Para la UCA, la Tarjeta Alimentar redujo el hambre en hogares pobres
Impacto. Los beneficiarios tuvieron un 19,4% menos posibilidades de sufrir esa carencia; en lo que no se alcanzó el objetivo fue en mejorar la dieta de los destinatarios
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La Tarjeta Alimentar entregada por el Estado a hogares con necesidades para que compren exclusivamente alimentos, sin poder usarla para adquirir bebidas alcohólicas o retirar dinero en efectivo, empezó a mostrar su impacto real en la sociedad: redujo considerablemente la inseguridad alimentaria de quienes la recibieron, en comparación con aquellos de igual condición pero sin este beneficio.
Esto surge de un trabajo elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) y solicitado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para medir el impacto de esta política pública. “El Programa Alimentar ejerció en el marco de la crisis sanitaria y socioeconómica Aspo-Covid19 un impacto protector ante la inseguridad alimentaria de los hogares y sus miembros, y especialmente ante la situación más grave que afecta a niñas, niños y adolescentes”, concluyó el estudio.
Ianina Tuñón, investigadora responsable del Observatorio de la Deuda Social de la UCA y una de las autoras del informe especial titulado “Evaluación de impacto del Programa Tarjeta Alimentar”, explicó que el trabajo muestra de manera muy contundente que un destinatario de este beneficio tuvo una incidencia de la inseguridad alimentaria de 34,8%, mientras que en el grupo de comparación (de idénticas características socioeconómicas, pero sin el beneficio) esa cifra fue de 54,2%. “Es decir que un hogar que tenía la tarjeta tuvo un 19,4% menos de posibilidades de tener inseguridad alimentaria”, señaló.
Otro tanto se pudo observar en el caso de la población infantil, donde la diferencia fue incluso mayor. “En los destinatarios hubo una incidencia de la inseguridad alimentaria de 41,7%, mientras que en los que no tuvieron el beneficio esa incidencia ascendió a 70,8%, con lo que los niños y niñas que recibieron la tarjeta tuvieron 29% menos de posibilidades de sufrir inseguridad alimentaria”, destacó Tuñón.
En otros estudios la comparación se hacía con poblaciones que tenían otra condición social, mientras que en este el cotejo se hizo con grupos de idéntica condición social y cuya única diferencia es que no recibieron la Tarjeta Alimentar. “Esto hizo que el análisis fuera muy preciso al evaluar cuál fue el efecto que tuvo la tarjeta en la inseguridad alimentaria, en los consumos alimentarios y en los consumos no alimentarios vinculados básicamente a la higiene”, comentó Tuñón.
El trabajo muestra, además, la eficacia que tuvo el Programa Alimentar a la hora de reducir la indigencia y la pobreza. Así, se ve que los hogares por debajo de la línea de indigencia en el país son 9,2%, mientras que si se quita el Programa Alimentar (Tarjeta Alimentar más AUH) esa cifra asciende a 27,5% . En el caso de niños esos porcentajes son 10,6% y 33,3%, respectivamente.
En tanto, los hogares que están por debajo de la línea de la pobreza son 71,6%, mientras que si se quita el beneficio del Programa Alimentar ese número llega a 82,2%. En el caso de los niños, esos porcentajes son 79,8% y 88,9%, respectivamente. “Lo que pasó con indigencia y pobreza era esperable, pero lo más importante era reducir la inseguridad alimentaria”, acotó Tuñón.
En algo en lo que, sin embargo, no se alcanzó el objetivo fue en mejorar la dieta de los hogares. “Esto ocurrió porque no estaba pensado para una pandemia, sino para reforzar la Asignación Universal por Hijo con una tarjeta que estuviera destinada prioritariamente al consumo de alimentos”, indicó la investigadora de la UCA.
En ese sentido, la política pública encarada apuntaba a que, en un contexto de menor adversidad socioeconómico los hogares pudieran elegir sus consumos alimentarios y mejorarlos, pero la irrupción del covid dificultó su concreción. “Tenemos déficit en consumo de frutas, verduras y lácteos, algo sobre lo que no vimos un efecto positivo. Eso está asociado a que en este contexto la tarjeta fue esencial para poder comer y no para elegir qué comer. Además, la pandemia impidió realizar todo el trabajo de formación y de sensibilización”, dijo Tuñón.
Otra de las conclusiones a las que arribó el estudio en cuestión fue que, si bien el Programa Alimentar está orientado a la compra de alimentos, el aumento de los ingresos debido a la transferencia de dinero puede tener un impacto también en las compras de productos no alimentarios. En efecto, los hogares destinatarios de la Tarjeta Alimentar tuvieron un 18,8% más de consumo en productos de limpieza que los no beneficiarios. Asimismo, compraron 19,3% más productos de higiene y aseo personal, y un 14,1% más de productos de protección e higiene femenina.
En la UCA destacaron la importancia de hacer evaluaciones de impacto. “Esto permite corregir políticas públicas. Una de las correcciones que se hicieron fue ampliar la cobertura de la Tarjeta Alimentar a los 14 años, algo que es una buena práctica para mejorar las políticas públicas mientras se hace el monitoreo”, subrayó Tuñón
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