Por qué Martín Guzmán ya no tiene resto
El ministro de Economía, ya no cuenta con herramientas para solucionar los problemas macroeconómicos que tiene desde que comenzó su gestión.
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Haya o no cambios en el gabinete después de Semana Santa –algunos colaboradores cercanos de Alberto Fernández dudan de que finalmente se den movimientos de relevancia–, para el ministro de Economía, Martín Guzmán, los problemas lejos están de morigerarse.
Si el lunes el presidente Alberto Fernández desplaza de sus cargos a “los Federicos”, por Basualdo, el subsecretario de Energía Eléctrica, y Bernal, el responsable del Enargas, Guzmán podría avanzar en los aumentos de tarifas a los que se comprometió con el FMI para reducir la carga de los subsidios. (Hasta ayer, todavía no se había convocado a las audiencias públicas de gas y de electricidad, paso previo necesario para poder subir las tarifas en junio).
Pero la salida de los hombres de tercera línea, que hasta ahora vinieron gozando del respaldo directo de la vicepresidenta, Cristina Kirchner, no sería suficiente para revertir el deterioro de expectativas que hay en el mercado. Para muchos (incluyendo algunos del círculo íntimo de Fernández, que insisten en postular a Cecilia Todesca como su reemplazante), Guzmán ya no cuenta con herramientas para solucionar los problemas macroeconómicos que tiene desde que comenzó su gestión.
El dato de 6,7% mensual de inflación de ayer parece argumento suficiente. Uno de los rubros que más subió poco tiene que ver con el impacto del conflicto en Ucrania: las prendas de vestir y calzado (+10,9%). Hay una suba generalizada de precios. Y lo que hay en la Argentina es una fuerte inercia, aunque desde el Banco Central consideran que ya en abril debiera empezar a verse una importante desaceleración. Para entonces, argumentan, ya no no debiera impactar el shock provocado en marzo por la estampida de las commodities que generó la invasión de Rusia a Ucrania, y además debiera servir de contrapeso la caída del tipo de cambio. En el Central creen que dólar libre tendría que caer todavía más, si la CNV avanzara con más controles sobre los agentes bursatiles –las Alycs–, tal cual le viene reclamando. “Hay además menos impulso a la demanda por parte del Estado por menos déficit y menor monetización”, aseveran en el Central.
Pero, en general, en el gabinete económico no pareciera haber muchas más herramientas disponibles para combatir la inflación más allá de acudir a un denostado plan macroeconómico. Por el lado del Ministerio de Desarrollo Productivo insisten con las canastas de Precios Cuidados en grandes cadenas, ahora extensivo también en parte a locales de cercanía. Mientras que el secretario de Comercio, Roberto Feletti, tiene en la mira a las aceiteras: el abastecimiento de aceite al Programa de Precios Cuidados habría caído este mes de entre el 80% y 75% a entre el 60% y 65%. El mercado naturalmente ajusta por cantidad cuando se controla el precio.
Entre los empresarios, sin embargo, la preocupación es creciente. La inflación no sólo es una amenaza para el consumo, sino que está despertando una complicada dinámica de pujas salariales. En algunas industrias, temen los hombres de negocios, el sindicalismo tradicional está perdiendo legitimidad, y están ganando terreno delegados mucho más radicalizados. “La izquierda está trabajando sobre la gente con mucho más idealismo. En el cordón Norte del conurbano está instalándose a full”, dice un abogado laboralista que suele asesorar a varias multis y empresas nacionales líderes. “El laburo es cada vez más negociar con delegados de empresas y menos hablar con los gordos”, dice. Casos como los que en el pasado agobiaron a empresas como Kraft o Lear podrían repetirse pronto. En una multi de higiene y limpieza ya se están preparando.
Por otro lado, la escasez de gas sigue sin solución aparente. Esta semana, casi todas las industrias que buscaron garantizarse el gas del invierno rebotaron. Las comercializadoras dicen no tener por ahora disponible. Otras directamente están enviándoles comunicados a sus clientes avisándoles que sólo pueden consumir el 50% de lo que les estaban entregando. De sostenerse, la escasez va a impactar sobre la oferta (los precios) y sobre los niveles de actividad económica.
