Otro falso dilema: ¿medio ambiente o economía?
En las últimas semanas hemos asistido al furor en redes de un nuevo falso dilema entre un grupo de ambientalistas, preocupados por el sufrimiento animal o la proliferación de nuevas pandemias, y quienes proponemos un enfoque industrializador del agro que genere trabajo genuino, industrias crecientes y nuevas exportaciones.
Es un debate "berreta", según lo calificó un reconocido sociólogo del Conicet, y coincido bastante con la apreciación. Todas las actividades económicas generan algún tipo de costo ambiental.A nadie se le ocurriría eliminar las industrias como principal motor de desarrollo económico; y eso no implica minimizar el impacto ambiental, sino delegar en los legisladores y los gobiernos la potestad de regular y controlar que los beneficios superen largamente los riesgos implícitos.
La Argentina es un país con tradición y probada competencia en la actividad agrícola y ganadera. Tiene los productores más profesionales y eficientes del mundo y ha sabido convertirse en un proveedor confiable de granos para muchos países. Lo hacemos de manera sustentable y permanentemente surgen iniciativas y leyes que impulsan una mejora de sus procesos para asegurar la sustentabilidad del sector (siembra directa y ley de envases, sólo para mencionar algunas).
Hay algo del contexto en el discurso que mayoritariamente se levanta en las redes desde los ambientalistas, que permanece bastante ausente:
1. Las últimas mediciones de pobreza indicaban que cerca de la mitad de la población se encuentra bajo la línea de pobreza.
2. Lo anterior tiene una vinculación directa e inmediata con la dificultad de crear nuevos puestos de trabajo.
3. La inversión directa ha sido esquiva en los últimos años y eso también conspira contra la creación de empleo.
4. Hay una escasez recurrente de dólares genuinos que estalla cíclicamente y pone en evidencia la necesidad de exportar más.
5. Sin pretender ser excluyentes, hay pocos sectores con suficientes ventajas competitivas para cubrir ese gap: la agroindustria, incluida la biotecnología y las ciencias del conocimiento califican sin duda a tope de banda.
Uniendo los puntos -parafraseando a Steve Jobs, fundador de Apple-, resulta casi evidente que un gobierno debe generar acuerdos estratégicos que les permitan a los inversores detectar sectores atractivos para invertir.
En ese marco, ¿cómo no celebrar el potencial acuerdo con China para la producción y exportación de carne porcina? Ojalá la cancillería y los ministerios de economía y de producción logren más y nuevos clientes interesados en nuestros productos, y cuanto más valor agregado tengan, mejor.
Empatizo con las preocupaciones que manifiestan los grupos de interés en el cuidado del medio ambiente y celebro que esas voces se hagan oír, porque desde la crítica constructiva se logran siempre mejores resultados. Pero eso está lejos de poner en duda la sustentabilidad de un proceso de agro-industrialización adecuadamente planificado y controlado.
Si de empatía se trata, me moviliza mucho más la cantidad chicos y adolescentes en situación de indigencia por falta de oportunidades laborales de sus padres que no logran acceder a una alimentación mínima y aceptable con regularidad.
¿Será que esta vez podamos movilizarnos como sociedad en la promoción de soluciones para nuestros dilemas económicos crónicos sin encontrar, una vez más, excusas para boicotear las pocas chances de despegue que nos quedan?
El autor es Director General para Syngenta Latinoamérica Sur y Docente de la FCE UBA