No hay que poner en riesgo a los otros bonistas
Es importante que la opinión pública y el Gobierno reconozcan que estamos frente a un escenario mucho más complejo que el que teníamos hace unos meses.
Seguramente se podría cargar las tintas sobre la estrategia seguida y las alternativas de que disponía el gobierno de Cristina Kirchner, pero esa discusión resulta hoy irrelevante.
Cualquier curso de acción posible encuentra reparos de índole legal, tanto en la Argentina como en el ámbito internacional. Por ello el problema lo debemos pensar con frialdad y poniendo en primer lugar los intereses del país y de sus ciudadanos.
Es necesario reflexionar sobre qué senderos se le abren a la Argentina y cuál de ellos es el más eficiente para la construcción de una base material que nos permita superar la indigencia, la pobreza y el atraso relativo.
Una gran parte del problema de la deuda es que un poco más del 92% ha sido reestructurada. Sería un tremendo error político y un daño a los intereses del país poner en riesgo ese 92% por el 8% restante.
El núcleo del problema es que debemos resolver de la manera más inteligente una situación que representa un dilema complejo y en la que tenemos que actuar poniendo la vista en el futuro, dejando de lado los intereses que apremian en el corto plazo que constituyen un camino equivocado con un costo catastrófico para las futuras generaciones.
La mejor contribución que podemos hacer es evitar que la retórica nos vuelva rehenes, tanto del pasado de las acciones seguidas como de los temores a tener que reconsiderar las posiciones adoptadas.
La lucidez patriótica aquí es entender dónde se encuentra la prioridad. Ojalá el Gobierno tenga la mesura y la claridad que se requiere, y que Griesa y la Fragata sean parte del pasado.
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