Por lo que se ve en la economía: Cambiemos, por favor, cambiemos
Cambiemos fue el nombre con el que la alianza entre Pro, la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica interpeló en 2015 a los argentinos para que optaran por abandonar el barco que llevaba a Venezuela, tripulado por los K, y se subieran a uno que pretendía llegar a un país "normal".
Se votó por el cambio de destino. Pero tres años después nos encontramos con que, en particular en materia económica, el mapa que usaron no era el adecuado. Quizá, hoy, el apelativo "Cambiemos" debería dirigirse hacia dentro del Gobierno, para que verdaderamente cambien y pongan rumbo decidido adonde nos propusieron ir.
Lograron salir exitosamente del cepo cambiario y del default con la deuda en litigio en Nueva York, que amenazaban llevarnos a una nueva debacle. Sin embargo, con el argumento de que la "sociedad" era estatista, intervencionista y paternalista, gobernaron sin alejarse demasiado de esa supuesta "mayoría" que necesitaban que los siguiera votando. Por eso, actualmente es difícil decir que este gobierno es de centroderecha, a pesar del discurso del Presidente, ya que se volcaron a una gestión más de centroizquierda.
Al asumir, debieron alertar a los argentinos sobre la crítica "herencia recibida", lo cual podría haber preparado el terreno para enfrentar los costos de las soluciones necesarias. Prefirieron "no asustar a los inversores" para no desalentarlos y abortar el crecimiento. Como si estos no estuvieran bien asesorados y no lo supieran ya. De hecho, nunca llegó la lluvia de inversiones y la recesión de 2016 fue más larga y profunda de lo esperado.
No es de extrañar, ya que el mayor ajuste lo terminó haciendo el sector privado productivo porque se consideraba que la sociedad no avalaría las soluciones necesarias, entre ellas, para el excesivo Estado. Ahora, ¿cómo es posible esperar que la economía crezca si se obliga a hacer el ajuste a quien produce la riqueza para pagar los sueldos del sector privado y del público? Imposible. Así, se mantuvo el problema y, si se toma el gasto público total de 2017 respecto de la producción argentina, se puede ver que es mayor que el de 2015.
Recibieron un Banco Central (BCRA) también cerca de la quiebra. Lograron salir pronto y exitosamente del cepo con un dólar libre bajando, contra la mayoría de los pronósticos, lo que demostró que la gente quería volver a confiar. Sin embargo, esa ganancia inicial se perdió cuando, en vez de priorizar defender el valor del peso, el BCRA se dedicó a emitir para: a) financiar el exceso de Estado; b) aumentar el crédito y bajar la tasa porque el Estado absorbía la mayor parte para cubrir su déficit, y c) comprar al inicio los dólares de deuda que traían la Nación y algunas provincias porque con el financiamiento interno no les alcanzaba. Luego, como la suba de precios se aceleraba, el Banco Central decidió comprar esas divisas, endeudándose carísimo con las tristemente célebres Lebac .
El resultado fue que ante las primeras leves turbulencias internacionales, un BCRA que había perdido su solvencia y la credibilidad en términos de defender el valor del peso no pudo enfrentar una corrida contra el peso, que derivó en una crisis cambiaria y en el cierre del financiamiento para el Gobierno. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue la consecuencia de que argentinos y extranjeros decidimos dejar de financiar el exceso de Estado. Si no hubiera aparecido el FMI, la crisis económica de 2018 habría sido mucho peor. ¿Y ahora qué?
¿Quién va a querer invertir en un país que está en el lugar 21, de 190, entre los que más exprimen con impuestos a sus empresas? En 2017, nuestros políticos prometieron bajarnos la presión tributaria y sancionaron dos leyes en ese sentido. Para cerrar el presupuesto 2019 la volvieron a aumentar.
Del total del ajuste, 80% lo hará la gente y no la política. Pensemos: ¿qué habría pasado si la mayor parte de la austeridad la hubiera asumido el Estado sin suba de gravámenes? Quizás hoy alguien tendría alguna esperanza de que cambiemos de rumbo.
Exceso de Estado
Es realmente importante que se asuma que el problema no es el déficit fiscal, que es solo una de las consecuencias del exceso de Estado. Se lo debe reformar para que le sirva a la gente y tenga un tamaño pagable. Habrá gente que se quedará sin un cargo, ya que muchos no son útiles a la sociedad o le inventaron un sello que nos complica la vida para justificar su escritorio. Sin embargo, como propone la Fundación Libertad y Progreso, con la legislación vigente se puede evitar que se queden sin un ingreso.
Si no lo reformamos, lo mejor que nos espera es crecer despacio, por lo que los salarios y el empleo aumentarán poco reduciendo demasiado lentamente la pobreza. El peor resultado sería que la producción aumentara tan despacio que la deuda pública en términos del PBI fuera demasiado pesada y termináramos en un default.
Lamentablemente, los argentinos históricamente resolvimos estos problemas con una crisis. ¿Vamos a seguir justificando continuar con el rumbo actual porque la gente no avalaría abandonar el camino al abismo? ¿No sería mejor cambiar? Cambiemos.
El autor es economista y director de la Fundación Libertad y Progreso
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