No es el fin del mundo
Diciembre se presenta como una tormenta perfecta de mayor presión laboral combinada con mayores demandas familiares que se manifiestan en una gran fatiga
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Pasó el 98% del tiempo del 2024. ¿Qué sentiste al leerlo? Siempre pienso a esta altura del año que el calendario está mal diseñado. Me refiero a que en los meses donde tenemos la energía más agotada es donde todo parece hacerse más urgente: exámenes por rendir, tantas reuniones de cierre y de planificación, encuentros personales, laborales, celebraciones y balances y hasta se nos ocurre agendar todas las visitas médicas que no hicimos durante el año porque no queremos “deberle nada” al año que se va, como si eso fuese posible. El fin de año se presenta como una tormenta perfecta de mayor presión laboral combinada con mayores demandas familiares que se manifiestan en una gran fatiga o incluso “burnout”, un agotamiento físico y mental que puede tener consecuencias complejas en nuestra salud física y mental. Son semanas frenéticas y somos más vulnerables y propensos a descuidar nuestras necesidades.
La paradoja es que este ritmo frenético termina costándonos más tiempo y más energía. Al no estar en nuestro mejor momento de atención, foco y asertividad, resentimos la calidad de nuestras interacciones y comunicación. Ese “modo enloquecido” domina nuestro accionar a tal punto que desenlaza en tolerancia más baja, los ánimos se caldean rápido y somos más propensos tanto a sacar conclusiones apresuradas como a malinterpretar mensajes y hacer suposiciones. Son justamente esos momentos críticos, en los que domina el “no tengo tiempo para esto” en los que ser claros en nuestros pedidos y decisiones es más crítico que nunca. Y en estos casos el único camino posible es desacelerar. Se trata de lograr una pausa, aunque sea muy breve, para autorregularnos y comunicar de manera reflexiva y precisa, aún en la vorágine interna. Esta pequeña pausa nos ahorra tiempo y doma al estrés al reducir los malentendidos y las sobre expectativas.
Mientras termino esta columna, la anteúltima del año, decidí no asistir a una cena de fin de año esta noche. No es una decisión fácil: era un encuentro divertido, con gente querida que tenía muchas ganas de ver. Pero siguen días apretados y preciso esas horas para preparar con más calma algunas entregas y trabajos que requieren un esfuerzo y foco extra. No es el fin del mundo, es el fin de un año más, y quiero entrar al próximo priorizando mi bienestar, que es el que hace que todo lo demás sea posible. Bájense de algo estos días, cambien esa fecha de entrega o simplemente denle unas horas extra al descanso, digan con franqueza lo que necesitan para que la agenda respire un poco. En unos días, y con el envión que le da a nuestro cerebro ver un año entero listo para ser estrenado, retomamos. Nuestros proyectos y metas seguirán estando ahí.