Veinte años de FOMO
El acrónimo que significa “mierdo a perderse algo” ya cumplió dos décadas pero sigue más vigente que nunca
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No son muchos los acrónimos que superan a las modas y se ganan un lugar en el diccionario. Este nació en el año 2004, mientras el inversor y escritor Patrick McGinnis, estudiaba en Harvard y le dio nombre a un sentimiento que lo invadía cuando veía la cantidad de planes divertidos y vidas aparentemente interesantes de sus compañeros, de las que sentía que se quedaba afuera. Decidió contarle en un artículo de la revista de la universidad y lo bautizó (e inmortalizó) FOMO (fear of missing out), que significa el miedo a perdernos algo.
Para pensar la resignificación del FOMO dos décadas más tarde, hablé con McGinnis que se ha transformado en el gran abanderado de este concepto que enseña y divulga por todo el mundo. ¿Qué cambió en este tiempo? Mucho. Hoy, ese sentimiento de ansiedad ha encontrado en las redes sociales el caldo de cultivo más fértil donde crecer sin pausa. “Cuando acuñé el término no existía Facebook. El mismo Mark Zuckerberg vivía cerca de mi apartamento estudiantil y estaba en proceso de crear Facebook. Las redes sociales, le dieron a todo el mundo esa experiencia que tuve en la facultad de compararme con mucha gente alrededor, esa masificación fue el gatillo principal. Pero lo cierto es que hasta los primeros humanos de hace millones de años tenían rasgos de algo parecido al FOMO, lo tenemos dentro de nosotros y eso no va a cambiar, será un constante, pero ahora contamos con herramientas para distinguirlo y combatirlo”, dice.
McGinnis explica que cuando lo experimentamos, pensamos (y sentimos) que no tenemos algo que los otros tienen y que nosotros queremos. “Hay que examinar bien esto: ¿qué no tenemos? Y si no lo tenemos ¿ese FOMO nos lo daría verdaderamente? Aún más ¿es posible tener esto o no? Esto es el principio de todo, cuando se combate el FOMO, hay que examinar el gatillo que lo provoca para poder reducirlo y combatirlo, cortarlo lo más pronto posible”, dice. A pesar de la mala fama de esta sensación, puede servirnos para ponernos en marcha hacia algo que nos importa y puede ser una fuente importante de motivación. “Podríamos decir que el 80% del FOMO es malo, pero que hay un 20% nos puede inspirar a hacer cosas que nunca haríamos. Primero, pensar si realmente quiero eso o es un deseo de otros. Pero si realmente lo quiero, pensar cómo el FOMO me puede impulsar a llegar a este destino, como cuando hice hace poco un maratón”, dice. Para el experto, el FOMO genera sentimientos intensos, por eso conviene primero reconocer esas emociones, quitar los filtros y tratar de avanzar de una forma más tranquila. “Si lo hacemos así, nos puede ayudar a soñar en más grande, de una manera más racional, bien pensada. Examinar la cosa, ver si realmente tiene que ver con tus sueños, con tus ideas de vivir una vida buena. Solo después de eso, trazar una estrategia racional para alcanzarlos”.
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