Por la política y la inseguridad, los ricos de Brasil se mudan a Miami
MIAMI—Pregúntele a los brasileños acaudalados por qué se están mudando al sur de Florida y mencionarán las altas tasas de criminalidad y la moribunda economía de su país.
Sin embargo, hay otra explicación que Alyce M. Robertson, directora de la Autoridad de Desarrollo del Centro de Miami, escuchó con frecuencia en sus recientes viajes de negocios a Brasil: "Dilma".
Se refieren a Dilma Rousseff, la presidenta de centroizquierda reelecta en octubre, en general resistida por las élites brasileñas.
"Después de la última elección, hablábamos con mucha gente preocupada por sacar su capital de Brasil", contó Robertson hace poco en Miami. Estas preocupaciones, tanto en Rio de Janeiro como en São Paulo, eran "en mayor parte sobre la política".
Los ricos y poderosos de Brasil llevan décadas adquiriendo apartamentos de lujo en Miami y yendo de compras al centro comercial de Bal Harbour. En los últimos meses, no obstante, tras la reelección de Rousseff los brasileños han reaccionado buscando echar raíces a largo plazo en el área metropolitana de Miami y, en menor medida, Orlando, Nueva York/Nueva Jersey y Boston.
Si bien no hay cifras exactas disponibles, los desarrolladores y agentes inmobiliarios de Miami, así como banqueros, minoristas y abogados de inmigración, dicen que cada vez más brasileños acaudalados intentan mudarse al sur de la Florida, establecer empresas y obtener la residencia o la ciudadanía estadounidense para ellos y sus familias.
"Están preocupados principalmente por la inestabilidad del entorno político de Brasil; no quieren ser los últimos en irse", afirma Genilde Guerra, abogada del bufete Kravitz & Guerra, en Miami.
Dice que la cantidad de llamadas que recibe su oficina de brasileños que buscan obtener visas para Estados Unidos, com-prar viviendas o abrir negocios en el país se ha multiplicado por 10 desde las elecciones. Además, los e-mails que recibe de consultas sobre cómo conseguir una tarjeta de residencia, o green card, aumentaron de tres o cuatro al día a entre 25 y 30. "Quieren tener una segunda nacionalidad, un segundo lugar adonde ir, y EE.UU. es el mejor lugar para eso", señala Guerra.
Una típica exiliada de clase alta es Regina Sposito Pires, un ama de casa de São Paulo de 45 años que hace poco buscaba con su familia una casa en Miami. Después de considerar por un tiempo una mudanza, tomó la decisión definitiva el 26 de octubre, cuando Rousseff ganó su segundo mandato de cuatro años en una reñida contienda.
"Fue como si alguien hubiera muerto", dijo Pires y mencionó su frustración con las altas tasas de criminalidad y la corrupción del gobierno brasileño. "Le dije a mi esposo que el poco deseo que tenía de quedarme en Brasil había desaparecido".
José Antonio Parada también se ha unido al éxodo. El día después de la reelección de Rousseff, decidió cumplir su vieja promesa de llevar a vivir a su familia a Florida, donde ya tiene varias propiedades de inversión, citando la falta de seguridad y la situación política.
"Estoy muy preocupado por la proximidad del gobierno (brasileño) a otros gobiernos como Venezuela, Cuba", explica el operador cambiario de 48 años de São Paulo. Cuenta que su hogar en Brasil fue asaltado dos veces, una vez cuando se encontraba allí.
Casi tres millones de los 200 millones de brasileños viven fuera de su país, según datos de 2013 del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, un tercio de ellos en EE.UU. Firmas que monitorean los negocios de los brasileños en Florida estiman que hay entre 250.000 y 300.000 brasileños viviendo allí.
Los brasileños también conforman la mayoría de los turistas de Miami, 51% en 2013, indican estadísticas de Miami.
La reciente ola de migrantes brasileños difiere de las anteriores. Durante los años 80 y 90, el desempleo y la alta inflación en Brasil llevaron a miles de brasileños a radicarse en EE.UU. Muchos conseguían trabajos no calificados y enviaban todo el dinero que podían a su país.
Los migrantes brasileños de hoy, en cambio, suelen traer su patrimonio consigo. Al igual que otros latinoamericanos, incluidos cubanos, colombianos y venezolanos, los brasileños desde hace mucho han considerado Miami como un lugar seguro para guardar su dinero durante períodos de agitación política y económica en casa.
Los brasileños están entre los tres mayores compradores extranjeros de bienes raíces caros de Miami, junto con los argentinos y los venezolanos, otras dos economías atribuladas. Esto ha ocurrido pese a —o, según algunos, debido a— el marcado debilitamiento de la economía brasileña.
En el último año, el real ha perdido cerca de un quinto de su valor frente al dólar. La tasa de inflación de Brasil está cerca del límite de la meta de 6,5% fijada por el gobierno y los economistas proyectan que el Producto Interno Bruto apenas crecerá este año.
Es un gran giro frente a la década previa, cuando el auge de los commodities alimentó un fuerte crecimiento y Brasil pasó a ser una de las estrellas de los mercados emergentes.
Alicia Cervera Lamadrid, cuya familia posee una empresa inmobiliaria en Miami, dice que empresarios brasileños comenzaron a comprar apartamentos de lujo en una torre residencial en la zona de la Avenida Brickell a principios de los años 80, una época de alta inflación y estancamiento económico en Brasil. "Las personas que se mudaron a ese edificio eran tan poderosas que empezaron a referirse a ese edificio como el Congreso brasileño", cuenta Cervera.
Cristiano Piquet, un ex campeón de automovilismo que ahora vende bienes raíces de lujo en Florida, dice que en 2014 "no podíamos responder al ritmo de la demanda" de los clientes brasileños, quienes están redoblando sus inversiones en EE.UU. "Han estado ganando dinero durante los últimos 12 años, así que tienen sus bolsillos llenos de efectivo", señala Piquet.
"Edificios de oficinas, depósitos, hospitales. Acabamos de vender un L.A. Fitness (en Miami) a un brasileño", dice Piquet en referencia a la cadena de gimnasios. "Un brasileño compró un concesionario de autos. Y también están comprando tierra y planeando desarrollarla".
Los brasileños que llegan a Miami encuentran cada vez más aspectos de sus vidas que dejaron atrás: no sólo playas y un cli-ma tropical, sino también un creciente número de restaurantes, clubes nocturnos y tiendas minoristas que apuntan a ellos.
"No extraño tanto", expresa Marco Fonseca, de 47 años, un agente inmobiliario de Rio de Janeiro que obtuvo la ciudadanía estadounidense en 2001. Calcula que 65% de sus clientes son brasileños.
"Aquí tenemos todo lo que necesitamos: películas, tenemos los canales brasileños, los supermercados brasileños, puede comprarse una picanha", dice Fonseca sobre el famoso corte de carne que se sirve en Brasil. "Miami es la mayor ciudad brasileña fuera de Brasil en este momento".
The Wall Street Journal