Un Scaloni para la Argentina: el reflejo del país que nos gustaría ser
El director técnico dejó algunas enseñanzas para una nación que genera campeones, pero que no puede manejar la economía básica y con una clase dirigente que divide y no une
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Entre los miles de memes que circulan en el mundo de la virtualidad, uno me llamó la atención y refleja, posiblemente, el sentimiento de muchos argentinos: alguien se pregunta cómo es vivir en la Argentina y la respuesta es “¿Viste la final del Mundial? Bueno, así todos los días”.
Pareciera que a los argentinos todo nos cuesta más. Nos cuesta la vida con una inflación de casi el 100%, carencias educativas y laborales; un intento de asesinato al vicepresidente y luego su condena por fraude al Estado. Nadie en el mundo lo entendería. Alguien me dijo una vez: “Ustedes viven en Narnia, después de una tormenta”. Puede ser.
Pero la final del Mundial, como hace mucho no pasaba, nos unió y la grieta, por unas horas -tal vez por unos días-, se achicó. Según el semanario inglés The Economist, 50.000 hinchas argentinos llegaron para ver la final, mientras los franceses eran 10.000. Cincuenta mil personas que dejaron la vida para poder ver la final, para buscar un motivo de celebración, justamente festejos que la realidad del país nos impide en el arduo día a día.
Scaloni y el equipo triunfante nos dejan algunas enseñanzas para un país que genera campeones, pero que no puede manejar la economía básica y con una clase dirigente que divide y no une. El primer aprendizaje de este líder y su equipo es la humildad. Se habla mucho de la humildad en el liderazgo, pero se practica poco. Es que el liderazgo es una negociación con el propio ego. Sin embargo, cuando manejás estrellas, mejor ser humilde, porque te comen crudo. Entonces, ¿a qué tiene que dedicarse el líder? A pensar en una estrategia, a planificar en el largo plazo y a dejar que los otros brillen.
El segundo aprendizaje es el valor del mérito. En un tuit por el festejo mundialista la carismática intendenta de Quilmes, la camporista Mayra Mendoza, dijo textualmente: “Ganamos los sudakas, la vulgaridad, los subestimados”. Es exactamente lo contrario a lo que Scaloni hizo, y a lo que un buen líder tiene que hacer. El foco en el equipo campeón está en el mérito, el esfuerzo y la disciplina. En un equipo de alta performance no valen los parentescos, el populismo y el subsidio.
Un grito de corazón: ¡¡ARGENTINA CAMPEÓN!!
— Mayra Mendoza ☀️ (@mayrasmendoza) December 18, 2022
Ganamos los sudakas, la vulgaridad, los subestimados.
Ganó la pasión, la garra y el amor por nuestra Patria. pic.twitter.com/yhxqriQkeW
Finalmente, Scaloni generó unidad, identidad y confianza. La unidad del equipo, el mensaje coherente y la consistencia demostrada por todos generaron que la sociedad reconociera al seleccionado como un equipo fuerte, consolidado y creíble. En un país donde sus líderes muestran liderazgos “manteca”, que dudan al decidir; panqueques, que cambian todo el tiempo sus definiciones; o narcisistas, que se miran el propio ombligo sin importar lo que le pasa al pueblo, generan una distancia abismal con “la hinchada”: esa sociedad que está harta de todo y de todos. Esa sociedad nunca va a confiar en sus líderes que perderán impronta y, eventualmente, las elecciones.
La prudencia y el profesionalismo de Scaloni, como la del equipo, así como el foco en generar resultados sin resaltar egos, han hecho que la gente se sienta identificada con el equipo y su director técnico, tal vez como reflejo del país que nos gustaría ser.
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