No cometas estos errores al invertir en acciones argentinas
Con subas cercanas al 100% en menos de 6 meses, el índice de acciones líderes Merval muestra un ritmo arrollador, superando por mucho a las inversiones en plazo fijo y a la suba del dólar blue
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A pesar de la delicada situación económica que atraviesa nuestro país, la Bolsa local parece estar de moda entre los inversores. Con subas cercanas al 100% en menos de seis meses, el índice de acciones líderes Merval muestra un ritmo arrollador, superando por mucho a las inversiones en plazo fijo y a la suba del dólar blue.
Semejantes ganancias vuelven a ubicar en el radar a las acciones locales. Muchas cotizan aún a precios deprimidos luego de años de declive y ninguna se acerca aún a los valores que supieron ver a fines de 2017, cuando la Bolsa tocó su máximo medida en dólares.
Lo cierto es que las acciones parecen estar queriendo pegar la vuelta. Por ese motivo, en la columna de hoy nos detendremos a analizar los principales errores que cometen quienes invierten todos sus ahorros o al menos una parte en acciones en el mercado argentino.
Algunos los consideran temerarios, otros los tildan de ingenuos. Aquí tomamos el tema con seriedad para que nuestros lectores sumen conocimientos y saquen el máximo provecho posible a su dinero.
¡Comencemos!
1) Invertir dinero que se necesitará en el corto o mediano plazo
Ya sea por impaciencia, codicia o falta de conocimiento y de planificación financiera, un error muy común a la hora de invertir en acciones es el de hacerlo con dinero que se necesitará en el corto o mediano plazo.
El riesgo aquí es que la esperada suba de precios de las acciones no se dé en el tiempo estimado previamente y que debamos vender por la fuerza una o más posiciones para hacer frente a obligaciones económicas, teniendo que asumir un pérdida que no estaba en nuestros planes.
En este punto, es crucial comprender la siguiente máxima: “Rendimientos pasados no garantizan rendimientos futuros.”
Creer que, porque subió 100% desde enero, el Merval seguirá escalando a ritmo frenético el resto del año, es un error grave que puede resultar en pérdidas significativas.
En consecuencia, se recomienda invertir en acciones solo el dinero que no se necesitará por dos años o más, a fin de que las eventuales caídas no obliguen a asumir pérdidas de ahorros innecesarias.
2) Creer que invirtiendo en acciones sí o sí se la gana a la inflación
La inversión en acciones suele ser un buen remedio para nuestros ahorros contra los efectos nocivos de la inflación, pero el prospecto es claro: en la mayoría de los casos, solo funciona a mediano o largo plazo.
Por lo general, luego de un sacudón inicial de la inflación, las acciones se acoplan puesto que la mayoría de las empresas se acomodan a la nueva situación económica y van ajustando el valor de sus productos y servicios al índice de precios para mantener el margen de ganancias frente a costos en aumento.
Sin embargo, hay que estar atentos porque esta regla no siempre se cumple: existen empresas que, por temas regulatorios, no pueden subir precios sin autorización del Estado. También se producen saltos inflacionarios que impactan en el consumo y disminuyen las ventas, afectando a la vez las ganancias corporativas. Estos son solo dos de los muchos motivos por los cuales no podemos aseverar que, en un período de tiempo determinado, las acciones si o si vencerán o igualarán a la inflación, más allá de que en el largo plazo muchas sí puedan contra ella.
Por lo tanto, si lo que se busca es ganarle a la inversión en el corto plazo, conviene más pensar en plazos fijos con tasas atractivas, aunque teniendo en cuenta factores como los que analizamos la semana pasada en esta nota.
3) Que el miedo a perderte una ganancia no te deje ver los riesgos
FOMO es el acrónimo de fear of missing out o miedo a perderse algo. En el contexto de las inversiones, el FOMO no es otra cosa que la ansiedad o el temor que siente un inversor a perderse una oportunidad de ganar dinero, a dejar pasar una apuesta potencialmente lucrativa.
Este sentimiento suele aparecer cuando se observa que otros inversores están obteniendo ganancias significativas, como viene sucediendo con el Merval en Argentina.
