Para ser más libres, menos estereotipos
El interesante discurso de Emma Watson, siendo Embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres, en la sede de las Naciones Unidas en el 2014, describe, a mi entender, una de las variables que puede apalancar la mentada equidad de género que evoluciona tan lentamente: los supuestos de género. Y estos se refieren no solo a las mujeres, sino a todos los seres humanos cualquiera sea su orientación sexual.
A lo largo de la historia, el mundo del trabajo ha valorado características atribuidas culturalmente a lo masculino, como la orientación a los resultados, la decisión, la competencia y la autoridad. Son los que proveen, protegen y tienen poder. El estudioso sobre el tema David Gilmore lo describe como los "responsables de las tres P". Acarrean mandatos sociales muy fuertes, incluso algunos más difíciles de derrumbar que los de las mujeres. El modelo tradicional de vivir la masculinidad exige:
- Restricción emocional: evitar compartir los sentimientos, cuidarse en la expresión de las emociones.
- Orientación al logro y al éxito: estar en un permanente estado de alerta y competencia, ejerciendo el autocontrol: el mito del ganador.
- Fortaleza y valentía: tomar riesgos y ser fuerte, sin manifestar temor o vulnerabilidad.
Pero cambios demográficos, sociales, organizacionales y laborales, han incidido en que el posicionamiento masculino se encuentra frente al desafío de comenzar a compartir "esferas de poder". Esto implica generar nuevos comportamientos, valoraciones y expectativas. De aquí que ante la evolución del "posicionamiento femenino", el "posicionamiento masculino" se re-direcciona hacia nuevas condiciones impulsadas por las mujeres y la sociedad. Transitan hoy por la ambivalencia, autoimpuesta y esperada por el entorno, de comportarse como "macho" o de expresar sus emociones, tomar decisiones domésticas, y ser partícipes del cuidado de los hijos y de los padres.
Ante el ingreso de las mujeres al mundo laboral, algunos hombres se replantean el mencionado modo tradicional de masculinidad emergiendo uno cuya seguridad no está en pugna con la conexión emocional y con la asunción de roles considerados femeninos.
La equidad de género requiere que se entienda, acepte y valore el nuevo modelo masculino esperado. En la medida que el hombre libere espacios de decisión, desempeño y poder, más fácil será que la mujer los pueda ocupar y se potencien sus oportunidades de protagonismo social y laboral.
Emma Thompson lo describe claramente: "la igualdad de género también es su problema (del hombre)...No es frecuente que hablemos de que los hombres están atrapados por los estereotipos de género, pero veo que lo están. Y cuando se liberen, la consecuencia natural será un cambio en la situación de las mujeres... Si los hombres no tuvieran la necesidad de controlar, las mujeres no tendrían que ser controladas. Si dejamos de definirnos unos a otros por lo que no somos, y empezamos a definirnos por lo que sí somos, todas y todos podremos ser más libres." Y sin duda la libertad es el ancla más potente de la igualdad de oportunidades, escuchando, valorando e incorporando las perspectivas, opiniones y decisiones de todos los seres humanos más allá de su género.
Socia de inGroW Consulting