Piratas S.A.
¿Cuál es el negocio que mueve 9.000 millones de dólares al año e involucra a grandes compañías, ex militares y pescadores de un pequeño país en desarrollo? La respuesta puede resultarle sorprendente: la piratería. No me refiero a la copia no autorizada de películas o software, sino a algo mucho más peligroso.
El secuestro extorsivo de barcos y sus tripulaciones, desarrollado principalmente en la costa de Somalia, es una industria criminal floreciente que crece año a año. No sólo eso, sino que los piratas actuales demuestran ser mucho más innovadores y tener un perfil más empresarial que sus antepasados del Caribe. Estas son las principales claves de este negocio criminal:
1. Los piratas actuales se han dado cuenta que es más redituable pedir rescate por los barcos que quedarse con su botín. Como resultado, casi la totalidad de los barcos abordados son recuperados después de pagar un rescate previamente acordado.
2. En los últimos cinco años las ganancias de los piratas se han multiplicado por 100, en parte gracias a la mejora de su capacidad de negociación y al precedente que han sentado algunos rescates millonarios que fueron notorios. Los dueños de los barcos prefieren pagar más y recuperar sus barcos antes. El tiempo es dinero.
3. El dinero de los rescates no se gasta en ron y mujeres (al menos no totalmente), sino que es en gran parte reinvertido en mejorar el equipamiento (armas, barcos y equipos de comunicaciones).
4. La piratería tiene sus propios "capitalistas de riesgo". Cada expedición debe contar con un barco madre, un par de botes rápidos de abordaje, una tripulación de ataque y un equipo de apoyo en tierra. El costo por expedición es de US$ 30.000 y usualmente hacen falta 3 o 4 intentos antes de abordar con éxito un barco, que deben ser financiados.
5. Como resultado de su apoyo económico, los capitalistas (generalmente empresarios somalíes y expatriados ricos) reciben el 50% del rescate. El comandante del equipo de ataque y su tripulación, el 30%. El 20% restante se lo reparten el grupo de apoyo en tierra y los gobernantes de las tribus que participaron del ataque.
6. Cada grupo pirata decide si va a abordar un barco o no y cuánto va a pedir de rescate, investigando primero en Internet el origen del barco, su tripulación y el cargamento que lleva. Si la tripulación es africana o india, generalmente no hay pago de rescate. A ellos los dejan ir. Si la tripulación es occidental los retienen y piden el rescate.
7. El salario promedio de un somalí es US$ 600 por año. En una sola operación un miembro de la tripulación puede obtener US$ 10.000, es decir 17 veces más. El riesgo de perder la vida existe, pero no es mayor que el que se afronta en la capital, Mogadiscio. No es extraño entonces que sobren candidatos a piratas, generalmente ex pescadores en busca de un negocio más lucrativo.
Más allá de estos datos básicos, este oscuro negocio encierra unos cuantos interrogantes. Quizás el principal de ellos sea por qué se sigue tolerando la piratería.
Si la capacidad de fuego de cada grupo pirata se reduce a una decena de AK47 y algunos lanzacohetes livianos, ¿por qué no son eliminados por las marinas de los países afectados, que los superan miles de veces en armamento y capacidad militar?
Parte de la respuesta es que el costo de tolerar la piratería y pagar los rescates es menor que el costo de combatirlos directamente. No sólo en términos económicos. Cuando una marina oficial ha entrado en combate para liberar un barco secuestrado, a menudo ha habido muertos entre los tripulantes.
Otra parte de la respuesta, sin embargo, podría estar en la estructura del negocio mismo y es mucho más inquietante. Aunque por año se pagan 148 millones de dólares de rescate, ya mencioné que la piratería mueve 9.000 millones. La diferencia es lo que pagan las empresas navieras para evitar la piratería.
Por ejemplo, se pagan por año 1.850 millones de dólares en seguros para cubrir las pérdidas por piratería y otros 1.500 millones en equipamiento de seguridad. Más llamativo aún: un buen porcentaje de los gastos está destinado a pagar empresas de seguridad, generalmente integradas por ex militares o miembros de fuerzas de seguridad. Pero el objetivo de esas empresas no es proteger los barcos, sino negociar los rescates con los piratas y entregar el dinero. De hecho, cobran una comisión sobre el rescate pagado.
Con semejante negocio en marcha (del cuál los piratas reciben menos del 2%), parece complicado que existan suficientes incentivos para acabar con el flagelo. Y por supuesto, el mismo análisis podría aplicarse a otras manifestaciones del crimen organizado. Cualquier parecido con otra realidad es mera coincidencia.
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