Precios cuidados, negociados y postergados
El nuevo año arranca con una fuerte inercia inflacionaria que torna complicada la política de ingresos para desindexar la economía y apuntar a un descenso gradual, en paralelo con el impulso al consumo en los sectores de más bajos recursos para frenar la caída de la actividad económica.
Por ahora, el gobierno de Alberto Fernández está poniendo en marcha un esquema apoyado en cuatro patas: 1) el relanzamiento y ampliación del programa de precios cuidados con empresas líderes para alimentos y productos de primera necesidad; 2) la negociación del acuerdo para absorber junto con las cadenas de supermercados un tercio del impacto de la reimplantación del IVA a la canasta básica alimentaria; 3) la postergación de ajustes en combustibles, tarifas de energía y de transporte en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y 4) aumentos inmediatos de suma fija, en dos cuotas de $3000 y $1000, para salarios privados y públicos a cuenta de paritarias y, a partir de marzo, un ajuste similar en las jubilaciones que superen la mínima.
Estas medidas se complementan con otras de carácter social, como los dos refuerzos de $5000 (en diciembre y enero) para los jubilados con haber mínimo; la devolución de $700 mensuales por compras de alimentos con tarjeta de débito, extendida a los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, así como la tarjeta Alimentar (de $4000 y $6000 mensuales) destinada a madres de uno o más hijos menores de 6 años en los sectores más vulnerables. Pero la sustentabilidad de este andamiaje dependerá de la rapidez con que se reestructure la deuda y la consistencia de las políticas fiscal, monetaria y cambiaria para generar confianza. De lo contrario, las miradas volverán a apuntar al tipo de cambio oficial y, principalmente, a la brecha con sus cotizaciones alternativas.
En los últimos 12 meses, el dólar mayorista acumuló una suba de 59% (pasó de $37,70 a $59,91), sin considerar el ajuste de los derechos de exportación, que ahora van del 5 al 33%. Para el dólar minorista fue algo superior (62%), pero esta variación ya es solo teórica: tras el cepo hard y el nuevo impuesto "solidario" sobre el turismo y las compras en el exterior, alcanza en la práctica a 110,8% (o a 102% en el mercado blue). Esto significa una devaluación del peso de 55% frente al dólar. En otros términos, si a comienzos de 2019 un billete de $1000 equivalía a US$25,75, en esta primera semana de enero su valor se reduce a US$12,21.
El incremento del dólar a lo largo del último año de la gestión de Mauricio Macri (en 2018 ya había sido de 105%) se empinó tras su derrota en las PASO y su correlato fue una mayor inflación minorista, que cerró con un alza del orden de 55% (similar a la mayorista en once meses). A la inversa, según cálculos del Estudio Broda, el salario real total registró un retroceso de 7,8%, que se agrega a la caída del 12,2% en el año previo.
A pesar de la retracción de las ventas y la suspensión de los ajustes tarifarios, la inflación repuntó desde agosto y se mantuvo alta en los últimos meses, cuando abundaron aumentos preventivos de márgenes en la cadena de costos y en las góndolas, contrarrestados con ofertas y descuentos de 30 a 60% en las cajas para desagotar stocks. Aquí tuvo mucho que ver el prematuro anuncio preelectoral de Alberto Fernández sobre un acuerdo de precios y salarios por 180 días, sin mayores detalles.
Esta tendencia se mantuvo hasta ahora, como lo demuestra el relevamiento de precios en góndola realizado por esta columna sobre una canasta fija de 30 productos de consumo masivo en la misma sucursal porteña de una cadena de supermercados. A fin de diciembre (cuando aún regía el IVA cero para algo más de una docena de alimentos básicos), el ticket totalizó $6679, con alzas de 8,7% respecto de noviembre ($6142) y de 64% frente al mismo mes de 2018 ($4072).
Los mayores aumentos de un mes a otro se verificaron en algunos productos con mayor demanda en las Fiestas, como supremas de pollo (59%); jamón cocido (39%); pimientos rojos (49,7%) y cortes de carne vacuna (13,5%). Pero también hubo alzas de dos dígitos, de 18 a 10% en fideos guiseros; leche para bebés; una segunda marca de gaseosas; suavizante de ropa; limpiador con amoníaco; amargo serrano y papel higiénico. En cambio, solo seis rubros mostraron bajas: postre lácteo dietético (-15,5%); café molido (-14,3%); agua mineral de un litro y medio (-7,2%); detergente cremoso (-4,7%), y, en productos frescos, papas (-32%) y berenjenas (-60%).
