Pero, ¿no era que la realidad es la única verdad?
Hay que darle un tiempito al oficialismo para que termine de digerir el resultado de las elecciones del domingo pasado
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“La verdad es Dios”, le escuchó decir Victoria Ocampo al Mahatma Gandhi. El domingo pasado, en la elección de medio período, Juntos por el Cambio superó al Frente de Todos por 8,4 puntos porcentuales, repitiendo el resultado de las PASO. Desde el 10 de diciembre próximo ninguna de ambas agrupaciones tendrá mayoría absoluta en Diputados y el oficialismo perdió la que tenía en el Senado. Salvo fallecimiento, renuncia o juicio político, Alberto Ángel Fernández será presidente de la Argentina, hasta el 10 de diciembre de 2023.
Esta es la contundente realidad; no si se realizan actos para festejar la derrota o si la cuestión de quién sucederá al actual gobierno, dentro de un par de años, es crucial para determinar la vida actual de cada uno de nosotros.
Ergo, démosle un tiempito al oficialismo para que termine de digerir la realidad.
El domingo pasado el presidente de la Nación anunció que enviará al Congreso un programa económico plurianual, que incluirá entendimientos con el FMI. ¿Alguien tiene alguna idea del fenomenal desafío técnico, que en esta Argentina tan fluida y volátil, plantea la elaboración de un programa económico para, digamos, los próximos cinco años?
Que nadie se ofenda, pero ¿alguien puede creer que los actuales funcionarios del área económica están en condiciones de realizarlo? En términos del calendario, ¿desde hace cuántas semanas un notable grupo de profesionales idóneos lo está elaborando en secreto? ¿O es que recién ahora se van a poner a trabajar en esto?
¿Sabe quién tiene programas económicos plurianuales, enlatados, donde está todo escrito, excepto el nombre del país y algunos numeritos (como en los contratos de alquiler)? ¡La burocracia del FMI! Que para cuidarse las espaldas exigirá más de lo que debe, ignorando la debilidad política del actual gobierno.
Aquí y ahora, la secuencia deseable es la siguiente: 1) el oficialismo termina absorbiendo el resultado de las urnas; 2) algún miembro del Poder Ejecutivo, con sentido de gestión, reorganiza el área económica y 3) un ministro de economía a cargo, plantea objetivos modestos, para transitar un par de años, en un contexto de debilidad política.
Esto es lo mejor que puede pasar, pero, ¿qué es lo que va a pasar? Nadie lo sabe. Es fácil imaginar el techo de lo que puede ocurrir, no cuántos escalones descenderá la realidad. No tendremos tiempo para aburrirnos.
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