Paritarias que llegan en tiempos de incertidumbre
La transición de gobierno que recorremos desde el 10 de diciembre pasado se encuentra todavía en una fase de lentas definiciones en materia de políticas fiscal y monetaria. Este hecho no ha permitido disipar buena parte de la incertidumbre que afecta a las principales variables económicas el país, que son fruto de las incógnitas acerca de la real dimensión de los problemas macroeconómicos que la administración de Mauricio Macri recibió al momento de asumir. Este contexto incierto es el que dificulta decisivamente el análisis de lo que puede ocurrir con la discusión salarial en 2016, especialmente por la multiplicidad de factores cuyas dinámicas apenas pueden avizorarse.
En los próximos días y semanas comenzarán las paritarias en los principales sectores de la actividad. Más allá de los conocidos cruces de declaraciones entre sindicalistas y funcionarios del Gobierno que ya comenzaron a darse, la expectativa básica se centra obviamente en saber si los gremios aceptarán incrementos salariales menores a 30% anual. Es probable, como algunos colegas piensan, que el impacto de la reducción de la carga del impuesto a las ganancias pueda funcionar como una herramienta de negociación para inducir a que se produzca una aceptación. Como contrapeso, aparece el posible efecto de los aumentos tarifarios de la energía, lo cual evidentemente llevará a pedir un incremento adicional de los salarios como compensación anticipada del efecto de esa medida en la economía cotidiana de los trabajadores.
Por otra parte, el posible impacto fiscal de la reducción del impuesto a las Ganancias -más allá de lo que pueda significar, por su parte, la baja del pago de subsidios para el déficit- también podría ser visto como un factor de presión adicional al alza salarial, en la medida en que ese efecto sobre el déficit termine siendo financiado con emisión monetaria. Parcialmente se podría contrarrestar este último impacto colocando montos importantes de deuda en mercados internacionales o en los grandes bancos privados locales, como así también en la medida en que los ingresos por retenciones a la soja puedan incrementarse si se obtiene una cosecha importante, precios internacionales mediante.
Sin embargo, sería demasiado aventurado precisar cuáles son las reales chances de que la reducción del impuesto a las ganancias no tenga -vía impacto sobre el déficit- mayores efectos adicionales sobre la inflación de 2016, debido a las dificultades para predecir el comportamiento de los mercados internacionales (tanto de deuda como de las commodities) para buena parte de este año.
El empleo es otra variable que suele afectar la dinámica de los salarios por el simple hecho de que una mayor desocupación aumenta la proporción de trabajadores que, por conseguir un nuevo trabajo, reducen sus pretensiones. Sin embargo, no parece observarse ninguna disparada de la tasa de desempleo en el último año, y tampoco ahora se tienen noticias de despidos o suspensiones masivas en varios sectores. Es verdad que existen casos puntuales, pero al menos los indicadores disponibles no parecen reflejar un aumento importante en la tasa de desocupación. Este hecho simplemente ayuda a sostener un sesgo alcista en los salarios nominales, incluso en las paritarias.
Por otra parte, si se observase una importante aceleración inflacionaria durante los primeros seis meses de este año podría darse lugar a una reapertura de paritarias hacia mediados de este año. En este contexto, no sería descartable pensar que parte de las paritarias por ponerse en marcha se rijan por este criterio de volver a discutir un nuevo ajuste a mitad de 2016. De todos modos, es difícil predecir hasta qué punto se aceptará esta reapertura de entrada debido en parte a la todavía preliminar información disponible sobre proyecciones para 2016. Reabrir paritarias nunca es gratis y eso tal vez lo incorporen funcionarios y sindicalistas en la etapa actual de negociación.
Como reflexión final, es claro que el Gobierno intentará negociar paritarias con el objetivo de que las mismas no eternicen (o peor, incrementen) la tasa de inflación. Sin embargo, para este objetivo resulta una incógnita hasta qué punto no es necesario tomar decisiones más sistémicas respecto del problema de la inercia inflacionaria, coordinando paritarias con leyes que tiendan a reducir la indexación nominal de la economía, fuente bien conocida de inercia inflacionaria.
Hasta ahora no se observan pistas de que vayan a implementarse tales medidas, pero, una vez más, tal vez sea demasiado pronto como para afirmar fuertemente lo que puede ocurrir sin tener mayores precisiones sobre medidas de política económica.
El autor es director de la Maestríaen Economía de la Universidadde San Andrés
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