Pese al escándalo, la FIFA resiste el cambio
ZÚRICH—Desde que la policía suiza irrumpió en mayo del año pasado en el lujoso hotel Baur au Lac de esta ciudad como parte de una investigación de corrupción que ha dado lugar a 41 procesamientos, la FIFA ha prometido reformas.
Al principio, el ente rector del fútbol mundial parecía decidido a metamorfosearse en algo más elegante que el desastre de corrupción en que las autoridades judiciales dicen que se ha convertido. Sin embargo, en lugar de corregir los mecanismos que, según los investigadores, causaron aquellos problemas, la FIFA —cuyos delegados nacionales convergen esta semana en Zúrich para elegir al sucesor del presidente saliente, Sepp Blatter— ha seguido pateando la pelota afuera.
“La reputación de la FIFA no puede hundirse mucho más bajo”, dice Alexandra Wrage, experta antisoborno que sirvió en el comité independiente de gobierno de la FIFA antes de renunciar, frustrada, en 2013. “Hemos tenido más de una década de escándalos de la FIFA y muchas de las mismas personas están al mando, así que tal vez capeen otra ronda. Es injusto para los jugadores y los aficionados pero, por desgracia, estos grupos nunca han sido realmente una prioridad para la FIFA”.
Los dos principales candidatos de los cinco que se presentan son el jeque Salman bin Ibrahim Al-Khalifa, de Bahréin, y el dirigente de fútbol suizo Gianni Infantino. Ambos son burócratas del fútbol de larga data y en discursos y manifiestos de campaña han hecho vagas declaraciones de apoyo a las propuestas de reforma.
Mark Pieth, el criminólogo suizo seleccionado por Blatter para ayudar a poner en marcha una reforma en 2011, dice que las credenciales reformistas de los candidatos, todos los cuales llevan años en la FIFA, son “poco convincentes”. “No hay ningún papa Francisco entre ellos”, asevera.
De acuerdo con los fiscales estadounidenses que han presentado acusaciones de soborno y corrupción contra más de 20 dirigentes del fútbol internacional, uno de los mayores problemas con el sistema de la FIFA es que facilita a algunos de sus directivos ofrecer pagos en efectivo u otros favores para ganar el apoyo de las federaciones nacionales, en particular en el mundo en desarrollo. Durante su presidencia, Blatter comenzó a utilizar las reservas de la FIFA, que provienen de los derechos de televisación, patrocinios y ventas de entradas, para pagar US$250.000 al año en “fondos de desarrollo” a cada país miembro de la FIFA para ayudar a construir la infraestructura de fútbol. Aunque Blatter no fue acusado de ningún delito, los investigadores dicen que las auditorías de la FIFA no fueron capaces de llevar un registro claro de los montos pagados, lo que permitió corrupción y malversación de fondos. La FIFA afirma que los programas no tienen motivación política.
En lugar de desalentar el ofrecimiento de favores, sin embargo, los candidatos han estado echando leña al fuego. Tanto Salman como Infantino se han comprometido a aumentar estos subsidios de desarrollo. Jerome Champagne, ex administrador de la FIFA bajo Blatter y también candidato a la presidencia, prometió llevar esos pagos a US$500.000 al año, mientras que el príncipe Ali al Hussein de Jordania, que salió segundo detrás de Blatter en la elección del pasado mayo, propone elevarlos a US$1 millón. Tanto Champagne como Hussein han dicho que su propósito es expandir los programas de fútbol en el mundo en desarrollo.
Los dirigentes de la FIFA también han decidido no revisar decisiones y contratos controvertidos. Por ejemplo, no se prevé reiniciar el proceso de votación que otorgó a Qatar la sede de la Copa del Mundo de 2022, a pesar de las dudas generalizadas sobre la presentación de candidaturas y las preocupaciones en torno a las condiciones de trabajo de los obreros que construyen los estadios. Los directivos han dicho que no llamarán a una nueva votación sin tener pruebas concretas de compra de sufragios.
El viernes, además, se votará un paquete de propuestas de reforma que no incluye la supresión de los beneficios especiales de los que gozan los miembros del comité ejecutivo, tales como el pago de viáticos anuales de unos US$300.000, pasajes de avión en primera clase, entradas de cortesía para eventos importantes y hasta trajes a medida. Tampoco hay planes para revisar los actuales contratos de derechos de medios y servicios de hospitalidad, incluso aquellos que se adjudicaron a personas cercanas a la FIFA sin un proceso de licitación formal y transparente.
Hace un mes, las confederaciones de fútbol de Asia y África firmaron un “Memorando de entendimiento” para, según ellos, fomentar el intercambio de información. El príncipe jordano Ali presentó una queja formal al comité electoral de la organización aduciendo que ese acuerdo era “un flagrante intento por diseñar el voto en bloque” por un candidato. Los investigadores judiciales han dicho que la compra de votos, especialmente cuando se elige la sede de un Mundial, es uno de los mayores problemas sistémicos de la FIFA, algo que esta ha reconocido. Según una persona al tanto del proceso, el comité analizó las denuncias y concluyó que no había nada incorrecto.
En otro incidente a principios de este mes, la federación de Sudán del Sur, afiliada a la FIFA desde 2012, anunció su apoyo a Infantino. La decisión contradecía la voluntad del comité ejecutivo de la Confederación Africana de Fútbol, que había prometido el apoyo de todos sus 54 países miembros a Salman. Dos días después, Sudán del Sur cambió de parecer. La FIFA no investigó el repentino cambio y la federación se negó a hacer más comentarios. Pieth dice que este caso es una clara señal de que nada ha cambiado en la FIFA.
Preocupado por la integridad de la votación del viernes, el príncipe Ali ofreció colocar cabinas de votación transparentes para evitar que los votantes tomen una foto de su voto secreto para mostrársela a los dirigentes de su confederación y confirmar así que habían seguido sus instrucciones. La FIFA rechazó la oferta.
Una de las propuestas de reforma a ser votadas el viernes forzaría al secretario general de la organización a colaborar es-trechamente con un nuevo jefe de cumplimiento legal en la negociación de contratos con medios, patrocinios y ventas de entradas. Otra propuesta limitaría las facultades ejecutivas del presidente, aunque seguiría teniendo una influencia sustancial en la forma en que la FIFA distribuye dinero a los países miembros.
The Wall Street Journal