Nuevo acuerdo con el FMI: el último suspiro del “plan llegar”, condicionado por la campaña presidencial
El Fondo espera una secuencia de medidas antes de llevar el acuerdo al board, algo que ocurrirá recién después de las primarias presidenciales
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WASHINGTON.- Cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) se sentó por primera vez a negociar un acuerdo con el gobierno de Alberto Fernández, Kristalina Georgieva aspiraba a lograr un plan “integral y creíble” para encarrilar la economía. Nunca ocurrió. El último acuerdo, negociado a lo largo de más de diez semanas por el ministro de Economía y ahora candidato presidencial, Sergio Massa, apenas aspira a que la economía no se rompa más hasta que llegue un nuevo gobierno. Es el último suspiro del plan “llegar”, condicionado por las limitaciones políticas de la Argentina, intensificadas, ahora, por la campaña presidencial.
A sabiendas de las críticas, el Fondo ajustó sus ambiciones y sus exigencias, y apenas buscó ahora fortalecer lo poco que ya había y darle lo justo al Gobierno para que pudiera transitar las elecciones con calma y algo más de estabilidad. Avaló el plan oficial, pero solo con “carácter temporal”. Y lo hizo con salvaguardas para seguir cobrando, sin darle a Massa más de lo que ya estaba comprometido, y con condiciones: antes de girar los US$7500 millones, el Fondo quiere ver “una secuencia de políticas” implementadas para que el Directorio Ejecutivo trate el nuevo acuerdo. Eso recién ocurrirá, probablemente, después de las primarias presidenciales, en las que Massa compite como candidato presidencial de Unión por la Patria.
“Entre ahora y la reunión del directorio habrá una secuencia de políticas que deberá ser implementada para que vayamos al board”, adelantaron fuentes con conocimiento de las conversaciones.
El staff del Fondo buscó correcciones mínimas a los desvíos que hubo en el programa en un contexto muy complicado, agravado por la extrema sequía que le quitó más de US$20.000 millones a las exportaciones argentinas. Pero la crisis, enfatizó el Fondo, no se debe solo al clima, sino también a los “desvíos y retrasos” del Gobierno, aguijoneó el organismo en su comunicado sobre el acuerdo.
Sin margen para discutir ahora un plan profundo, que permitiera, por ejemplo, comenzar a desandar el cepo y a ordenar el régimen cambiario –incluyendo una devaluación del dólar oficial– con una política fiscal y monetaria más cercana al paladar del Fondo y de los mercados, la solución temporal fue estirar el menú de políticas ya conocidas: dólar diferencial para el agro y devaluación fiscal. En Washington creen que, sin un nuevo régimen cambiario, la Argentina no podrá acumular reservas. Pero eso debe llegar acompañado de una política fiscal y monetaria que jueguen para el mismo lado, una tarea que queda pendiente para el próximo gobierno.
Massa se mostró exultante con el acuerdo, aunque tampoco consiguió todo lo que quería, como suele ocurrir cuando hay concesiones. Massa logró que el Fondo le adelantara a agosto el desembolso que originalmente estaba previsto para septiembre. Nada más. Ese giro y el que debió haber llegado en junio, por US$4000 millones, suman los US$7500 millones que recibirá en unas semanas. Es el resultado de haber fusionado la quinta y la sexta revisiones del programa, algo que fue “resultado de la demora en las discusiones”, indicaron las fuentes.
La cifra quedó lejos de la ambición oficial original, pero Massa recibirá fondos. En medio de una campaña presidencial, y con el negociador como candidato, el Fondo le dio lo indispensable a la Argentina y se aseguró seguir cobrando su deuda este año, resignado –ya desde hace rato– a esperar otra administración para volver a negociar, con la expectativa de que el futuro ofrezca un diferencial: un plan económico integral, consistente, creíble, que termine de enderezar a la economía. Massa, además, podrá seguir interviniendo en los dólares paralelos.
En Washington anticipaban, ya desde el inicio de la negociación, que el Fondo sólo daría más plata a Massa a cambio de un programa más sólido, que incluyera correcciones profundas que el Gobierno claramente no está dispuesto a hacer ahora, menos aún con una campaña por delante en la cual el estandarte es el Ministro de Economía. A eso se sumaba que el riesgo para el Fondo de darle más facilidades a la Argentina era altísimo. Al riesgo financiero de un default se sumaba el riesgo político de aparecer como un jugador más en la campaña, y el riesgo moral de que otros países comenzaran a exigir un tratamiento similar al de la Argentina. El acuerdo buscó también minimizar todos esos riesgos.
Una vez más, el cálculo político primó sobre cualquier voluntad por reparar la economía, tal como pasó con la primera negociación que encaró Martín Guzmán en medio de la pandemia, a principios de 2021.
El plan que el Fondo pidió desde el principio –”integral y creíble”, “creíble y sólido”, “consistente”, fueron algunos de los adjetivos escuchados en estos cuatro años– nunca llegó, y Georgieva y su equipo terminaron aceptando en ese momento a regañadientes un programa modesto, que a duras penas llamaron “pragmático y realista”. Las metas del plan se fueron acomodando a la realidad; la inflación anual pasó del 55% anual en marzo de 2022, cuando se firmó el acuerdo, al 115% actual, y el dólar blue subió de $205 a más de $550. La única virtud del programa fue evitar que la economía volara por los aires, para muchos, el leit motiv tácito de la campaña presidencial de Massa.
“Es realista, pragmático y creíble”, había dicho, hace apenas 16 meses, el ahora presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Ilan Goldfajn, sobre el programa. “Es algo que se puede lograr, es realista, ha aprendido de experiencias pasadas y ahora mira a la Argentina, sabe que vamos a empezar a abordar los desequilibrios profundamente arraigados y vamos a llevar a la Argentina en la dirección correcta”, afirmó Goldfajn en ese entonces.
Los detalles finales del nuevo plan, criticado con la misma rapidez que su antecesor directo, se terminarán de conocer después de las primarias. En los próximos meses se espera también que se intensifique el diálogo entre los funcionarios del Fondo y la oposición, a sabiendas de que, antes de que termine el año, habrá una nueva negociación, ya sea con Massa, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta o Javier Milei, quien quiera sea el ganador de la elección presidencial.