¿Por qué los buenos economistas son tan escasos?
Estos profesionales aplican lo que saben al servicio de decisiones concretas, pero deben utilizar no solo la teoría, sino una combinación de habilidades que no siempre es fácil de lograr
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Después de que falleciera, en 1924, el economista inglés Alfred Marshall, su compatriota John Maynard Keynes escribió un soberbio obituario, que recién en 1998 fue superado por la biografía “definitiva” de quien recomendaba poner la cabeza fría al servicio del corazón caliente, escrita por Peter Diderik Groenewegen.
Al final de su escrito, Keynes planteó una pregunta fundamental, que pasó a responder. En sus palabras: “El estudio de la economía parece no requerir ningunas dotes especializadas de un orden desacostumbradamente superior. ¿No es, intelectualmente considerada, una materia verdaderamente fácil comparada con las ramas superiores de la filosofía y de la ciencia pura? Sin embargo, los economistas, no ya buenos, sino sólo competentes, son auténticos mirlos blancos. ¿Una materia fácil en la que pocos destacan? Esta paradoja quizás puede explicarse por el hecho de que el gran economista debe poseer una rara combinación de dotes. Tiene que llegar a mucho en diversas direcciones, y debe combinar facultades naturales que no siempre se encuentran reunidas en un mismo individuo. Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo (en cierto grado). Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo del pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vista al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre o de sus instituciones debe quedar por completo fuera de su consideración. Debe ser simultáneamente desinteresado y utilitario; tan fuera de la realidad y tan incorruptible como un artista y. sin embargo, en algunas ocasiones, tan cerca de la tierra como el político”.
No es una disculpa; es una explicación. Los economistas, como los médicos, los ingenieros agrónomos y los cirujanos, aplicamos lo que sabemos al servicio de decisiones concretas. Pero como bien indica Keynes, la teoría es sólo uno de los insumos que requiere la acción concreta y la combinación de habilidades al servicio de la toma de decisiones no siempre es fácil de lograr.
Milei es el primer presidente de la Nación que es economista de profesión. Los resultados de su gestión no dependerán sólo de saber identificar si una curva es de oferta o de demanda, sino, en particular, de su capacidad de liderazgo en una situación objetivamente complicada.
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