Plan de estabilización en la Argentina: ¿Para cuándo?
Desde el punto de vista decisorio, la clave está en que si el presidente Milei llegara a aflojar en materia fiscal y monetaria estaría perdido, y se convertiría en un “pato rengo”
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Cuando leo o escucho a colegas reclamando la implementación de un “plan de estabilización” y le presto atención a la evolución de la tasa mensual de inflación (en números redondos: 25% en diciembre de 2023, 20% en enero de 2024 y 15% en febrero) sonrío. Sin hacer pronósticos y con algo de picardía pregunto: si en julio próximo la tasa de inflación mensual se ubicara en 2%, ¿seguirán reclamando un plan de estabilización?
Digresión: le presto mucha mayor atención a la estimación del Indec referida a GBA (CABA + suburbios), que al promedio nacional. Las estimaciones privadas se refieren a GBA, de manera que si en marzo termina dando 13%, estaremos delante de un nuevo descenso en el aumento sistemático del nivel general de los precios.
Equilibrio fiscal no sólo primario sino también financiero y congelamiento de la base monetaria constituyen el núcleo del plan de estabilización. Que cada uno califique esto como prefiera, pero hace muchos años aprendí de Roberto Teodoro Alemann que el trabajo profesional consiste mucho más en describir e interpretar que en calificar.
Desde el punto de vista decisorio, la clave es que si en materia fiscal y monetaria el presidente Milei llega a aflojar “fue”, porque se convertiría en un “pato rengo”. La sostenibilidad del programa se basa en este principio básico.
¿Nivel de actividad? Heterogéneo, como siempre. Dentro de algo más de un mes, el Indec informará que ocurrió en marzo pasado. ¿Cómo se explica el monumental movimiento turístico del fin de semana superlargo? Muy sencillo: la vida sigue, y así como el aumento de la incertidumbre contrajo algunos gastos, su reducción generó cierta recuperación. Nadie tiene que pedir disculpas para, con su dinero, pasar un momento agradable.
Caso Peñaflor. Según LA NACION, la empresa importó de Chile cuatro millones de litros de vino genérico (tinto común a granel) para su marca Termidor. Según la empresa, lo hizo “debido a la falta de vino local y para cumplir con la demanda de los consumidores”.
La lectura politizada habló del resultado de una política económica anarcocapitalista, en tanto que los productores locales afirmaron que la empresa paga menos y más tarde que las demás. Los primeros, en vez de importar, recomendarían que los consumidores tomaran otro vino; los segundos critican que Peñaflor haya encontrado una alternativa. En este caso la grandilocuencia no ayuda a entender.
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