Los primeros números fiscales de abril que manejan en Hacienda no son demasiado buenos. Según confían , de continuar la tendencia de estas últimas semanas, difícilmente la Argentina vaya a cumplir con la meta fiscal acordada con el FMI. Se trata, tal vez, de la meta más relevante para los burócratas del organismo, que le concedieron a Fernández un acuerdo laxo, pero que no por ello aceptaron quemar todos sus libros. “Si seguimos así, para fin de año nos habremos desviado en la meta fiscal en cerca de un punto del PBI”, reconoce una fuente al tanto de los números finos. “Son muchos los factores que inciden: los precios de la energía, el bono a los jubilados y el aumento de la tarjeta Alimentar, y sigue la lista”, explica.
En mayo llega la misión del FMI y se descuenta que habrá que recalibrar el programa que se firmó en marzo. Las conversaciones telefónicas ya comenzaron. Se vienen más jornadas desgastantes no sólo para Guzmán. El kirchnerismo no tiene ninguna intención de frenar sus embates en contra del acuerdo. Roberto Navarro, el periodista que oficia de vocero informal de la Vicepresidenta, aseguró ayer que el Gobierno trabaja en un nuevo IFE que se financiará con el impuesto a las Ganancias extraordinarias que se quiere imponer a los que se beneficiaron con la reciente escalada de precios de las commodities. En el Ministerio de Desarrollo Social se enteraron del proyecto por Navarro. Tampoco había llegado ni un borrador a la Anses. En Economía plantean que el proyecto buscará apuntalar a trabajadores informales y a monotributistas, pero estará muy lejos de los 9 millones de beneficiarios que supo tener el IFE en el peor momento de la pandemia.
Guzmán, de todas maneras, depende de que el Congreso le apruebe cualquier suba de impuestos. La idea de subir retenciones no sólo se frenó para evitar un nuevo conflicto con el campo –Fernández tiene demasiados frentes abiertos–, sino que una suba de los derechos de exportación podría además generar una nueva grieta entre la Argentina y los países del G7, todos ellos pesos pesados en el directorio del FMI.
En la última reunión de ministros de Agricultura del G7 en marzo pasado, las principales potencias de occidente pidieron “que todos los países mantengan sus mercados agropecuarios y de alimentos abiertos y que no hubiera medidas restrictivas injustificadas contra las exportaciones”. El sitio de noticias norteamericano Politico sostiene además que los ministros del G7 habrían advertido recientemente a la Argentina, entre otros países, de no estoquear ni buscar reducir sus exportaciones de alimentos en momentos de una disparada global de precios a consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania.
Al mismo tiempo, estos países están presionando a la Argentina para que sustituya con trigo nacional el que Ucrania se ha visto por la fuerza impedido de aportar al Programa Mundial de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (la FAO). El lunes último, Cindy McCain, embajadora de los EE.UU. ante la FAO, sentenció: “La guerra de Putin nos está obligando a sacarle a los hambrientos para alimentar a los que se están muriendo de hambre”. Teléfono para la Casa Rosada. No sólo el nuevo contexto global ha hecho añicos el sueño de Guzmán de hacerse de los derechos especial de giro (DEG) –la moneda del FMI– de otros países, ahora debe la Argentina hacer un esfuerzo para alimentar el mundo.
Un detalle menor: en los últimos 10 días, el Departamento de Comercio de EE.UU. confirmó nuevos aranceles anti-dumping a la miel argentina, al mismo tiempo que se abrió una investigación contra el país por un supuesto dumping también en las exportaciones de jugo de uva argentino. El cierre del mercado norteamericano para ambos productos podría impactar negativamente en más de US$250 millones de dólares al año. El Presidente tiene argumentos de sobra para parafrasear a su Vicepresidenta, que en 2014 dijo: “Si me pasa algo, miren al norte”. Alberto Fernández no solo sufre del fuego amigo. Del norte también caen esquirlas.
El escenario evidentemente no parece ayudarlo a Guzmán, que no mostró hasta ahora tampoco demasiada pericia para encararlo. Ahora, si efectivamente sucede, como temen algunos cercanos al presidente Fernández, que el lunes no haya cambios en el gabinete, sobre todo para el área de energía, está claro que para Guzmán será game over.
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