Para los empresarios, a los datos del Gobierno les falta la inflación
Se distanciaron así del ministro y la Presidenta; reproches e ironías en una tensa jornada
La imagen de Antonio Caló describía anoche, en el lobby del Sheraton Pilar, mejor que nada el estado de ese triángulo de equilibrio inestable que en los últimos diez años integraron el Gobierno, los empresarios y el frente sindical. Sonriente, levemente jactancioso y con el teléfono en la oreja, el líder de la CGT oficial le contaba a un interlocutor anónimo la 20» Conferencia Industrial. "Terminó, sí. Y... los basureó a todos. A mí no: yo sigo invicto", decía.
Hablaba del trato que Cristina Kirchner acababa de darles a los empresarios en su última visita a este foro como jefa de Estado. Esa despedida, generosa en ironías y contrapuntos, explica también el final de un proceso: pocos sectores han apuntalado tanto al kirchnerismo desde 2003 como los hombres de negocios y los dirigentes gremiales; sin embargo, esa inocultable bigamia inicial despide el ciclo convertida en monogamia de dudosa fidelidad.
Sólo una parte del sindicalismo, a la que ayer la Presidenta le dedicó la exención del impuesto a las ganancias sobre el medio aguinaldo para los salarios de hasta 35.000 pesos brutos, queda entre los aliados.
Lo demostró Cristina Kirchner cuando, terminado el discurso, recibió el agradecimiento de Caló. "¿Viste? -le dijo-, a ninguno de los tuyos lo va a alcanzar Ganancias." A los empresarios les tocó lo opuesto: la cristalización de un distanciamiento que difícilmente se revierta de aquí al final del mandato.
Ayer no hubo demasiado que interpretar. Nunca un presidente de la Unión Industrial Argentina le había planteado ayer, como lo hizo Héctor Méndez, las objeciones de ese modo a Cristina Kirchner: sentado a su izquierda, codo con codo, sin nervios y hasta con alguna ironía. "Esto no le va a gustar, pero se lo digo", arrancó, antes de criticar la ley de abastecimiento. "No importa, yo voy anotando", contestó ella, a lo que Méndez retrucó: "Yo también". Parecían dos escolares, pero estaban repartiéndose los despojos de la relación entre la Casa Rosada y el establishment.
Cristina Kirchner aprovechó para reivindicar al ministro de Economía. No sólo cuando dejó en evidencia la influencia que le reconoce ("Estamos leyendo el mismo libro", contó), sino también al utilizar en la pantalla la información sobre balances y ganancias que había expuesto horas antes Kicillof. El economista volvió aquí a ser la estrella entre 100 asientos militantes que el Gobierno pidió reservar. Sin ir más lejos, este cronista hizo de fotógrafo ante cuatro fans que pedían a gritos, encandiladas, una imagen con su pop star de la política, iniciativa que segundos más tarde imitó una esbelta promotora.
Era previsible que el discurso no convenciera a empresarios. "En los hechos objetivos tiene razón, porque la industria creció -dijo Gustavo Weiss, líder de la Cámara de la Construcción-. Pero en el tema de la rentabilidad, los dólares no son los mismos y hay que ajustarlos por inflación. Además, compara con el peor momento, que era 2003."
Ese reproche se oyó varias veces. "Son números reales, pero les falta el ajuste por inflación", coincidió Adelmo Gabbi, presidente de la Bolsa, y a la idea se sumó Cristiano Rattazzi, dueño de Fiat Auto, que agregó sin embargo un elogio: "Hay que reconocer que habla muy bien". Con todo, el textil José Ignacio de Mendiguren hacía por la noche un análisis positivo: "Ella podría haber terminado esto mal, con agresiones, y sin embargo no lo hizo".
Es cierto que la Presidenta se cuidó. Por momentos pareció incluso bastarle sólo con el sarcasmo, siempre más certero entre viejos conocidos.
El dedo en la llaga
De ahí que aprovechara para aludir, sin entrar en tema, a una reciente queja de Méndez: molesto porque su competidora, la chilena Wenco, había recibido autorización para importar pese a tener un costo inferior de materia prima por no pagar arancel; el líder fabril venía de enviarle al secretario de Comercio una carta con reclamos. Pocos lo sabían y la Presidenta metió el dedo en la llaga: "Héctor, vos sabés que en tu sector domina el mercado una multinacional, y sin embargo siempre los industriales reclaman y denuncian dumping cuando se sienten perjudicados".
Méndez sonrió en silencio. Con Luis Betnaza, director del grupo Techint, que había discutido anteayer con Débora Giorgi por el rol del Estado en la economía, fue más directo. "¿Dónde estás, Luis?", lo buscó, y recordó un encuentro en México con Paolo Rocca. "Era la época en que me visitaban", dijo, e insistió al pasar en que, cuando era necesario, una empresa tenía todo el derecho a pedir que no entraran con dumping los tubos sin costura. "Les molesta el Estado, pero después piden protección", redondeó.
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