Palazzo vs Mercado Libre. Parece pensado para la campaña
"Nuestra Voz", el multitudinario grupo de WhatsApp de ejecutivos urgidos por reclamar ante lo que consideran hostilidades sindicales, surgió en realidad con varios años de retraso. No hay nada nuevo en el espíritu de esas quejas, salvo el momento y el contexto en que se expresan.
La crónica debería ubicar la génesis del chat a principios de abril, todavía en plena turbulencia cambiaria, cuando Marcos Peña reconsideró un principio hasta ese momento instalado en la Casa Rosada, el que dice que el Gobierno rechaza incluso estéticamente los acuerdos corporativos, y empezó a citar a su despacho a empresarios.
Esos primeros encuentros fueron tensos, con reproches que evidentemente se habían venido acumulando. "Nosotros cuestionamos las extorsiones sindicales, pero los refuerzos nunca llegaron", llegó a decir en uno de ellos el jefe de Gabinete. No había muchos invitados. Lo escuchaban, entre otros, el desarrollador inmobiliario Eduardo Costantini y Néstor Nocetti, socio fundador de Globant. Era en realidad una crítica que compartía todo el macrismo. Francisco Cabrera, exministro de la Producción, solía apuntar que en las causas que investigan a Hugo Moyano no figuraba una sola denuncia empresarial.
Pero el diálogo empezó a hacerse más fluido y las reuniones, más frecuentes. En medio de la recesión y todavía con la intención de voto de Macri por el suelo, afloraba una coincidencia elemental: ambas partes, el Gobierno y los empresarios, temían por el regreso de Cristina Kirchner al poder. "¿Qué podemos hacer para ayudar", preguntó una vez Guibert Englebienne, también fundador de Globant, y Peña lo exhortó a hacer pública la defensa de valores como la propiedad privada o la libertad. "Son también los nuestros", le aclaró. El resto de la historia es conocida: Englebienne y su socio Martín Migoya crearon el grupo de WhatsApp "Nuestra voz", muy bien recibido por sus pares.
La incorporación de Pichetto a la fórmula presidencial le aportó masa crítica a esa sintonía. El senador suele tener menos reparos discursivos que los macristas: puede abordar suelto de cuerpo cuestiones que horrorizan en un país donde derecha o capitalismo son sustantivos peyorativos. En esa lógica hay que interpretar la advertencia que les hizo a los peronistas de la provincia de Buenos Aires sobre Axel Kicillof: "Llevan a un hombre del PC".
Pichetto terminó siendo un aliado contra esos tabúes. No tanto por ideología como por cuestiones operativas: hace cinco años, el presidente de una distribuidora eléctrica admitió a este diario que la única razón por la que no empezaba a ofrecerles un descuento a los clientes que accedieran a recibir facturas electrónicas era el malestar de Luz y Fuerza ante los puestos de trabajo que eventualmente se perderían entre quienes las repartían por las casas. Esa concesión, que él hacía de manera amistosa porque tenía una buena relación con Oscar Lescano, entonces líder del sindicato, le costaba en ese momento 12 millones de pesos por año. Algo parecido le pasó en 2016 a Federico Sturzenegger, todavía presidente del Banco Central, con Hugo Moyano por los resúmenes digitales.
La tecnología abre caminos en general inabordables para una reforma laboral. Incluso consiguiendo, como procura, que algunas empresas vuelvan a fabricar en Estados Unidos, Donald Trump no podría recrear aquel escenario de clásicos empleos manufactureros de Detroit o Pittsburgh simplemente porque el modo de producir cambió: si regresaran de China, Vietnam, Bangladesh o México, esas mismas plantas requerirían otro tipo de mano de obra; están altamente tecnificadas.
La discusión entre Sergio Palazzo, líder de La Bancaria, y Mercado Libre interpela al antiguo orden. ¿Cuánto le llevaría a la compañía contratar, por ejemplo, trabajadores en Colombia si no encuentra aquí una solución? Son cuestiones que el chat "Nuestra voz" se plantea casi a diario. Como en todo grupo, ahí hay voces menos conciliadoras que otras.
La novedad es que este conflicto haya empujado coincidencias en un establishment que estaba inaugurando disidencias internas, e incluso con el Gobierno, por el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Sin proponérselo, la aparición de Palazzo tuvo el sentido electoral que pretende el jefe de Gabinete: los enemigos son la extorsión y el pasado. Parte del atraso de la Argentina se origina en no ponerse de acuerdo sobre lo elemental.
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