Ni un icónico bar se salva de la crisis europea
Harry’s Bar lucha por sobrevivir en Venecia
La crisis económica que aqueja a Italia ha dejado a Harry’s Bar, la legendaria taberna de Venecia frecuentada por Ernest Hemingway y Aristóteles Onassis, al borde de servir la última copa.
Agobiado por la deuda, una caída en el número de clientes estadounidenses y en medio de una batalla con sus empleados para reducir los costos laborales, el bar que inventó el cóctel Bellini, una mezcla de Prosecco, un vino espumoso italiano, con jugo de durazno, ha recurrido a un fondo especializado en deuda para resucitar su negocio.
"Los bancos nos dijeron que habíamos llegado al límite", cuenta en una entrevista el dueño del local, Arrigo Cipriani, de 80 años e hijo del fundador. Cipriani también es dueño del restaurante de igual nombre en Nueva York.
Cipriani agregó que, por el momento, el bar permanecerá abierto mientras los gestores de Blue Skye Investment, un fondo de Luxemburgo especializado en deuda de empresas en problemas, tratan de enderezar el rumbo.
Las penurias del legendario restaurante marcan un doloroso episodio en una crisis que está perjudicando a muchos empre-sarios italianos, que afrontan el encarecimiento de la financiación, por un lado, y una caída en las ventas, por el otro. Esa combinación ha vuelto a colocar a las rígidas leyes laborales de Italia en el ojo del huracán. Si bien el gobierno de Mario Monti ha realizado algunas reformas, las empresas italianas señalan que todavía falta hacer mucho más.
Se trata del peor momento para este ícono veneciano fundado por Giuseppe Cipriani en 1931. El local no tardó en convertirse en un lugar predilecto de los aristócratas europeos, así como de reconocidos artistas y escritores, como el director de orquesta Arturo Toscanini y Truman Capote y Hemingway, quien hasta tenía una mesa favorita.
En 1948, Giuseppe Cipriani inventó el Bellini, que luego se convirtió en uno de los cócteles más populares de Italia.
Harry’s Bar prosperó mientras los extranjeros acudieron en masa a Venecia, atraídos por su estilo y clásica gastronomía italiana. Fue especialmente popular entre los estadounidenses, que lo convirtieron en una escala obligatoria en sus vacaciones en la ciudad de los canales.
En años recientes, sin embargo, la recesión ha causado estragos en el bar. Los estadounidenses, el mayor grupo de turistas extranjeros que viaja a Venecia, empezaron a gastar menos que sus predecesores. Desalentados por los precios del menú, a menudo se limitan a pedir un Bellini (a 16,5 euros o US$21,72) y tomar algunas fotos.
Al mismo tiempo, la cantidad de turistas estadounidenses en Venecia disminuyó 30% entre 2006 y 2009, según las autorida-des locales. La cifra ha repuntado desde entonces, pero a fines de 2011 seguía 15% por debajo del máximo.
Harry’s Bar empezó a arrojar grandes pérdidas en 2008, lo que obligó a Cipriani a endeudarse mientras esperaba un repunte de la economía. Pero el bajón persistió y el dueño trató de recortar los salarios de sus empleados: el personal representa en torno a 55% de sus costos totales, en comparación a 38% en el caso de sus restaurantes no italianos, observa. Pero sus 80 trabajadores organizaron una huelga el año pasado y a Cipriani no le quedó más alternativa que atender las mesas él mismo.
Este año, cuando las deudas bordean los 6 millones de euros y los ingresos llegan a apenas 8 millones de euros, Cipriani buscó la ayuda de Blue Skye Investment. El fondo compró 16% del holding que controla el restaurante veneciano, aportándole la liquidez que necesitaba.
Pero los acreedores de Cipriani lo han obligado a permitir que Gianluca D’Avanzo y Salvatore Cerchione, dos representantes del fondo que ahora ocupan sendos puestos en la junta directiva de Harry’s Bar, asuman el control de la reestructuración y traten de recortar costos. Cipriani asegura que los problemas en Venecia no afectan sus propiedades en otros países. D’Avanzo y Cerchione no respondieron a las solicitudes de comentarios para este artículo.
Cipriani, en tanto, se toma sus problemas con calma. "Cuando tienes 80 años, has conseguido una cierta paz", manifestó. "He visto cosas mucho peores en el pasado".
Deborah Ball y Giovanni Legorano