No existen pronósticos buenos o malos si sólo se miden resultados
No se califica una predicción por su cumplimiento, sino por el camino elegido según los datos a mano
En un mundo sin azar, en el que los resultados fueran siempre la consecuencia directa de la utilización de los medios que presuntamente conducían a esos fines, la calidad de las decisiones podría juzgarse con un criterio estrictamente ingenieril y exacto.
Allí, el universo se dividiría entre elecciones correctas e incorrectas, siendo las primeras las que logran el propósito que las motivó y las segundas las que yerran en el fin que se proponen.
Pero cuando los dioses de la aleatoriedad meten la cola, el resultado tiene –en mayor o menor medida– una cuota de carambola y ya no puede asegurarse ni que un resultado malo sea la consecuencia de una decisión equivocada ni tampoco que cuando las cosas salen bien se deba a que se obró correctamente.
Sin embargo, como no tenemos la capacidad cognitiva de reconocer el azar y la casualidad, buscamos conectar los resultados con alguna causa y entonces muchas veces la inventamos, o lo que es peor, la confundimos.
Más precisamente, los científicos sociales Jonathan Baron y John Hershey, de la Universidad de Pensilvania, demostraron con un ingenioso experimento social que tenemos la propensión a cometer el "sesgo de resultados", que consiste en juzgar la calidad de las decisiones por los resultados obtenidos
Cuando salió Psychonomics, le escribí al gran filósofo Mario Bunge, contándole sobre la nueva ciencia económica que vislumbraba. Con escepticismo y ante mi descripción de la economía como la ciencia de la elección me espetó: "¿La economía? ¿Ciencia de la elección? ¿No será por esto que nunca ha explicado, ni mucho menos predicho, ninguna de las crisis económicas?"
Viniendo de cualquier otra persona lo habría tomado como una chicana, pero un científico de la talla de Bunge no dice nada por casualidad. Es evidente que se trata de un argumento imposible de falsear: no hay manera de saber si no existieron de hecho miles de crisis potenciales que fueron predichas por los economistas de los bancos centrales y evitadas mediante una política monetaria adecuada. Con el diario del lunes es muy fácil mirar hacia atrás y buscar a todos los que anticiparon esas noticias y a los que erraron, pero paradójicamente nada dice el resultado final de las variables, sobre la calidad de los pronósticos efectuados ex ante.
Por ejemplo, en la Argentina, a fines de 2013 con casi 24 meses de reservas cayendo 1000 millones por mes, en un contexto en el que el Gobierno no emitía nueva deuda sino que pagaba justamente con esos fondos del Banco Central, todos los economistas privados coincidían con que 2014 terminaría con muchas menos reservas y que no sería sostenible la paridad cambiaria.
Sin embargo, el Gobierno hizo un giro drástico en su política económica; devaluó la moneda, subió las tasas de interés y comenzó a emitir nueva deuda para no tener que usar las reservas.
Pronóstico acertado
Es altamente probable que buena parte del cambio de estrategia de la política económica haya tenido que ver con el diagnóstico de colapso en las reservas si se persistía con la política anterior. El pronóstico de la crisis de reservas, paradójicamente, evitó la crisis de reservas del mismo modo que el avistaje del iceberg por parte del vigía previene la colisión.
Para evitar caer presa del sesgo de resultados, cualquiera que pretenda analizar la calidad de los pronósticos generados por los economistas debería preguntarse no si el pronóstico efectivamente se cumplió –puesto que ello nada dice sobre la precisión de la predicción–, sino si al momento de efectuar el análisis y dada la información disponible en ese entonces, la línea de razonamiento del profesional fue correcta o pudo haberse extraído una conclusión diferente a partir de los mismos datos. En ese sentido, Casual Mente, es un viaje a las neurociencias del azar que nos enseña a reconocer la aleatoriedad y tomar mejores decisiones; en los negocios, en la política, en los deportes y en la vida en general.
El autor es economista y autor del libro Casual Mente
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