Patria o buitres, la batalla cultural del Gobierno
El proyecto de ley de canje de deuda es un salto al vacío. No sólo agrava los problemas del sector externo, sino que cae en serios errores técnicos. ¿Es posible que Nación Fideicomisos pueda ser un agente de pago internacional cuando no tiene ninguna experiencia en la materia? Es hora de tener respuestas solventes para enfrentar los crecientes problemas de la economía argentina.
El abanico de opciones para superar la situación actual no es amplio para este Gobierno, dada su escasa credibilidad y el despilfarro por el que transita la política económica. Al no contar con los dólares frescos que se buscaron en la primera mitad del año, se entendió apropiado comenzar otra batalla: la cultural. "Patria o buitres" es una disyuntiva falaz que esconde estratégicamente el dilema de cómo enfrentar la falta de crecimiento con la destrucción del empleo y la caída del salario real. En este sentido, la creación de nuevos enemigos y de gestas épicas se harán más presentes que nunca, y el costo de estas cruzadas, cada vez más riesgoso.
El modus operandi da señales de constante improvisación: primero se dispara contra el financiamiento externo, luego se encuentra el nuevo culpable en el empresariado local, al que se le aplicaría una nueva política de apriete a través del proyecto de ley de abastecimiento. El Congreso sólo es notificado a último momento para "socializar" los conflictos irresueltos y ha sido relegado en las decisiones más importantes. Es preciso que estos temas se analicen con seriedad y que no sean sólo un trámite parlamentario que otorgue un cheque en blanco para promover mayor irresponsabilidad. Emprender un renovado conflicto con el sector privado en momentos donde reina la incertidumbre y escasea el empleo no parece razonable para proteger el poder de compra de los argentinos. Tampoco lo es la inacción en términos de corregir las inconsistencias que imperan en la economía.
En este sentido, la exorbitante cantidad de pesos ($ 600.000 millones, que es el total de pasivos monetarios del BCRA) y la escasez de dólares (US$ 29.000 millones) generan cada vez más tensiones. Por un lado, restan aún vencimientos que serán pagados con reservas (cómo justificará la autoridad monetaria la existencia de reservas excedentes, luego del decreto 1311/14), la oferta de divisas comerciales es cada vez menor; por lo tanto, habrá que concentrarse, de aquí en más, en evitar la fuga, y eso se traducirá en mayores restricciones. Por el lado de los pesos, la capacidad de financiamiento del Banco Central se asienta sobre bases cada vez menos genuinas, al distribuir ganancias contables en vez de realizadas, en un marco donde la actual Carta Orgánica habilita a financiar por debajo de lo que el sector público requiere (restan $ 70.000 millones entre adelantos transitorios y utilidades, y se necesitan más de $ 100.000 millones hasta fin de año), dejando la incógnita de cómo esa brecha será cubierta si no se reduce el gasto público.
En definitiva, todo indica que el riesgo cambiario terminará agravando un cuadro preexistente de recesión con inflación y de deterioro social. Así las cosas, tras años de magro desempeño, en 2014 el salario y el empleo caen en forma conjunta, configurando el peor escenario en una década. Los recientes datos del mercado de trabajo reflejan una serie de récords preocupantes: la mayor destrucción del empleo desde 2003 (500.000 puestos en el último año y 140.000 en los últimos tres meses), y la menor tasa de actividad en diez años. Es decir, cada vez menos puestos de trabajo, de menor calidad (sólo uno de cada tres es formal) y con menos personas dispuestas a trabajar, lo cual impone un límite a la capacidad de crecimiento de la economía. Si se hubiera mantenido el crecimiento normal de la fuerza de trabajo, el desempleo ya estaría en los dos dígitos (11% para ser precisos). Claramente, asistimos a una rápida y continua erosión del mercado laboral, pilar fundamental para la inclusión social, lo cual deja en evidencia que la tensión cambiaria no resulta indiferente al resto de la economía.
La calidad de la política económica que se disponga a tal efecto, será clave para delinear el escenario hacia el fin del mandato de la actual administración. Éste es el momento de acercar propuestas que permitan por lo menos normalizar el frente externo. Por eso, desde el Frente Renovador llevaremos adelante una propuesta legislativa que permita demostrar la voluntad de pago del país en jurisdicciones que brinden un status legal semejante al de los Estados Unidos.
El objetivo principal del Gobierno debería ser de aquí en más evitar a toda costa generar más inestabilidad cambiaria, ya que las tensiones serán acuciantes si persiste esta dinámica en las variables. Generar bases sólidas y consistentes es la forma de ocuparse del crecimiento económico y del bienestar de los ciudadanos. Cualquier otro enfoque de política económica confunde gravemente el diagnóstico, y el margen para la mala praxis ya se extinguió. La impericia nos puede seguir dando sorpresas, y ése es el mayor riesgo hacia 2015.
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