Obras de arte y otros activos no fungibles, parte de un nuevo mercado digital
1. Beeple y Twitter. “Un archivo JPG se vendió a US$69 millones en medio de la euforia por los NFT”. Así titulaba el New York Times una nota publicada en marzo último sobre un nuevo fenómeno económico. El artista conocido como Beeple vendió la obra digital “Todos los días, los primero 5000 días” por US$69,3 millones, tras haber recibido 180 propuestas. Otro ejemplo fue el del cofundador de Twitter, Jack Dorsey, que decidió subastar su primer tuit redactado en la red (“Just setting up my twttr”) y su iniciativa se convirtió rápidamente en una puja millonaria que finalizó en una operación de NFT de US$2,5 millones.
2. De qué se trata. La sigla NFT significa “Non Fungible Token” o, en español, moneda (o activo) no fungible. El término no fungible hace referencia a que este “token” es único y no puede ser reemplazado por otro bien. Por ejemplo, el dinero o el bitcoin son fungibles, porque puedo intercambiar una unidad por otra y para mí sería lo mismo (un billete de $100 por dos de $50). Al hacerme de un NFT adquiero algo con propiedades únicas, que no puede ser intercambiado. Un NFT es un activo “inimitable” en el mundo digital, que puede ser comprado y vendido como cualquier otra propiedad, pero sin tener forma tangible.
3. Contratos digitales. Los NFT tienden a asociarse con el arte, pues las obras tradicionales como las pinturas son valiosas por ser únicas. Pero entre los NFT hay también memes, tuits, fotos, videos, etcétera. Esto no implica que los archivos no puedan ser copiados y hasta viralizados; de hecho, eso ya ha sucedido. Los archivos digitales pueden ser duplicados con facilidad una y otra vez. Pero con los NFT el arte puede ser “tokenizado”, para crear un certificado digital de propiedad que puede ser comprado y vendido. Como pasa con las criptomonedas, quedan asignados a su propietario en un registro almacenado en un libro de contabilidad conocido como el blockchain (la arquitectura de software detrás de las principales criptomonedas). Esto, a su vez, asegura que no puedan ser falsificados, dado que los contratos digitales inteligentes funcionan como las antiguas estampas que aseguran que ese activo es de tu propiedad, pese a que sea de libre disponibilidad.
4. Operación. Cuando un desarrollador lanza un proyecto de NFT (hay varias plataformas disponibles), este se puede ver en diferentes proveedores de billeteras, negociar en los mercados y visualizarse en los mundos virtuales. Una vez adquirido un NFT, se almacena en wallets o billeteras de activos digitales compatibles. La más usada para las transacciones de NTF se basa en la cadena de bloques Ethereum, pero otras blockchain también lo admiten.
5. ¿Burbuja? Los NFT no son cosa nueva, aunque las transacciones del último tiempo despertaron el interés. Bajo el nombre de CryptoKitties, en 2017 se presentó un juego que permitía a los usuarios criar gatos digitales y cruzarlos para producir gatos exóticos. El mecanismo era simple: comprar un gato digital, criarlo, venderlo, ir por otro y esperar a que el nuevo sea demandado. En ese momento se alcanzó un pico de 5000 ethers de volumen transaccionados, ahora ya superado. Si bien los más fanáticos del fenómeno no creen que haya una burbuja, dado que los bienes son únicos, hay advertencias sobre que los últimos volúmenes y transacciones no responden a esa simple lógica y que, además, los NFT llevan asociado un costo ecológico relacionado con el enorme consumo de electricidad y los recursos para generarlos y gestionar su compra y venta.
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