“No me cerró la propuesta salarial”
Un candidato pasa por un largo proceso de selección, pero termina en nada porque la oferta no le resultó suficiente; se trata de un resultado inesperado y frustrante
De todas las instancias que dan forma a un típico proceso de selección, existe una particularmente crítica, aunque por lo general soslayada. Curiosamente descuidado, el momento de la negociación del paquete económico es más importante de lo que a priori asoma y, en no pocas ocasiones, acaba siendo el mismísimo detonante que termina con una aparente exitosa selección y elección en progreso.
Como en muchas otras situaciones de la búsqueda laboral, el primer paso es individual e introspectivo: ¿qué busco? ¿Por qué cambio de trabajo? Minimizar y falsear este interrogante es el principio del fin. Los escenarios pueden ser múltiples y diversos: ¿estoy actualmente desempleado? ¿Busco crecer jerárquicamente? Las respuestas indicarán dónde el candidato está plantado y, por ende, cuál es el piso salarial por debajo del cual un cambio de empleo no es aceptable. Este es otro dato que no puede estar ausente.
El análisis establece, luego, dos preguntas esenciales: ¿cómo y cuándo debe negociarse la remuneración?. Respecto del cómo, la clave radica en no fijar o congelar un importe, sino más bien en abrir el juego y expresar una banda que amplíe las posibilidades. Una mejor referencia suele ser, muchas veces, el valor de la remuneración actual (o la última, en caso de no estar en ese momento empleado) y la disposición a escuchar y conocer más del potencial proyecto para acabar de formarse una opinión.
En cuanto al cuándo, el mejor momento para negociar, para el candidato en proceso, es sobre el final. Básicamente, porque la empresa ha invertido muchos recursos (tiempo y dinero). Lo que siempre debe primar en esta instancia es la comunicación, honesta y precisa, para que la negociación además vaya tomando forma durante toda la secuencia del proceso de selección y encuentre así en el epílogo tan sólo una formalización anunciada y sin sorpresas.
Y un detalle no menor. En contextos inflacionarios deben extremarse los recaudos. ¿Qué no puede descuidarse? Básico: conocer (y exigir conocer) cuál es la política de ajustes o revisiones que la nueva organización tiene definida. Adicionalmente, si la propuesta salarial ya incluye (o no) futuros aumentos, que con el afán de cerrar el acuerdo la compañía ha adelantado. Un error de cálculo u omisión sobre este aspecto puede convertirse en un mayúsculo dolor de cabeza a futuro.
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