En la comparación interanual, el ranking de subas es encabezado por pimientos rojos (con 179% y un precio de $223 el kilo); queso de barra (136%/$650); leche para bebés (89%); suavizante de ropa (82%); bananas (82%); amargo serrano (80%); carne picada especial (79%); queso rallado (78%); supremas de pollo (75%); agua mineral (75%); postre dietético (74%); servilletas de papel (73%); yerba mate (65%), y gaseosas de primera marca (59%).
Sin embargo y al margen de la reducida muestra de esta canasta fija, también se advierten fuertes distorsiones dentro y fuera de los supermercados. Por ejemplo, el precio de una botella de agua mineral (de 1,5 litro) supera al de un litro de nafta premium y el de un kilo de queso al del lomo de ternera. En otros comercios, los precios de frutas de estación (duraznos, ciruelas, etc.) se presentan fraccionados (generalmente por 500 gramos), pero el kilo equivale al del asado.
A diferencia del peor escenario que imaginaban los empresarios antes y después de las elecciones (congelamiento masivo de precios y subas porcentuales de salarios con cláusula gatillo), el relanzamiento del programa Precios Cuidados -que tendrá lugar la semana próxima- estuvo precedido por negociaciones individuales con empresas líderes de distintos rubros en el Ministerio de Desarrollo Productivo. El objetivo fue incorporar más productos y presentaciones de primeras marcas, que sirvan de techo a otras variedades similares. Los precios serán ajustados cada tres meses, para lo cual las compañías deberán presentar sus estructuras de costos.
Decisiones riesgosas
El fin de la efímera desgravación del IVA a alimentos (únicamente la leche fluida seguirá exenta), dispuesta por Macri después de las PASO, no solo agregará algo más de un punto al índice de precios de enero. También coincide con la suspensión del cronograma de reducción del distorsivo impuesto a los ingresos brutos en las provincias y reabre la discusión sobre la competencia desleal que significa la evasión. En el último Coloquio de IDEA, el presidente de supermercados La Anónima, Federico Braun, había explicado en octubre que, con el IVA cero y la consiguiente baja de precios, por primera vez en muchos años las grandes cadenas pudieron vender más barato que los autoservicios chinos.
Como contrapartida y a diferencia de la era Macri, 2020 es el primer año que no comienza con incrementos en las tarifas de servicios públicos, que elevan las expectativas inflacionarias para los meses siguientes. Además de la ley de emergencia que suspendió los aumentos de electricidad y gas por 180 días (durante los cuales se negociará un nuevo cuadro tarifario), ahora ocurrirá lo propio con las tarifas de colectivos, trenes y subtes en el AMBA durante 120 días. Paralelamente, Fernández postergó sin fecha el ajuste de 5% en las naftas y gasoil conversado con YPF y por un mes la indexación del impuesto a los combustibles líquidos, que ya acumulaba dos trimestres de rezago. Si bien estas decisiones significan un alivio para muchos bolsillos, también tienen sus riesgos. Los precios políticos de los combustibles son una mala señal para las futuras inversiones en Vaca Muerta, que buscan ser impulsadas con una ley especial próxima a ser enviada al Congreso y el congelamiento tarifario se traducirá en mayores subsidios estatales, a contramano del ajuste fiscal en marcha.
Por otro lado, los aumentos de suma fija implican una virtual desindexación que producirá un achatamiento de las escalas salariales (al igual que en las jubilaciones), que puede generar presiones laborales y sindicales cuando se negocien las paritarias.
Si bien el Presidente afirmó hace pocos días que se conformaría con reducir la inflación a un dígito anual en 2023, la proyección oficial para este año sigue siendo una incógnita. Sólo el sendero de baja de tasas de interés que está delineando el Banco Central hace suponer que también lo haría con un 40% al concluir 2020.
nestorscibona@gmail.com
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