¿Por qué no todos los precios suben a la misma velocidad?
En la Argentina 2022, ¿por qué aumenta el precio del chocolate? Porque hay inflación. ¿Por qué sube el precio de los zapatos? Por la misma razón. Y ¿por qué aumenta la entrada al cine? También, porque hay inflación. Cierto, pero estas respuestas son incompletas, porque no contestan el siguiente interrogante: ¿por qué no todos los precios aumentan a igual velocidad? O, en lenguaje, de los economistas, ¿por qué se modifican los precios relativos?
Sobre esta cuestión conversé con el español Juan de Mariana (1536-1623), sacerdote jesuita. Su principal preocupación económica se dio en el plano monetario. Un tratado sobre la alteración del valor de la moneda, publicado originalmente en latín en 1609, recién fue traducido al inglés a comienzos del siglo XXI.
–¿Un sacerdote ocupándose de cuestiones monetarias?
–Alejandro Antonio Chafuen sostiene que, dado el actual grado de especialización dentro del ámbito académico, muchos se preguntan por qué un sacerdote que se dedicó a teología moral escribió un tratado sobre la moneda. Los escolásticos eran personas de vastos y profundos conocimientos. Estaban principalmente preocupados por las cuestiones morales, pero, como buenos teólogos, entendían que el verdadero análisis del plano moral requería un entendimiento práctico de la cuestión bajo consideración. A propósito: Nicole Oresme, también sacerdote, a mediados del siglo XIV publicó su Tratado sobre la moneda.
–¿Cuál es su idea principal?
–Así como el rey no tiene derecho a aplicarle impuestos a sus súbditos sin su consentimiento, no tiene derecho a reducir el peso o la calidad de la moneda sin su aprobación. En una época donde los monarcas, sistemáticamente, abusaban de su poder sobre la moneda, a expensas de sus súbditos, los defendí demandando el uso responsable de las casas de acuñación públicas. También advertí que la inflación no es neutral, lo cual implica que la devaluación de la moneda redistribuye riquezas y pobrezas. Los derechos de propiedad, el comercio y los salarios equitativos requieren de una moneda estable.
–¿Qué le ocurrió a raíz de la publicación de la obra?
–Como bien señala Francisco Cabrillo, fui detenido y encarcelado en un convento. Tras cuatro meses, pude volver a Toledo, con la condición de que modificara algunas páginas consideradas ofensivas y fuera más cuidadoso en el futuro con mis observaciones sobre la política de la monarquía. El ensayo fue incluido en el Índice de Libros Prohibidos, de donde no saldría hasta el siglo XIX.
–En una economía inflacionaria, ¿por qué no todos los precios aumentan a la misma velocidad?
–Distingamos el caso de los tomates y el de las máquinas de escribir, del de las tarifas de las empresas privatizadas o concesionadas en la década de 1990.
–Lo escucho...
–Cuando un evento climático reduce a la mitad la cosecha de tomates, la puja entre los demandantes aumenta su precio por encima de la tasa de inflación. En una economía no inflacionaria ocurriría lo mismo, sólo que el resto de los precios no aumentaría. Por el contrario, cuando, producto del cambio tecnológico, la demanda de máquinas de escribir prácticamente desapareció, su precio cayó con respecto al resto de los precios, porque sólo quedó la demanda de los coleccionistas.
–¿Y el caso de las tarifas de luz y gas?
–Es diferente, porque la razón por la cual aumentan menos que la tasa de inflación no tiene que ver con alguna razón real, como sería alguna reducción de los costos, sino con la pretensión gubernamental de que la tasa de inflación no aumente “tanto”. Entre febrero de 2021 y de 2022, según el Indec, mientras el nivel general de los precios al consumidor aumentó 52,3%, los precios regulados subieron 35,8%.
–¿Cuál es el problema?
–La “señal” que el sistema de precios les envía a los demandantes. Cuando escasean los tomates, tiene sentido que aumente su precio relativo, porque –excepto a los “tomatemaníacos”– inducirá transitoriamente a comer otros alimentos; y a los productores que no sufrieron el cataclismo, a desplazar geográficamente la venta de sus productos. Es decir, el aumento del precio relativo ajusta la realidad a la nueva situación.
–Lo mismo pasaría con las máquinas de escribir.
–Si lo prefiere, con las computadoras y los celulares. Ajustados por el tamaño de su memoria y la velocidad de procesamiento de los datos, unas y otros son cada vez más baratos con respecto al resto de los precios. Y esto está bien, porque la mejora tecnológica, en un sector competitivo, beneficia a los demandantes. Nuevamente, la reducción del precio relativo ajusta a la realidad a la nueva situación.
–¿Por qué es diferente el caso de las tarifas?
–Porque como el menor precio relativo de la energía eléctrica y el gas no responde a un aumento de la oferta, sino a la peculiar forma en que el gobierno pretende controlar la inflación, aquí se produce un divorcio creciente entre la cantidad ofrecida y la demandada. Me explico: cuando quien extrae gas y petróleo encuentra que le pagan menos que el aumento promedio de los precios, concentra su explotación en los yacimientos más rentables, pero no puede seguir operando los menos rentables. Esto reduce la cantidad ofrecida.
–¿Por qué aumenta la cantidad demandada?
–Porque, con relación al resto de los precios, el consumidor cada vez paga menos y, por ende, no encuentra razones para “economizar” su uso. En este caso no ocurre nada parecido a los casos del tomate y las computadoras; porque, como las tarifas aumentan menos que el resto de los precios por una decisión política, disminuye la cantidad ofrecida y aumenta la cantidad demandada.
–¿Y entonces?
–Ustedes, argentinos, tienen mucha experiencia al respecto. Inexorablemente aparecen los subsidios y los cortes de suministro. Como los primeros tienen límites, más allá de que acordaron con el FMI, aparecen los segundos.
–Y como si esto fuera poco, tenemos el impacto económico de la invasión rusa a Ucrania.
–Así es. Los alemanes pueden estar preocupados por la dependencia que tienen del gas ruso, pero a ellos les están llegando la primavera y el verano; mientras que en el hemisferio sur la cuestión es más perentoria, porque están llegando el otoño y el invierno. Diferencien entre el desabastecimiento y el aumento de los costos: lo primero implica cortes del suministro; lo segundo, aumento de los costos. Ambos son problemas, pero de naturaleza diferente.
–¿Nueva manifestación de la restricción externa?
–Que ustedes ya la tenían complicada por el enfoque administrativo que rige en el mercado cambiario. La preocupación de los productores locales de si conseguirán divisas al tipo de cambio oficial para seguir comprando insumos y equipos para mantener el actual ritmo de producción es legítima.
–Don Juan, muchas gracias.
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