Ni ortodoxia ni piloto automático
El kirchnerismo tiene como objetivo retener parte o todo el poder político. No le alcanza con "irse bien". Esto implica que intentará, con un candidato K, derrotar a Scioli en las PASO del PJ, para alcanzar un tercio de los votos en la primera vuelta y disputar el ballottage si la oposición se presentara dividida. Si pierde, al menos retendrá una porción de poder como segunda fuerza política nacional. Para que esta estrategia tenga éxito es crucial para el Gobierno evitar una crisis macroeconómica, ya que éstas evaporan el poder político.
Lo cierto es que la política populista K de la última década generó tres desbalances macro: un déficit de balance de pagos (pérdida de reservas); una excesiva dependencia de los pesos y dólares del BCRA para financiar al sector público, y un fuerte atraso cambiario y tarifario. Pero para el Gobierno lo único que puede llevar a una crisis económica es la pérdida de reservas. Por ello, se centró en intentar frenarla.
Así, decidió devaluar, lo que posibilitó una mejora del tipo de cambio real (aunque insuficiente). Absorbió una fenomenal cantidad de pesos en febrero vía la colocación de Lebacs ($ 27.319 millones) y el dinero primario –sin pases– se contrajo en $ 20.994 millones (-3,1% mensual sin estacionalidad). El salto de la tasa de interés más la reducción de la expectativa de devaluación mejoraron el "atractivo" del peso relativo al del dólar, quitándole demanda al mercado paralelo. Hoy tenemos pax cambiaria y "puente a la soja" por el plan que hemos bautizado "deva-resmo" (devaluación más restricción monetaria) y por el "pisado" del pago de importaciones. El "deva-resmo" permitió reducir el riesgo de una crisis por pérdida de reservas. Además, constituyen aciertos el sinceramiento del IPC; el arreglo con Repsol; la reanudación de la negociación con el Club de París, y el sinceramiento de un menor crecimiento en 2013 para no "regalar" US$ 3600 millones en cupón PBI.
Pero el "deva-resmo" no es un plan integral, sino un programa "rengo", por medio del cual el Gobierno intenta frenar la crisis de reservas, buscando evitar resolver el meollo del problema: una política fiscal muy expansiva, que debe ser financiada con emisión y reservas del BCRA. El problema central aquí es que no se puede compensar con una política monetaria restrictiva el desbarajuste fiscal actual. Prueba de ello es que la restricción monetaria duró apenas un mes. Marzo volvió a ser un mes superexpansivo: el dinero primario aumentó nada menos que $ 22.584 millones (+6,3% mensual s.e.) porque el BCRA tuvo que emitir $ 28.221 millones para financiar al sector público consolidado ($ 10.888 millones por la vía convencional, $ 17.333 millones mediante la recompra de Lebacs al BNA para financiar a las provincias o al Tesoro). Todo debido al desmadre fiscal: el déficit primario de la Nación estalló 343% en el primer bimestre y alcanzó $ 9273 millones, con una suba del gasto de casi 45%anual.
Por otra parte, el plan "deva-resmo", si bien frenó la sangría de reservas, provocó caída del salario real, contracción del crédito, caída de la actividad y aceleración de la inflación. En el primer trimestre el PBI habría caído a un ritmo anualizado de -2% (-3% el consumo y -13% la inversión). Ahora, el Gobierno empieza a darse cuenta de las consecuencias negativas que tuvo el plan "deva-resmo" y comienza a intentar moderar, atenuar o compensar sus efectos negativos. Así, ante el problema de la aceleración inflacionaria, mantiene casi fijo el tipo de cambio en torno a $ 8 y lanzó el plan Precios Cuidados 2.A su vez, para evitar una mayor contracción de la actividad, parece encaminarse a bajar la tasa de interés y relajar un poco la política monetaria, mientras ha comenzado a convalidar, por la presión sindical, subas de salarios superiores a las que preveía (docentes, metalúrgicos, etcétera). En el corto plazo, una mayor laxitud monetaria y el ajuste salarial de las paritarias podrían apuntalar el consumo por algunos meses. Todo sugiere que el Gobierno irá "haciendo camino al andar": es probable que relaje en el corto plazo la política monetaria para apuntalar el crédito, la actividad y el empleo, pero si volvieran las tensiones cambiarias, entonces volverá a endurecerla y así sucesivamente.
El objetivo no es restablecer la confianza y volver a crecer, sino tratar de evitar una fuerte caída de la actividad. No es bajar la inflación, sino evitar que vuelva a acelerarse. No es hacer un ajuste fiscal en serio, sino hacer todo lo necesario para evitar ese ajuste.
Con el plan "deva-resmo puro", la economía apuntaba a mostrar una caída de -2,5
3% en 2014 y una inflación de 33/34%. Con la reciente "mutación" del plan "deva-resmo" podría mostrar una menor caída del PBI (-1%), pero con más inflación (36/37%) y mayores riesgos. Si el Gobierno se "pasara de rosca" al volver a acelerar la tasa de expansión monetaria y/o del gasto público, o tratara de mantener más de la cuenta el dólar en $ 8, aumentará el riesgo de una nueva aceleración de la inflación y de otro salto devaluatorio, aumentando la posibilidad de descontrol nominal.
En suma, si el Gobierno se inclina por moderar los efectos negativos de su plan original, 2014 puede cerrar con menor caída del PBI, pero a costa de aumentar los riesgos a futuro. Cuanto más intente atenuar los daños colaterales del "deva-resmo" y cuanto menos ajuste fiscal haya, mayor será el riesgo de una crisis macro. Crisis que el kirchnerismo debería evitar si desea que no fracase su proyecto político.
Los autores son economistas