticamente aquella frase: "Preferiría no hacerlo". El desconcierto del jefe no puede ser mayor, porque el desempeño del escribiente a su cargo es impecable, excepto que a veces se niega a hacer algo que se le pide. Elige. Hay algunas tareas que sí, otras que no. No toma una actitud rebelde, no protesta ni es irrespetuoso. Simplemente hay cosas que no quiere hacer y lo manifiesta serenamente.
La turbación del jefe es mayúscula, porque tiene escrúpulos y cierto grado de admiración por la calidad del trabajo de su empleado, cuya misión principal consiste en transcribir a mano, con letra prolija, largos expedientes judiciales, en épocas en los que no existían ni la fotocopiadora ni los textos en Word. Tintero, pluma y secante eran los elementos de trabajo.
"Nada exaspera más a una persona seria que una resistencia pasiva", reflexiona el jefe y se encuentra ante la desolación de la desobediencia a sus órdenes, realizada con todo respeto. No puede obligarlo por la fuerza porque, entre sus cavilaciones concluye: "Los dos, yo y Bartleby, somos hijos de Adán".
Y aquí empiezan sus tribulaciones. ¿Qué hacer con él? No se siente capaz de echarlo, pero a la vez va perdiendo el respeto del resto de sus dependientes. Su propio cargo está en juego, justamente cuando había llegado a componer una vida tranquila, cercana a su retiro.
Bartleby es un caso a estudiar, dentro o fuera de contexto de las oficinas de Wall Street, donde Melville sitúa el texto. Porque un siglo y medio más tarde, aparece una generación de jóvenes para quienes Bartleby podría ser un ejemplo. Los que van llegando a los puestos de trabajo, de un modo u otro, pretenden elegir. Se niegan a los trabajos de horarios extensos, tienen especial interés en preservar su calidad de vida, que incluye tiempo personal que no implique ser absorbidos por la empresa.
Son los hipsters, millennials o como quieran llamárseles, quienes colisionan con generaciones anteriores donde se legitimaba la entrega total, a tiempo completo, sobre la actividad de la que fueran responsables. Se entiende, parafraseando a Melville, que no haya nada más exasperante que una resistencia pasiva, sobre todo si se es "una persona seria". Y aquí empieza a visualizarse la grieta. ¿En qué consiste ser "serio"?
Un señor o una señora seria de hace dos, tres, o más siglos atrás es seria de acuerdo a un contexto y características culturales determinantes. A pesar de que puede haber decenas de interpretaciones distintas respecto de aquello de ganar el pan con el sudor de la frente, debiéramos decir que ha quedado muy atrás, desde el momento en que hay empleados que solamente aprietan botones, sin transpirar una sola gota.
Pero también los botones están cuestionados, porque no aseguran la gratificación necesaria para el desempeño de una tarea. Y aquí aparecen las generaciones que preferirían no hacer lo que se les impone, tal como les fueron impuestas a sus padres y sus abuelos, quienes vivieron en mundos diferentes al que actualmente habitamos. Herman Melville predijo una tendencia, a través de un solo personaje, en un cuento que hoy vivimos, con final abierto.
jorgemosqueira@gmail.com
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