Todos juntos. La nueva tendencia que se impone en bares y restaurantes porteños
En los últimos tiempos los locales gastronómicos comenzaron a dar señales de cambios. Más allá del menú, las modificaciones llegaron al diseño de los locales, la distribución de los espacios y la búsqueda de mayor interacción. Esta renovada propuesta incentiva a que la gente comparta una comida o se quede horas charlando en las ya conocidas mesas comunales.
Es un hábito común en los bares de Europa, como Procope, uno de los más famosos y antiguos café-restaurante de París, fundado en 1686. En Buenos Aires esta modalidad de compartir en una mesa comunitaria un trago o una comida empezó hace algunos años y hoy se convirtió en una tendencia que se impuso a la hora de salir.
Anteriormente ya se habían establecido los llamados coworking u oficinas compartidas. Luego surgió el coliving, un espacio común usado por millennials que existe sobre todo en hostels u otras propiedades, para compartir el alquiler y no cargar sobre los hombres el peso de un contrato. Hoy se extendió a los restaurantes y bares, que proponen poner mesas más largas y a veces estrechas para brindar a sus clientes un espacio para interactuar entre sí y con desconocidos.
"Los argentinos pasamos alrededor de 40 horas semanales en la oficina, muchas veces sin hablar con nadie. Por eso, muchas personas deciden ir a un bar y sentarse en estas mesas comunitarias para relacionarse con otros de manera flexible y sin ningún compromiso, solo para pasarla bien", dijo a LA NACION Lucas Montes, un joven que compartía una cerveza con sus amigos en un bar palermitano.
La mesa comunitaria no es exclusiva de un rubro: se puede encontrar tanto en los bares más frecuentadas de Buenos Aires como en hoteles cinco estrellas. Si bien los perfiles son distintos en cada uno de estos lugares, la premisa es la misma: compartir una misma mesa sin tener (al menos en un principio) nada en común con el que se sienta al lado. "A veces no hay interacción entre todos, otras sí. Pero cuando sucede, podés divertirte de verdad", dice Montes.
El bar Fedra’s Garden, de San Isidro, se sumó a la tendencia de las mesas comunitarias. El establecimiento se caracteriza por ofrecer tragos y cervezas artesanales. Consultada por LA NACION, Sofía Da Silva, encargada de marketing del establecimiento, dijo: "Nosotros abrimos de martes a sábado a las 20, y en ese horario se presta mucho para que la gente esté más descontracturada y converse entre si".
Mesas comunitarias: un clásico porteño
A lo largo de la historia, la ciudad tuvo períodos donde los bares y restaurantes ya tenían espacios para más que dos. El periodista e historiador Daniel Balmaceda contó que ya en 1890 existían cantinas en Buenos Aires que tenían mesas largas destinadas a ser compartidas por los clientes que iban acercándose al lugar. Si bien la finalidad no era charlar entre ellos, ya existía la idea de compartir un almuerzo o una cena y coincidir en un saludo.
"Las primeras cantinas desde 1870 a 1890 que se instalaron en Buenos Aires tenían mesas compartidas. Lo que también se dio de la misma manera eran las cocinas ambulantes como carritos donde se preparaba comida, como los que hoy conocemos en la costanera. Y tenían un par de mesas largas de madera, que por lo general eran los trabajadores los que se sentaban a comer. Esto era al aire libre", recuerda.
Julieta Rovedo, de Inglobe Studio, especialista del diseño de locales gastronómicos, observa la tendencia y plantea que la adopción de las mesas comunales es paulatina. "Hay cierta resistencia. En Europa está mucho más incorporado. Nosotros siempre tratamos de proponerlas, ya que existen muchos beneficios: el espacio que gana el dueño del bar, suma comensales, y eso le genera una mayor rentabilidad; estéticamente es muy importante el impacto que genera; también flexibilidad, ya que se pueden generar diferentes ambientes", explica.
Por último, agrega que "hay una nueva tendencia que es la de brindar espacios para fomentar las charlas y generar que cada cliente viva un buen momento para que tenga ganas de volver". Para Rovedo, la mesa comunal llegó para quedarse. "De a poco se va a ir volviendo una tendencia. La gente todavía es conservadora, por eso le cuesta compartir una mesa con gente que no conoce", dice, y agrega que hay muchos que eligen compartir, y aunque no conversan toda la noche, se recomiendan platos o tragos.
Por su parte, Gabriel Oliveri, director de Marketing del hotel Four Seasons, opina que "el mundo cambia aceleradamente y no podés quedarte en un modelo del pasado", y añade: "A la gente le gusta compartir las mesas y hay que implementarlo. Hoy, los millennials buscan esas mesas y los extranjeros también. Comparten un trago y disfrutan de una comida".
La idea que tuvo el hotel con respecto a sus restaurantes y bar fue que sean absolutamente "disruptores", según Oliveri. "Fue el primer restaurante de hotel en ofrecer comida argentina, parrilla y hamburguesa en el bar, con un servicio impecable pero relajado, y con música 'cool' en todos los lugares", dice Oliveri a LA NACION.
Junto a ese cambio se introdujo por primera vez en un restaurante y bar las mesas comunitarias, tanto en Elena Restaurante como en Pony Line Bar, que recibe a 800 personas por noche. "Al principio, a la gente local le costó, pero luego aceptó la propuesta", plantea.
Le Pain Quotidien (LPQ), una panadería-restaurante nacida en Bruselas, también se sumó a la tendencia. Al desembarcar en Buenos Aires, la cadena fundada en 1990 por Alain Coumont en Bélgica introdujo mesas largas y estrechas para sus clientes. "Esos tablones se convirtieron en una tradición. La gente pensaba que era poco práctica. Pero Alain sabía que era una oportunidad para reunir a sus clientes en la panadería", cuenta Agustina Gutiérrez, encargada del área de marketing de Le Pain Quotidien Argentina.
Hoy LPQ cuenta con 20 locales en país, dónde la mesa comunal se completa con distintas situaciones: una reunión de trabajo, una mamá con sus hijos, dos amigas conversando, o un señor de traje. Todo eso, sucede en una misma mesa de grandes dimensiones.
"El mundo cambia aceleradamente, por eso creo que todos los bares y restaurantes van a apostar por las mesas comunitarias. Los millennials llegan con sus headphones puestos, su computadora, su celular, y están en su mundo, pero no les molesta que haya alguien al lado. Lo viven de manera natural. Es una buena manera de abrir la mente, disfrutar de los espacios, de compartir, de conectar y de disfrutar los lugares", concluyó Oliveri.
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