Por lo general, los mercados castigan los consensos
Percibir algo como transitorio o como permanente define el comportamiento que tendremos; en el contexto actual, muchos actores sociales buscan cobertura para sus patrimonios
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Con el placer de siempre al darles la bienvenida a este espacio, quiero compartir con ustedes un intercambio de ideas que tuve el honor de tener con el profesor Juan Carlos de Pablo, sobre aprender a diferenciar si algo es transitorio o permanente.
Supongamos que jugás al fútbol y lamentablemente te lesionás la rodilla y tenés que operarte los ligamentos cruzados. Si automáticamente el médico te alienta a hacer una rehabilitación intensiva con mucha kinesiología, y te tranquiliza diciéndote que en seis meses volverás a las canchas, seguramente vas a esforzaste mucho y estarás mejor que antes. Lo percibís como algo transitorio, aguantarás ese tiempo y lo pasarás con entusiasmo. Sin embargo, si el médico te genera dudas sobre si podrás volver a jugar, la transición se hace larguísima y el dolor será permanente, dejarás de cuidarte, comerás mal y empeorarás la situación.
Primer debate: los problemas macroeconómicos argentinos ¿son transitorios o ya son permanentes? Si percibimos lo primero (al menos yo lo percibo así), vale la pena el esfuerzo y la situación se puede dar vuelta. Tenemos un país muy viable, muy prometedor si nos ordenamos socialmente, si volvemos a valorar el esfuerzo, el mérito, el respeto a las libertades individuales, si sostenemos reglas claras y permanentes en el tiempo, privilegiando la transparencia y la honestidad. Creo que el 66% de la población quiere eso, quiere cambiar la tendencia.
Pero si percibimos que nuestra decadencia ya es permanente, que la mafia ya está enquistada o que les conviene al político, a algunos sindicalistas, a muchos jueces o al empresario prebendario de turno, el replanteo ya implica preguntarnos: ¿dónde queremos que vivan nuestros hijos?
“Los problemas macroeconómicos, ¿son transitorios o ya son permanentes? Si percibimos que son transitorios, el esfuerzo vale la pena”
Tengo muchos motivos para creer que el proceso en el que estamos ahora es transitorio y que vale la pena quedarse y pelear para que así sea. Aunque claro, cuando releo lo que escribí me pasa seguramente lo mismo que a ustedes: me parece algo voluntarista. Pero ¿saben qué? Sería un desperdicio resignarnos.
Del lado de las empresas, si perciben que una norma es transitoria, aguantan. Si perciben que la dolarización, el bimonetarismo, la convertibilidad o simplemente una medida restrictiva no aguanta en el tiempo, entonces los individuos no cambian su comportamiento, buscan evadir la nueva regla y generan la profecía autocumplida. Una regla o norma no funciona si los agentes económicos no las respetan. De manera inversa, si la mayoría percibe que una regla perdura en el tiempo, empieza a generarse entonces el cambio cultural necesario.
En Por qué fracasan las naciones, los autores Daron Acemoglu y James A. Robinson sostienen: “Las sociedades con instituciones políticas que concentran el poder en manos de unos pocos, rara vez sobresalen en innovación y crecimiento, debido a que los innovadores no tienen ninguna garantía de poder quedarse con el fruto de sus esfuerzos. Y, en la medida en que los excluidos no pueden generar riqueza, tienen pocos recursos para desafiar el poder de los grupos dominantes; en consecuencia, estos se perpetúan en la dominancia”.
“El momento quizá más complicado sea la transición; no veo al Gobierno colaborando y, además, tiende a culpar siempre a otros de lo que pasa”
Por eso, es también malo cuando grupos empresariales (generalmente amigos del poder) vetan iniciativas destinadas a mejorar o a fortalecer la competencia. Se generan monopolios y el consumidor queda obligado a pagar el precio que garantice la rentabilidad del prebendario. Pero también muchos empresarios de bien justifican que con este tipo de reglas estatales ganan dinero. Pero, ¿de qué sirve ese dinero si luego lo tienen que gastar en protegerse físicamente o en ver cómo se alejan sus hijos?
El gurú financiero George Soros dijo una vez que no importa si estamos equivocados o acertados, lo importante es cuánto perdemos o ganamos si lo estamos. Me pareció muy gráfica esta frase para intentar plantear en esta nota mis siguientes puntos de vista.
• Este contexto, apático, recesivo, inflacionario, incierto no termina con las elecciones. Va a demorar unos meses más y se esperará a ver la capacidad de gobernabilidad del ganador y si la sociedad termina avalando o convalidando el plan a implementar. Si se aceptan los cambios ofrecidos como permanentes.
“Una mala noticia es peor cuando no la estabas esperando; si ya estabas esperando algo, cuando eso sucede comienza un nuevo ciclo”
• El momento quizás más complicado sea la transición, no veo al Gobierno colaborando o aceptando fácilmente una derrota electoral, ya que siempre tiende a culpar a otro por lo que le pasa. Y si gana, no creo que por un tiempo los inversores cambien su actitud con respecto a nuestro país.
• Arriesgo que el dólar oficial en octubre estará cerca de los 460 pesos, ya que cada vez que fijaron un dólar soja diferencial, luego el dólar oficial terminó convergiendo a ese valor.
• La inflación no va a ceder, las expectativas de devaluación después de octubre, sumadas a los ajustes tarifarios, más la emisión monetaria necesaria para financiar el déficit estacional más pronunciado en diciembre, potenciarán esa expectativa inflacionaria.
• Ya hay recesión, y está originada en por la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos; una pérdida provocada por la propia inflación. Y no veo motivos para que cambie esa tendencia en el corto plazo.
Pero vuelvo a lo expresado en el inicio de la nota. Creo que este contexto es transitorio, porque pronto tendremos superávit comercial gracias a los resilientes productores agrícolas, gracias a las emprendedoras empresas de la industria del conocimiento y también gracias a nuestras capacidades de generar y, por qué no, de exportar energía.
“Los mercados generalmente castigan los consensos”, es la frase de cabecera de un amigo, puesto que, si todos están de acuerdo en que algo va a suceder, es probable que eso ya haya sucedido.
De hecho, no escribí nada que ustedes no sepan, o que no estén viviendo. Si todos los que tienen recursos e información piensan que un activo va a subir, seguramente ya habrán comprado, lo cual significa que gran parte de la subida ya ocurrió. Primero, se acelera ese proceso de incremento del valor debido a la profecía autocumplida, pero luego, cuando la mayoría ha podido acceder, comienza el ciclo contrario. Esto ha ocurrido con muchas materias primas, con el litio, con las criptomonedas, con las acciones, con el euro y con el dólar mismo.
Cuando alguien me pregunta por qué suben las cotizaciones en la bolsa contesto de manera irónica: ¡¡¡Porque te quedaste afuera!!! Porque si no te hubieras quedado afuera, no te harías esa pregunta. O cuando me preguntan por qué baja: ¡¡¡porque compraste mucho!!! Si no hubieras comprado mucho, no te dolería tanto la baja.
Los mercados castigan los consensos, y creo ya muchos actores sociales actuaron en consecuencia, cubriéndose con mercaderías, silobolsas, dólares, criptos, acciones o cualquier tipo de activo que resista a la depreciación del peso.
Una mala noticia es una peor noticia si no la estás esperando, pero si ya la estabas esperando, cuando te la dicen o cuando sucede se empieza un nuevo ciclo.
Cuidemos nuestro metro cuadrado, a nuestra gente, a nuestros empleados. Si este contexto es transitorio, la Argentina es una Nación que vale la pena.ß
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