Pelea entre funcionarios de Cristina Kirchner y Alberto Fernández por los autos del futuro
-¿A quién se le ocurrió esto?-, preguntó Cristina Kirchner.
-Vino de [Matías] Kulfas-, le respondieron.
-No esperaba otra cosa-, cerró la vicepresidenta.
La disputa entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner tiene como fecha de nacimiento una muy anterior al momento en que las diferencias en el Frente de Todos se hicieron públicas. El sector de la energía es un laboratorio privilegiado para advertir ese proceso de degradación. Allí se amontonan las capas sedimentarias que condujeron a la desconfianza en la cúspide del poder que domina la situación actual.
Una de las últimas novedades de esa geología accidentada tiene que ver con los autos. Con el empujón de Alberto Fernández, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, envió al Congreso un proyecto de ley que obliga a que en los próximos años todos los vehículos nuevos de la Argentina funcionen a electricidad.
Es una iniciativa que fascina a Fernández. Cree que de ella se puede colgar el sueño de que el país se suba a una industria del futuro, hacia donde está girando el mundo. Pero hay detalles. Si el ecológico sueño futurista presidencial se cumple, le daría un golpe a la industria petrolera que sostiene a la Patagonia, cuna política del kirchnerismo y donde residen algunos dirigentes importantes, como Alicia Kirchner (Santa Cruz), Gustavo Arcioni (Chubut) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego). De allí el fastidio de la vicepresidenta, que se resume en el diálogo reproducido parcialmente más arriba. Ocurrió cuando vio el título del texto en el momento en que llegó al Congreso.
El punto más discutido de la potencial norma tiene que ver con el calendario. Sostiene que a partir de 2041 no podrán venderse más vehículos a nafta y a gasoil en la Argentina. Dicho de otra manera, en menos de 20 años comenzarían a perder sentido inversiones millonarias como las de Axion, Raízen (Shell) e YPF, dueña de la refinería ubicada en La Plata, el mayor complejo industrial del país, un lote que quedó para el kirchnerismo en la distribución del Estado. Se entiende por qué La Cámpora -fuerte en la gestión petrolera- rechaza con entusiasmo el proyecto de Kulfas. Su molestia resulta de una combinación de ideología, posicionamiento político y conveniencia económica.
Los petroleros se reunieron con Kulfas cara a cara para reclamarle por el proyecto. Según su mirada, el hecho de establecer como fecha límite el año 2041 limitará las inversiones en las destilerías que fabrican naftas y gasoil. El ministro relativizó la afirmación. Piensa que en el peor de los casos no habrá que hacer más desembolsos, pero permanecerá el abastecimiento para los autos a combustión que ya estén circulando. De todas maneras, fuentes al tanto de la iniciativa aseguran que está dispuesto a discutir ese artículo.
También hay desánimo en el sector de exploración y producción de crudo, denominado upstream. Dominan el negocio YPF y PAEG, de la familia Bulgheroni, la británica BP y la china Cnooc. Sus lobbistas recorren despachos públicos diciendo que les cuesta cada vez más conseguir motivos para enterrar dinero con vistas a sacar crudo, un producto que podría ser reemplazado en el futuro por la electricidad. Se estima que el petróleo mueve en el país unos US$10.000 millones al año.
En cambio, Alberto Fernández considera que los autos eléctricos podrían disparar una revolución en la Argentina. Cuenta con el apoyo de algunos opositores. El más entusiasta es el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, cuya provincia tiene grandes reservas de litio, el mineral que usan las baterías de estos vehículos.
Fernández, Morales y Sergio Massa están unidos por el mismo lazo: el presidente de la Cámara de Diputados le aseguró al de la Nación que está todo dado para aprobar este año el proyecto de ley de Kulfas, cuyas demoras el jujeño le atribuye a La Cámpora.
La Casa Rosada parece haber completado todos los casilleros para molestar a la orilla más ancha del Frente de Todos. LA NACION consultó oficialmente al Ministerio sobre los aspectos positivos y negativos del proyecto sobre la industria petrolera. La respuesta a un pedido de acceso a la información fue curiosa. Sostiene que se alcanzó el consenso de que la ley resultaría neutra sobre la industria porque tanto el crudo como sus derivados se venden a nivel mundial y su futuro en el país dependerá de dinámicas globales. Es un exceso de liberalismo para un sector clave, según la mirada del kirchnerismo tradicional, que tampoco manifestó sus reproches de forma directa al albertismo. Se sabe: la comunicación es difícil desde hace tiempo entre las personas que manejan el Estado.
Además, el expediente levanta una bandera que el propio Alberto Fernández no agita, ya que hoy los precios del petróleo están intervenidos. De manera que se basa en una situación futura que hoy el Gobierno no cumple.
Hay más. La ronda de consultas de Kulfas atravesó 27 secretarías, subsecretarías y direcciones de cuatro ministerios, la Jefatura de Gabinete y la Presidencia. Pero esquivó una parada obligatoria: la Secretaría de Energía, que maneja el cristinista dialoguista Darío Martínez, donde orbita la Subsecretaría de Energía Eléctrica, a cargo de Federico Basualdo, un cristinista díscolo según la mirada de Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán.
En otros términos, las peleas en el Frente de Todos condujeron a una rareza única: el proyecto para que los autos funcionen con electricidad no cuenta con la opinión del organismo que define las políticas para producir energía, transportarla a los centros de consumo y distribuirla, un trabajo que hacen empresas como Edenor y Edesur.
Basualdo puede haber quedado en la telaraña de las disputas con su propio jefe en el organigrama, Guzmán. Sucede que Kulfas envió el proyecto a Economía. De allí en más, decide su compañero de Gabinete.
El funcionario “díscolo” no obtuvo de primera mano una copia del proyecto, sino que lo leyó cuando ya era público. Considera que tiene errores técnicos graves, algo que les transmitió a Cristina y Máximo Kirchner. Les hizo notar que supone un crecimiento del sector eléctrico desproporcionado e imposible para las condiciones actuales de la Argentina.
El señalado
Las molestias de Cristina Kirchner con uno de los ministros preferidos de Alberto Fernández se acumulan desde los primeros días de gobierno. La vicepresidenta patrocinó a Federico Bernal para dirigir el Enargas, pero Desarrollo Productivo mantuvo en el cargo a Mauricio Roitman, que venía de la gestión de Mauricio Macri. El recambio solo se dio después de una discusión entre Alberto Fernández y la vicepresidenta.
Las diferencias continuaron y derivaron en un cambio en el organigrama. El área de Energía pasó a Economía, territorio de Martín Guzmán, donde también la convivencia es inestable.
El kirchnerismo duro le reprocha a Kulfas otras decisiones. Por ejemplo, tiene un lugar preponderante en la gestión de Impsa, la compañía mendocina que fundó la familia Pescarmona y rescató el Estado. La empresa es fuerte en el área energética, pero no hay ningún representante de la Secretaría de Energía en su directorio.
El proyecto para que todos los autos nuevos sean eléctricos se presentó en sesiones extraordinarias este año, pero no se trató. Hasta ahora, no tiene comisión, por lo que su futuro es incierto.
En 2021 se vendieron en el país 5871 vehículos eléctricos e híbridos (tienen dos motores). Es un 148% más que en 2020, con una salvedad: menos del 1% fue eléctrico, el segmento que más le gusta al Presidente.
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