Oro en el ajedrez: reflexiones sobre el fascinante mundo del juego, la economía y el comportamiento humano
Un niño argentino de 10 años es el Maestro Internacional más joven de la historia; sobre qué aspectos académicos echa luz esta disciplina, en pleno auge en los últimos tiempos
- 6 minutos de lectura'
La industria del ajedrez explotó como nunca. En número de jugadores, en movimiento de dinero y en cantidad de torneos, las magnitudes actuales no tienen parangón. Y en el medio de este auge inédito emerge de los tableros un prodigio argentino: Faustino Oro, un niño de tan solo 10 años es el Maestro Internacional más joven que jamás existió.
Faustino empezó a cosechar fama en ocasión de una partida a un minuto contra el noruego Magnus Carlsen, actual número uno del mundo y considerado por muchos el mejor jugador de la historia. Fausti disfrutaba jugando contra el campeón, cuando un error fatal de Carlsen le entregó una ventaja decisiva. En un minuto, por cierto, esas diferencias se pueden esfumar, por distracción o por tiempo, y más cuando el que las tiene que aprovechar es apenas un niño. Pero Fausti no dejó escapar la oportunidad, y cuando el reloj marcó el final se estremeció y cerró el puño celebrando la victoria.
Podría señalarse que las partidas a un minuto son más azarosas y equilibradas. Brindan oportunidades por la velocidad a la que se juega, incluso ante el número uno. ¿Había tenido Fausti apenas un golpe de suerte contra Carlsen? No: en otra batalla similar, esta vez a tres minutos, le ganó a Hikaru Nakamura, actual número dos del planeta. En esta modalidad, los blunders (errores groseros) ya no son tan comunes, y Fausti dio otro golpe que repercutió globalmente.
Uno de los aspectos más fascinantes de la vida de Faustino (que tuvo una fama tan precoz como los primeros ataques en su contra, que llegaron por parte de ajedrecistas rusos) es que recién se interesó por el ajedrez durante la pandemia, quizás aburrido de estar todo el tiempo encerrado. Un ejemplo dramático del rol del azar en nuestras vidas: sin pandemia, quizás hoy no gozaríamos de este talento.
Los acelerados sucesos que vive Fausti suelen ser entendidos por varios como la revelación de una mente brillante, de un genio capaz de cualquier hazaña. Más aún, nuestro cerebro tiende a elaborar expectativas lineales: si se trata del maestro más joven de la historia, será entonces el mejor jugador de ajedrez de la historia. La argentinidad, exacerbada gracias a los éxitos futbolísticos recientes, tampoco es buena estrategia para formular predicciones confiables. En verdad, la enorme cantidad de acontecimientos que a esta temprana edad le quedan por vivir, más la implacable competencia que debe afrontar (talentos indios, también muy jóvenes, y otros jugadores argentinos de apenas más edad, como los hermanos Fiorito), son cuestiones que piden que su carrera se lleve adelante con cautela y prudencia.
El ajedrez tiene mucho que ver con diversas ramas de la economía. Con la teoría de los juegos, por ejemplo. Si bien es obvio que cada jugador debe anticipar la jugada del otro si quiere ganar, en los últimos tiempos han aparecido nuevas estrategias. Una de ellas tiene que ver con la “preparación” de la partida con módulos inteligentes. Cuando un contendiente juega muy rápido la apertura, eso puede señalizar que examinó con detalle cada variante de esa línea. En estos casos, su rival podría intentar “sacarlo de la teoría”, por lo que el jugador que se preparó no siempre moverá al toque y de memoria, para no revelar su estrategia. Conscientes de que gracias a los modernos módulos automatizados el rival puede memorizar 10 o 15 jugadas de arranque para luego quedar bien parado en la partida, varios jugadores intentan “embarrar el tablero” haciendo jugadas inesperadas, que pueden ser de doble filo. Pero, a veces es mejor arriesgar que quedar perdido contra alguien que se aprendió de memoria cómo ganarnos si jugamos pasivamente.
El ajedrez puede echar luz sobre los fundamentos mismos de la economía: todos hemos escuchado que la genialidad en el tablero permite desarrollar una capacidad lógica que mejora cada decisión que tomamos. ¿Son especialmente eficaces los ajedrecistas, por ejemplo, para hacer dinero? No parece. Para empezar, aprender el juego a ese nivel implica dedicarle muchísimo tiempo. Esto significa que la mayoría de las veces estos genios no tienen tiempo para pensar en hacer (buenos) negocios. Quizás es la propia especialización lo que les podría impedir aplicar estos conocimientos en otros ámbitos.
En un plot twist de esta historia, el economista Herbert Simon, premio Nobel de Economía y experto en teoría de la decisión, usó la metáfora del ajedrez para criticar el proceso de decisión óptimo típicamente asumido por los economistas. Los jugadores, aun los mejores, no usan la fuerza bruta del cálculo hacia adelante para determinar sus movimientos, sino heurísticas razonables y satisfactorias, que incluyen, además, el reconocimiento del nivel del rival y su potencial falibilidad.
Simon tenía por objetivo probar, investigando el juego, su teoría económica de la racionalidad limitada, e investigar así los procesos cognitivos subyacentes en la toma de decisiones humanas. Mostró, por ejemplo, que respecto de la memoria los grandes maestros eran mucho mejores que los meros expertos en posiciones de ajedrez factibles y reconocibles, pero no tanto en posiciones generadas al azar. Inició así una larga tradición de investigaciones en psicología experimental, relacionando cognición con el juego ciencia. Esas investigaciones han demostrado, por ejemplo, que los niños con mayores capacidades cognitivas logran, en general, jugar mejor al ajedrez.
Pero lo contrario no es necesariamente cierto: el ajedrez no siempre es un ejercicio eficaz para desarrollar más inteligencia general para las matemáticas, el lenguaje o el rendimiento académico. O, por lo menos, no más eficaz que cualquier otro aprendizaje que se lleve a cabo con dedicación, esfuerzo y continuidad.
Según un artículo del cual participó Guillermo Campitelli, un psicólogo argentino residente en Australia, los posibles efectos de la instrucción en ajedrez son una cuestión abierta. Más aún, la instrucción obligatoria podría generar problemas de motivación y ser perjudicial en algunos casos. Y los beneficios parecen disminuir a medida que se mejora en el ránking, debido a la cantidad de práctica necesaria y a la especificidad del conocimiento adquirido.
Pese a muchos años de investigaciones sobre la genialidad, hoy en día seguimos lejos de poder identificar potenciales genios del ajedrez a través de pruebas cognitivas, imágenes cerebrales o lecturas de ADN. El mejor test para saber si alguien será buen ajedrecista es… ¡verlo jugar al ajedrez!
Y eso es lo que hizo Faustino Oro: jugó al ajedrez. Lo vimos y, como argentinos, no podemos más que estar agradecidos por su forma de jugar y enternecidos por su forma de ser y de hablar. Ser testigos de su desarrollo es un privilegio. Y mientras lo admiramos, aprovechamos para reflexionar sobre el fascinante mundo del ajedrez, la economía y el comportamiento humano.
Otras noticias de Comunidad de Negocios
Más leídas de Economía
Jubilaciones. El tema que provoca conflictos desde hace años y una particular decisión en la era Milei
Cronograma. Cuándo cobro la jubilación si mi DNI termina en 6
“Necesidades urgentes”. Federación Agraria le planteó a Victoria Villarruel una baja de retenciones para los pequeños productores
Cumbre. Emmanuel Macron se reunió con empresarios argentinos en busca de incentivar el comercio entre ambos países