Teatro en cuarentena. Los malabares de las salas independientes para sobrevivir
Desde hace más de 100 días, los teatros no funcionan en sus espacios físicos: el advenimiento de la pandemia y la cuarentena bajó a los artistas del escenario. Esto significó un problema enorme para las salas del circuito independiente, donde la situación económica es precaria desde hace tiempo.
Hoy, para sobrevivir al contexto, estos espacios tuvieron que encontrar alternativas. Al principio, muchos optaron por subir los registros filmados de espectáculos de otras temporadas. De a poco fueron subiendo la apuesta con contenidos originales pensados para ser transmitidos por streaming desde las casas de los actores.
Sin embargo, ni la monetización de contenido digital ni los subsidios estatales de emergencia son suficientes para mantener viva una actividad netamente presencial.
Ir al teatro en casa
En junio, Espacio Callejón empezó a subir a internet filmaciones de las obras que habían pasado por su cartelera. Hay dos espectáculos nuevos por semana y la entrada es "a la gorra virtual". "Los resultados a nivel económicos son muy magros. Tiene más un sentido de presencia como espacio cultural en esta época", señala Javier Daulte, director de Espacio Callejón, en Almagro.
"El público fue muy solidario desde el principio, nos siguió en esa iniciativa y después en otras, como el abono y las entradas a futuro", dice Maxime Seugé, productor general de Timbre 4, en Boedo, que adoptó la modalidad de gorra virtual durante la segunda semana de la cuarentena. "Luego la gente se puso más selectiva, lo cual es normal. Entonces lo que proponés tiene que competir con una serie de Netflix".
La recaudación mejora cuando el espectáculo es más atractivo, por ejemplo, cuando se trata de un registro filmado a seis cámaras y en excelente calidad para la plataforma Teatrix o cuando el contenido es en vivo. Pero no alcanza: "Durante el primer mes logramos mantener el 100% de la recaudación [prepandemia], luego bajó entre un 30% y un 60%, según los títulos", dice Seugé. La situación es aun peor en el Callejón: "Si antes recaudábamos cien, ahora recaudamos uno", dice Daulte.
Hay espacios que tienen algo más de margen y, con dificultades, siguen adelante pero muchos quedan en el camino. "Tenemos estimado que nos endeudamos cada mes en muchísimo dinero para poder sostener nuestra estructura", comenta Francisco Ruiz Barlett, que dirige El Método Kairós, en Palermo, junto con Matías Puricelli. "Nos preocupa que hay otros espacios que no están en condiciones de tomar deuda o de adaptarse y que van cerrando", completa. Según un comunicado emitido en junio por Espacios Escénicos Autónomos (Escena), una organización que agrupa a unos 40 teatros porteños, ya son tres las salas independientes que cerraron durante la pandemia.
Un problema conocido
"Nuestra actividad está poco subsidiada y dependemos mucho de nuestro público, que hoy en día no tiene forma de venir al teatro", explica Seugé. En efecto, ya en mayo de 2019, la Asociación Argentina de Teatro Independiente (Artei) denunciaba que el sector atravesaba una situación límite y que los subsidios bajos y la imposibilidad de subir el valor de la entrada debido a la crisis económica ponían en riesgo la fuente de trabajo de 25.000 personas, entre artistas, técnicos y docentes.
La pandemia solo agudizó esta crisis. Ante el contexto, tanto el gobierno de la ciudad como el gobierno nacional ofrecieron líneas de apoyo de emergencia para salas, artistas y técnicos. En la ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Cultura aumentó en un 50% el presupuesto contemplado originalmente para subsidios desde Proteatro, un programa que fomenta la actividad teatral no oficial en la ciudad. A eso se sumaron los subsidios ad hoc del Ministerio de Cultura de la Nación (por medio del Fondo Desarrollar para espacios culturales, incluyendo salas de teatro) y del Instituto Nacional del Teatro (contemplados en el Plan Podestá).
"Los subsidios fueron una inyección económica importante y sabemos que es un aporte grande del Estado, pero desde hace tres meses todos los espacios venimos perdiendo dinero fuertemente y mucha de esa plata la estamos usando para sacarnos de encima las deudas que generamos, por lo cual el mes que viene es mañana", explica Ruiz Barlett. De lo recaudado en entradas, que suele repartirse entre la sala y la compañía, ahora también debe destinarse una parte al resto de los trabajadores del teatro: técnicos, boleteros, personal administrativo.
"Desde el Callejón estamos haciendo un enorme esfuerzo para pagar a los que trabajan habitualmente a destajo. Por suerte se trata de un pequeño equipo. Aún así se hace muy cuesta arriba", comenta Daulte y agrega que medidas como exceptuar a los espacio culturales del pago de algunos servicios o impuestos mientras duren las medidas de aislamiento sería de gran ayuda para el sector.
El futuro del teatro
Algunos ponen sus esperanzas en un protocolo para que la actividad teatral pueda realizarse sin público, como sucedió para la música. "El protocolo es esencial porque nos da la previsibilidad de que vamos a trabajar en etapas: primero con este protocolo después con otro. Nos da tiempo de adaptarnos a la realidad", dice Seugé. "Pero también necesitamos apoyos de otros tipos, como facilitar la comunicación de las obras y el diálogo con entidades privadas", agrega.
Pero otros no son tan optimistas. Las imágenes que circularon del teatro alemán Berliner Ensemble con la platea reducida a un 30% de su capacidad dan una idea de que si ese es el futuro, la situación podría ser aun más grave. "Nosotros pudimos negociar, con mucha amabilidad de parte de los dueños, pagar un porcentaje del alquiler –cuenta Ruiz Barlett–. Si pudiéramos abrir, asumo que ellos pedirían que volviéramos a pagar el 100%, pero nuestro modelo de negocios estaría totalmente afectado porque no podríamos tener las salas más que a mitad de venta".
Para Daulte, lo necesario es un protocolo que habilite las clases presenciales de teatro. "Son gran parte de las ganancias que tienen los espacios culturales. Hacer teatro o algunas actividades en el espacio sin público también sería algo que podría tener beneficios, pero lo principal es el poder retomar las clases", señala el director del Callejón.
De todos modos, pareciera que el streaming llegó para quedarse. Seugé considera que tanto el contenido pregrabado como las obras transmitidas en vivo tienen potencial pospandemia. "Hay público –público grande, del interior o de afuera– que quiere ver nuestras obras pero no puede desplazarse a las salas y agradece un montón la oportunidad", explica el productor.
Daulte coincide con Seugé y agrega que el contenido filmado puede servir "como banco de teatro para estudiantes, investigadores y espectadores". Respecto del material en vivo, considera que tendrá sentido también luego de la cuarentena, en tanto sean contenidos "a propósito de esa modalidad". "El streaming precisa de contenidos pensados para la plataforma y eso requiere conocimiento, entusiasmo y capacidades", completa Ruiz Barlett.
Por supuesto, ninguno de los tres piensa que el contenido digital sea siquiera un sucedáneo del hecho teatral. "Es un formato que se adecua a las nuevas formas de consumo, pero en nada creo que pueda reemplazar al teatro, que es un hecho vivo y presencial que ha tenido pocas variaciones desde su origen", señala el director del Kairós. "Nuestra actividad es en vivo. Necesitamos trabajar, tener nuestras salas y nuestras cabezas en funcionamiento", concluye Seugé.
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