No bajar Ingresos Brutos impacta más en los contribuyentes que la rebaja en Ganancias
Al suspenderse el Consenso Fiscal, en 2020 las provincias siguieron aplicando alícuotas altas de ese impuesto; su efecto se diluye al estar incluido en el precio de todos los bienes y servicios
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CÓRDOBA.- Ganancias e Ingresos Brutos (IIBB) son dos impuestos diferentes en sus impactos. Para el consumidor, el primero pega directamente en sus ingresos, en cambio no percibe igual a II.BB, aunque estén presentes en cada pago que haga al comprar bienes y servicios. Las modificaciones de Ganancias que se aprobarían en unos días en Diputados tendrán un costo fiscal de alrededor de $49.000 millones, que se compensará con el alza de la alícuota para empresas al 35%. La suspensión del Consenso Fiscal –acuerdo entre Nación y las provincias que se firmó a fines de 2017- permitió el año pasado a los gobernadores un alivio fiscal de entre $60.000 millones y $80.000 millones. De ese acuerdo se frenó la rebaja de II.BB y del impuesto a los Sellos, lo que permitió que las provincias siguieran recaudando lo mismo por esos tributos.
El economista Ariel Barraud, del Iaraf, recuerda que ya en el primer año de vigencia del acuerdo varias provincias subieron alícuotas de II.BB porque las tenían por debajo del techo previsto, y con la suspensión que este año rige por segundo consecutivo se frenaron rebajas como las que impactan en la construcción, que debían llegar al 2% el año pasado, o la que recae sobre actividades primarias, que ya deberían estar exentas, mientras que en la industria la alícuota debería estar en 0,5% y sigue en 1,5%.
En el caso de servicios financieros, directamente se habilitaron las subas, que se registraron en varias jurisdicciones (Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Buenos Aires); del 5% límite fijado hoy se mueve entre 7% y 8%. Hace unos días, Adeba –que reúne a la banca nacional- reclamó reducirlos para incentivar el crédito. Junto con la suspensión del consenso, también se autorizaron las alzas de Sellos que, según el acuerdo, se debían eliminar los tratamientos diferenciales y este año se debía llegar al 0,25% para eliminarlo en 2022.
Barraud insiste en que el impuesto –criticado de manera unánime por su efecto cascada- alcanza a todos los bienes que se consumen por vía de la cadena productiva: “Por su impacto en forma de pirámide se termina cobrando impuesto sobre impuesto. Por ejemplo, en alimentos alcanza el 8%, cuando el IVA es, para muchos artículos, el 12%. Sin embargo, la percepción no es la misma. El mecanismo de funcionamiento de la carga hace que termine escalando. Toda la canasta de consumo está afectada, aunque en algunos bienes más que en otros”, explica el economista.
El objetivo final era que II.BB en el caso del comercio quedara con una alícuota del 5% (ya establecida para 2019), para después transformarlo en un impuesto final a las ventas, lo que terminaría con el efecto cascada. En los últimos años se barajaron varios proyectos en ese sentido, pero todos quedaron en la nada.
Hace seis años el gobernador cordobés Juan Schiaretti impulsó un IVA provincial con una alícuota de entre 10 y 12%, que permitiría -sin elevar la presión tributaria- eliminar II.BB. Si la alícuota fuera del 17%, habría que bajar el IVA nacional y sólo coparticiparlo con las provincias chicas. Proponía instrumentar el sistema a través del convenio multilateral entre provincias.
“Nos distraen mucho con Ganancias, pero lo cierto es que en el país se alinean los planetas anti inversión, con más carga para las empresas. Estamos llenando todos los casilleros para ir en contra de la prosperidad y el empleo –dice el tributarista César Litvin-. El consenso apuntaba a terminar con los impuestos tóxicos; los gobernadores se comprometieron en 2017 y dos años después quedó en la nada. Ese permanente cambio en las reglas es lo que explica que no tengamos crecimiento; además de que no se controla el gasto público”.
El experto ratifica que los impuestos locales, principalmente II.BB y las tasas municipales –a las que califica de “verdaderos impuestos disfrazados”- tienen un efecto “tóxico sobre la actividad económica porque repotencian precios, reducen la rentabilidad y alientan la informalidad”. A criterio de Litvin, el pacto fiscal se presentaba como un “buen remedio para alentar inversiones y crear empleo”, y la suspensión se traduce en un “aumento de impuestos para sostener un Estado obeso”.
Su colega Federico Favot aporta una jugada de las provincias que golpea a las empresas, particularmente a las pymes, como es el cobro a cuenta. “Aun con los techos vigentes, los pagos a cuenta hacen que las empresas acumulen saldos a favor muy importantes; se genera descoordinación y caos entre los distritos, que termina burlando la cláusula del Consenso que apuntaba a terminar con eso”.
Explica que las compañías deben gastar en trámites o incluso en litigar y que la devolución del dinero a favor demora “mucho tiempo”. Hay que tener en cuenta que esos recursos no se pueden usar para pagar otros impuestos.
Respecto de los municipios, las provincias se comprometían a establecer con ellos un régimen legal de coparticipación, a adoptar un régimen legal de responsabilidad fiscal similar al nacional (también suspendido en sus cláusulas más importantes) y a promover la adecuación de las tasas aplicadas en las jurisdicciones, de modo que estas se correspondan con la efectiva e individualizada prestación de un servicio y sus importes guarden una razonable proporcionalidad con el costo. Tampoco se concretaron esas promesas.
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