Para la UCA, sin planes sociales, la indigencia se habría triplicado
Hubiera llegado al 27,7%, y la pobreza, al 53,9%, según un informe sobre la situación a fines de 2020; la ayuda estatal no pudo compensar la baja de los ingresos y la caída del empleo; el presupuesto 2021 no prevé “gasto Covid”
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En su informe final sobre la situación social en 2020 –año marcado por la pandemia de coronavirus–, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad de la Católica Argentina (UCA) dejó tres conclusiones que exceden los niveles de pobreza monetaria, multidimensional o estructural en la Argentina.
La primera es que sin los programas oficiales para contener el impacto de la cuarentena, la indigencia se habría triplicado, según los cálculos del coordinador del Observatorio, Agustín Salvia. Sin la tarjeta Alimentar, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros programas, la población indigente –según la UCA– no habría cerrado en 9,8%, sino en 27,7% en 2020. Con relación a la pobreza, hubiera sido de 53,9% y no de 44,7%, según los cálculos de la universidad.
Vale aclarar que para el Indec, a fines del año pasado, la pobreza fue de 42% y la indigencia, de 10,5%. Las diferencias entre la UCA y el Indec tienen que ver con cuestiones metodológicas y de cobertura.
Con relación a este primer punto, es necesario recordar que el presupuesto 2021 no contempla gasto vinculado al Covid, pese a que el Gobierno amplió algunos programas en el primer cuatrimestre (Alimentar o Potenciar, entre otros) y creó el Repro II, vinculado particularmente a los sectores más afectados. Ninguno es tan extendido ni llega –conjuntamente– a tener el mismo impacto fiscal que tuvo el IFE en 2020. La segunda ola se extiende, no hay vacunas y el cristinismo más duro pide un confinamiento total.
Consultado por LA NACION, Salvia afirmó que, si bien los programas impulsados por el Gobierno fueron importantes para contener, no alcanzaron para frenar el impacto que tuvieron la cuarentena extendida y rígida, y la pandemia en los ingresos y en la pérdida de empleo. En lo fáctico, subieron tanto la pobreza como la indigencia el año pasado.
El sociólogo remarcó además un dato que muestra la profundidad del impacto de la cuarentena. En 2019 también existieron programas de transferencias monetarias para contener el alza de la indigencia en tiempos de alta volatilidad cambiaria e inflación. Esa tasa en el último año del gobierno de Mauricio Macri cerró en 8,4%, según la UCA. Sin apoyo económico del Estado hubiera sido de 16%, casi el doble (7,6 puntos más). Es una relación mucho menos pronunciada que el salto de 17,9 puntos registrado en 2020.
La segunda conclusión de la UCA tiene que ver con un efecto “raro, pero muy interesante”, según lo definió el propio Salvia. Tanto las personas como los hogares relevados por la UCA percibieron que la insuficiencia de ingresos se redujo en 2020. Sin embargo, en los hechos crecieron la pobreza y la indigencia. Por otra parte, se redujo la capacidad de ahorro para todos.
Esta situación muestra, en rigor, dos caras. Mientras los sectores populares recibieron más ayuda del Estado por los planes oficiales, redujeron, a su vez, sus gastos por la cuarentena. Esto produjo, en esos sectores, la sensación de mejora del ingreso. Sin embargo, a fin de 2020, esa “sensación” no se verificó en los datos de la UCA sobre la evolución de la pobreza por ingresos, según estrato socioocupacional. La pobreza de la población subió en el estrato bajo marginal, de 65,5% en 2019, a 77,3% a fines del año pasado. En el segmento bajo integrado pasó de 50,5% a 55,4%. Una tendencia similar se verificó entre los indigentes de esos mismos estratos.
“Los sectores populares, con la mayor asistencia del Estado y menos gasto, percibieron la llegada de más ingresos, pero tuvieron menos. No sólo menos ingresos, sino que empeoraron en derechos, como la salud o la educación”, dijo Salvia sobre la medición multidimensional que también lleva adelante la UCA. “Por otro lado, varios sectores medios tuvieron que destruir ahorros”, agregó, sobre aquellos que tuvieron que dejar de salir a trabajar, pero no recibieron ayuda suficiente o alguna. “Es una paradoja: creen tener más plata, pero son más pobres. Además se desinvirtió en capital humano, en cuestiones como salud, educación, vivienda o conectividad”, dijo Salvia a este medio.
La tercera conclusión significativa que dejó el informe completo del Observatorio de la Deuda Social de la UCA explicó que la mayoría de los segmentos socioeconómicos requirieron ayuda del Estado en medio del aislamiento el año pasado.
Los hogares con programas sociales pasaron de 33,4% en 2019 a 47,3% en 2020. Si sólo se tiene en cuenta a los hogares pobres, la curva parte de más arriba pero mantiene la tendencia: pasa de 63,1% a 76,6% en el mismo período. Además, en la misma sintonía, todos los estratos ocupacionales vieron incrementada la asistencia estatal. Pasó en los hogares bajo marginales (59,1% a 77,3%), bajo integrado (42,7% a 59,6%), medio no profesional (17,1% a 29%) y medio profesional (3,4% a 6,7%) entre 2019 y 2020. De yapa, una cuarta percepción se desprende del informe de la universidad. El impacto de la cuarentena fue mucho más pronunciada en la provincia (ver aparte) que en la ciudad de Buenos Aires.
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