¿No hay keynesianos en el Ministerio de Economía?
Los funcionarios de carrera pueden pensar lo que les parezca, pero la toma de decisiones está, en última instancia, en manos del presidente de la Nación
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Richard Milhous Nixon durante su primera presidencia nombró a William Pierce Rogers al frente del Departamento de Estado, y a Henry Kissinger como asesor nacional de Seguridad. Al primero le encargó enviar cartas de felicitación, cuando los presidentes de los otros países cumplían años; al segundo le encargó la apertura con China y la terminación de la guerra de Vietnam. Esto fue así porque Nixon tenía una desconfianza visceral con los funcionarios de carrera, encargados de la política exterior de su país. Durante la segunda presidencia, Kissinger se mudó al Departamento de Estado.
El caso viene a cuento a propósito del voto de la Argentina en Naciones Unidas, sobre el embargo comercial de Estados Unidos a Cuba. Voto que se alineó con el del resto de los países, siguiendo la tradición argentina, contra la postura de Estados Unidos e Israel. Voto que le costó el puesto a la canciller, Diana Mondino.
Analicemos el evento desde la perspectiva de los procesos decisorios. Nadie piensa que Mondino hizo votar como ocurrió, por su afinidad ideológica con Cuba. Algún funcionario lo decidió. Según allegados a la excanciller, “la Casa Rosada” sabía. La Casa Rosada es un edificio; ¿quién lo sabía? Si yo hubiera estado en lugar de Diana, lo habría encarado personalmente al presidente de la Nación y, mirándolo a los ojos, le habría consultado. A la luz de la remoción de la ministro, es obvio lo que hubiera resultado de la referida consulta.
¿No habrá en el Banco Central, funcionarios de carrera que están a favor del salto devaluatorio; no habrá en el Ministerio de Economía, funcionarios de carrera en contra de la desregulación de la economía? Seguro que sí, pero la lógica académica no es igual a la lógica de la toma de decisiones.
Es más, Kissinger apunta una asimetría con la cual opinan los funcionarios de carrera. Porque en tal carácter nadie es penalizado por haber alertado contra cosas que no ocurrieron, pero sí por no haber alertado contra cosas que ocurrieron. Por eso un decisor le dijo a un asesor: “No me aumentes los miedos, que con los que tengo son suficientes”.
Los funcionarios de carrera que piensen lo que les parezca; es más, en sus cátedras universitarias no está mal, si lo creen conveniente, que critiquen la toma de decisiones del gobierno de turno. Pero la toma de decisiones está, en última instancia, en el presidente de la Nación.
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