Podríamos estar a tres días de una catástrofe... ¿Y entonces?
Si se leen los diarios de hoy y se compara la situación con otros momentos históricos, el mundo en general y la Argentina en particular podrían estar por entrar en una gran crisis, pero, ¿es útil tal planteo para la toma de decisiones?
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¿Qué dijeron los diarios del 21 de octubre de 1929, tres días antes del denominado jueves negro, cuando comenzó la Gran Crisis de la década de 1930? ¿Qué dijeron los del 14 de octubre de 1945, tres días antes de que Juan Domingo Perón volviera a hablarles a sus seguidores desde los balcones de la Casa Rosada? ¿Y qué dijeron los del 26 de mayo de 1969, tres días antes de que se produjera el Cordobazo? Ergo, leyendo los diarios de hoy no podemos descartar que, dentro de 72 horas, el mundo en general y nuestro país en particular, literalmente vuelen por el aire. Ahora bien, ¿sirve este planteo para adoptar decisiones?
Al respecto consulté al estadounidense Edward Norton Lorenz (1917-2008), quien estudió matemáticas en Harvard y meteorología en el MIT. Se inmortalizó por plantear la teoría del caos, ilustrándola con el efecto mariposa, que ejemplificó planteando el siguiente interrogante: ¿puede el aleteo de una mariposa en Brasil generar un tornado en Texas?
–Como en los casos de la penicilina y el Viagra, la teoría surgió de la interacción entre un accidente y un observador atento.
–Así fue. En 1961 estaba realizando simulaciones sobre la base de un modelo meteorológico integrado por 12 ecuaciones diferenciales. Un día intenté repetir una de las simulaciones, pero en vez de comenzarla desde el principio la empecé en la mitad, introduciendo los valores que en la simulación original tenían las variables precisamente en la mitad del período. El verdadero valor de una de esas variables era 0,506127, pero –para ahorrar espacio– inserté 0,506 (la diferencia es de menos de 0,1%). Al realizar la simulación, encontré que los valores correspondientes al final del período diferían de manera significativa de los que había hallado en la simulación original. Rehíce los cálculos y abandoné la habitación donde funcionaba la computadora, porque no soportaba el incesante ruido que causaba. Cuando miré los nuevos resultados, al comienzo pensé que la computadora funcionaba mal, pero no.
–Menos mal que no tiró los cálculos a la basura. ¿Cuál fue la conclusión?
–Que no es lo mismo una serie generada por el azar que otra generada por un sistema caótico, aunque no siempre resulte fácil identificar esta diferencia desde el punto de vista práctico. En buen romance, la fluctuación o aparente evolución “caótica” de los valores de una variable puede resultar de un sistema causal absolutamente determinado, pero que genera valores “caóticos”. La teoría del caos hace endógena la explicación de la evolución “caótica” de algunas variables, trasladándola del plano aleatorio al del mecanismo propio de la evolución de la variable.
–Dijo puede, pero no es inexorable.
–Así es. De hecho, en economía la teoría del caos no es utilizada, al menos con frecuencia. La monografía que Richard Hollis Day publicó en 1982 es una excepción. Porque resulta intelectualmente atractivo pensar que el bostezo de un comisionista de la bolsa de Buenos Aires puede generar el desplome de Wall Street, pero nadie basa en esta hipótesis un razonamiento y mucho menos una decisión. El cisne negro, la notable obra escrita por Nassim Nicholas Taleb, se lee mucho más de lo que se aplica.
–Usted no fue el primero que incursionó en esta cuestión.
–En efecto, a fines del siglo XIX, Henri Poincaré mostró que la danza gravitacional de apenas tres cuerpos celestiales era imposiblemente compleja de calcular, aunque las órbitas individuales fueran muy simples. La teoría del caos comenzó a ser formalizada durante la segunda mitad del siglo XX. El principal catalizador de su desarrollo fue la computadora electrónica.
–Antes de entrar de lleno en la cuestión que me interesa, aclaro que los pronósticos meteorológicos han mejorado sustancialmente.
–Porque aumentó de manera sustancial la capacidad de la computación, y porque la información proporcionada por los satélites mejoró los modelos, al endogeneizar la influencia que los océanos tienen sobre el clima imperante en la superficie terráquea.
–¿Podríamos, entonces, estar a días de una catástrofe?
–Podríamos.
–¿Y entonces?
–Error tipo I, error tipo II, siempre hay que adoptar las decisiones sobre la base de que no se va a producir una catástrofe, y cuando se produce… joderse. Peor es lo contrario, congelar permanentemente las decisiones, esperando siempre una inminente catástrofe.
–¿Vivir al día, entonces?
–Tampoco nos vayamos al otro extremo. En su casa seguramente hay alimentos y bebidas por encima del consumo previsto para los próximos días, pero nadie guarda alimentos y bebidas no perecederos por si el próximo diluvio universal estuviera a la vuelta de la esquina. Con las políticas públicas ocurre lo mismo. Como bien decía Henry Kissinger, solo en retrospectiva todo es inexorable.
–Pero cuando ocurre alguna catástrofe, tanto la oposición política como buena parte del periodismo acusan al oficialismo de turno de no haberse preparado.
–Siempre ocurre. La cuestión es cómo impacta esto en las políticas públicas. Cuando la burocracia del FMI le aconseja al presidente Javier Milei que no se olvide de los pobres, lo único que muestra es que tiene buen corazón, pero discutiendo públicamente con el gobierno del país miembro se convierte en parte del problema y no de la solución.
–¿Qué punto destacó Taleb?
–Que subestimamos la importancia de los eventos cuya ocurrencia es altamente improbable, pero cuando se verifican tienen graves consecuencias. ¿Se equivocó Angela Merkel cuando era canciller de Alemania y se “jugó” a comprarle gas a Rusia, política que tuvo que ser modificada de manera súbita cuando ese país invadió Ucrania? Toda decisión genera beneficios y riesgos, pero es absurdo haberla aplaudido en el camino de ida y ahora criticarla de manera frontal.
–Observar una guerra desde el centro del campo de batalla enfatiza la miopía.
–Lo vemos todos los días en los medios de comunicación. No se trata de algo personal, sino de un sesgo profesional. La facilidad con la cual los periodistas anuncian que “hoy es un día histórico” y que determinado hecho que acaba de ocurrir generará “un antes y un después” despierta sonrisas en quienes hemos vivido algunos años y, sobre todo, hemos leído historia. Como bien decía Héctor Luis Diéguez, no saber historia equivale a ingresar al teatro en la segunda mitad del tercer acto: no entendés nada.
–Reemplacemos a los periodistas por analistas.
–Grave error, porque los analistas no tenemos la habilidad para identificar las cuestiones relevantes. Periodistas y analistas se complementan: los primeros plantean las cuestiones que le importan a la población; los segundos explican los problemas en términos causales y los ubican en perspectiva histórica. Ambos son necesarios.
–Don Edward, muchas gracias.
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