Monsanto reconfiguró el sector de semillas y se convirtió en blanco de los ambientalistas
El acuerdo de Bayer AG para comprar el gigante de las semillas transgénicas Monsanto Co. puede poner punto final a un controvertido segundo acto de una empresa con más de un siglo de historia.
El fabricante del herbicida Roundup (glifosato) y las semillas de maíz DeKalb es la mayor empresa de semillas del mundo por ventas y el principal proveedor de genes para cultivos transgénicos, el negocio que ayudó a configurar durante los años 80 y 90 mediante una intensiva investigación en laboratorio y una serie de compras.
La adquisición por parte de Bayer acabaría con la independencia de Monsanto 15 años después de que la firma estadounidense enfocada en la agricultura fue escindida de un conglomerado que también incluía químicos y fármacos.
La empresa de St. Louis ha cosechado los beneficios de la revolución biotecnológica en el agro. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 90% de los campos de maíz, soya y algodón tienen variedades genéticamente modificadas.
No obstante, su afán por expandirse y proteger la tecnología la convirtieron en un símbolo de la agricultura a gran escala y un blanco predilecto de los grupos ecologistas en todo el mundo.
Monsanto fue fundada en 1901, cuando John Francis Queeny empezó a producir el edulcorante artificial sacarina en una fábrica cerca del centro de St. Louis, donde el río Mississippi ofrecía una vía expedita para despachar el producto a clientes como Coca-Cola Co. Queeny nombró la empresa en honor a su esposa, Olga Monsanto Queeny, y bajo la gestión de su hijo, Edgar, la firma se expandió a los negocios de fármacos, fertilizantes, detergente para ropa y componentes electrónicos.
Las plantas de Monsanto empezaron a producir pesticidas en 1945 y la división agrícola se formó en 1964 con el objetivo de vender una sucesión de herbicidas con nombres como Lasso, Ramrod y, a partir de 1976, Roundup. Esa marca de glifosato apuntalaría posteriormente la franquicia de plantas transgénicas de Monsanto.
Los científicos de la compañía empezaron a trabajar en biotecnología en los años 80, pero no fue sino hasta 1996 que se empezaron a vender en EE.UU. los primeros cultivos genéticamente modificados.
Monsanto atravesó, al mismo tiempo, su propia transformación al fusionarse en 2000 con Pharmacia & Upjohn Inc. La em-presa combinada pasó a llamarse Pharmacia Corp. y ese mismo año el negocio agrícola comenzó a cotizar sus acciones en la Bolsa de Nueva York con el nombre de Monsanto Co.
La actual versión de Monsanto, como una compañía de semillas y químicos para cultivos, fue completamente escindida de Pharmacia en 2002. Pfizer Inc. más tarde adquirió Pharmacia. La reducida Monsanto se abocó a mejorar su oferta de cultivos transgénicos en EE.UU. Sus científicos modificaron plantas de algodón, maíz y soya de modo que pudieran resistir múltiples herbicidas, producir proteínas que repelen plagas y sobrevivir con menor cantidad de agua.
La empresa también se internacionalizó al fortalecer sus operaciones en países como Brasil, donde las semillas transgénicas ayudaron a los agricultores a competir con EE.UU. en las exportaciones de granos y oleaginosas, e India, país que se transformó en uno de los mayores productores de algodón del mundo.
Aunque los agricultores acogieron las semillas de alta tecnología que simplificaron el control de malezas e insectos, los grupos medioambientales y de defensa del consumidor plantearon dudas sobre la proliferación del uso de Roundup y los riesgos desconocidos que acarrean los alimentos transgénicos.
La Organización Mundial de la Salud y la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. indicaron que las semillas biotecnológicas aprobadas para cultivos eran igual de sanas y seguras que las versiones convencionales. Sin embargo, Monsanto se convirtió en blanco de las críticas debido, en parte, a sus antecedentes en el negocio químico y la enérgica de-fensa de su propiedad intelectual, que en ocasiones la llevó a demandar a agricultores a los que acusaba de piratear sus semillas.
La desconfianza hacia las semillas genéticamente modificadas ayudó al desarrollo de un nicho creciente de alimentos no transgénicos en EE.UU., mientras que las marchas contra la empresa se expandieron por todo el mundo. La empresa defendió con ardor su tecnología, que considera un componente crucial para la alimentación de la creciente población mundial, pero reconoció que se demoró más de la cuenta en responder.
La política de EE.UU. para aumentar la producción de etanol y la mayor demanda de cultivos y carne para alimentar las poblaciones más pudientes de Asia y otros mercados produjo varios años de bonanza para el agro estadounidense.
El auge se disipó luego de que los agricultores estadounidenses empezaron en 2013 a tener cosechas gigantescas que repusieron los inventarios globales y derrumbaron los precios de los granos, al igual que las ganancias de las firmas que vendían fertilizantes, tractores y semillas.
Monsanto redujo el presupuesto de investigación y desarrollo y despidió a cerca del 16% de su fuerza laboral global, pero el deterioro de la economía agraria la obligó a anunciar en marzo que sus ganancias serían inferiores a lo previsto.
A fines de abril, poco antes de que trascendiera el interés de Bayer, las acciones de Monsanto acumulaban un descenso de alrededor de 19% en los últimos 12 meses. Bayer divulgó en mayo su oferta por Monsanto.
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