El FOMO se traduce en apuestas impulsivas y poco fundamentadas de inversores que sienten la necesidad de subirse corriendo a un tren que está partiendo de la estación y así salen a comprar acciones y otros activos financieros sin investigar antes el destino que le están dando a sus fondos ni los riesgos asociados con la inversión.
Es el miedo a perderse las potenciales ganancias y quedar afuera de la fiesta el que muchas veces lleva a ignorar señales de advertencia o a invertir más dinero del que uno estaría dispuesto a arriesgar si no estuviese dominado por ese sentimiento.
Para evitar caer en el FOMO, es importante recordar que las inversiones deben basarse en una estrategia sólida y bien fundamentada, teniendo en cuenta los objetivos financieros personales, el horizonte temporal y nuestra tolerancia al riesgo.
Quien decida salir a comprar ahora acciones argentinas debe saber que en poco tiempo tendremos las PASO, un evento que incrementará la volatilidad (movimientos fuertes al alza y/o a la baja) de un mercado ya de por sí volátil como el argentino. Si no se está dispuesto a tolerar los vaivenes y asumir eventuales pérdidas (al menos, momentáneas) superiores al 50%, mejor pensarlo dos veces.
4) Creer que comprando Cedears se está cubierto contra la devaluación
Los Cedears son Certificados de Depósito Argentinos que representan acciones de empresas extranjeras y se negocian en la Bolsa de Buenos Aires. Son una forma de invertir en compañías internacionales con nuestros pesos sin tener que abrir cuentas en el exterior para comprar directamente sus acciones en mercados extranjeros.
En pocas palabras, los Cedears permiten a los inversores argentinos acceder a acciones de empresas conocidas como Apple, Google, Coca-Cola y muchas más. Cada Cedear representa una fracción de una acción de la empresa elegida.
Si bien los Cedears cotizan en pesos, al estar linkeados a las acciones que cotizan en EEUU en dólares, muchas personas caen en el error de creer que, invirtiendo en estos instrumentos, se cubren de una eventual devaluación del peso contra el dólar.
Si bien es cierto que, al menos en principio, se protegen contra una devaluación, debemos introducir el concepto de ceteris paribus, que implica mantener todas las demás variables constantes, para entender la diferencia entre protegerse con Cedears y hacerlo directamente con dólares.
Los Cedears son un ejemplo de dolarización ceteris paribus, puesto que, al comprar acciones de una empresa extranjera, si hay una devaluación y las demás variables se mantienen constantes (básicamente, el precio en dólares de esas acciones en Nueva York), veremos cómo nuestra tenencia en pesos aumenta en línea con la suba del dólar, pero lo cierto es que el precio de las acciones suele fluctuar y difícilmente se dé el mencionado ceteris paribus.
Las acciones que cotizan en Nueva York suben y bajan en dólares todos los días en base al desempeño de la empresa emisora, del mercado estadounidense y de las economías donde esa compañía se desempeña.
Por ejemplo, si tenemos un Cedear de una empresa estadounidense y el precio de sus acciones en el país del norte cae debido a malos resultados corporativos, el valor del Cedear en pesos argentinos también se verá afectado, independientemente de lo que ocurra con el tipo de cambio entre el peso y el dólar.
En concreto, el concepto de ceteris paribus en este caso no se aplica debido a que las demás variables (precio de la acción) no se mantienen constantes. Por lo tanto, un Cedear puede bajar en pesos, aunque el dólar suba. O aumentar menos que la divisa estadounidense o subir mucho más. Otra vez, la volatilidad existe y está presente. Es una realidad que no puede resultarnos ajena a la hora de planificar una inversión.
Conclusión
Es fundamental comprender los errores a los que estamos expuestos y que repasamos en esta columna antes de invertir en acciones. Nos ayudarán a reducir la posibilidad de sufrir pérdidas.
Finalmente, no se trata de no equivocarse, sino de aprender para tomar mejores decisiones y poder sostenerlas en el tiempo, aunque la meta demore en llegar más de lo esperado.
¡Te espero en la próxima columna!
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