Simbiosis: son argentinos y consiguieron ayuda en Uruguay para lanzar su negocio
Bacterias, hongos, ácaros y otros cientos de billones de seres minúsculos forman parte del microbioma, el ecosistema de la piel. Esta imperceptible metrópolis de organismos que habitan el cuerpo humano es una aliada contra los daños de la radiación solar y la polución en el aire, pero si se la descuida puede derivar en enfermedades dermatológicas como la psoriasis, y en los casos más extremos, en cáncer.
Vanesa Piattoni y Federico Ciapinna son argentinos que diseñaron productos que promueven y cultivan estos microorganismos en la piel. Juntos hicieron simbiosis entre científica y emprendedor para transformar el estudio del microbioma en un modelo de negocios dentro la industria cosmética que mueve 600.000 millones de dólares anuales en el mundo.
"La idea de formar la empresa nació en Uruguay en 2015", dice Piattoni, de 42 años, biotecnóloga y cofundadora de Cryosmetics. "Siempre me interesó estudiar la piel y su cuidado y se me ocurrió aplicar biotecnología que era un área que no abarcaba nadie en ese aspecto" , agrega.
La becaria y exinvestigadora del Conicet, además de abocarse al microbioma, estudió la elaboración química de la cosmética para entender cómo funcionaba la "cocina" en esa industria y así después reemplazar los ingredientes sintéticos por productos naturales.
"Lo que aprendí fue a leer fórmulas en lugar de mirar el producto solo por el empaque. Me sorprendió que muchas veces lo único que cambiaba en los cosméticos era el perfume y el packaging que le ponían. Por darte un ejemplo, para hombre y mujer, una crema olía a rosas y otra a tabaco, pero la fórmula era exactamente la misma", dice la científica.
Hace tres años Piattoni recibió un financiamiento de 50.000 dólares por parte de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación de Uruguay (ANII) para desarrollar productos con materias primas 100% naturales, sin conservantes o aditivos químicos y enfocados en diversificar el microbioma de la piel para volverlo más saludable. Esos fondos sirvieron de piedra basal para el emprendimiento, que adoptó forma de empresa cuando empezó a trabajar con Ciapinna, a quien conoció a través de GridX, una aceleradora argentina que invierte en emprendimientos científicos.
"Para mi fue arrancar de cero", dice Ciapinna, cofundador de Cryosmetics. El licenciado en Administración de Empresas, de 26 años, ya contaba con experiencia en negocios, pero se trató de su primer startup científico. "Imaginate el desafió viniendo de una universidad de negocios con una educación tradicional muy alejada de la ciencia. De repente me encontré expuesto a 20 científicos que cada uno hablaba su propio idioma y de su tópico", dice y después agrega: "El proyecto lo venía liderando Vanesa desde Uruguay con la inversión inicial que recibió de la ANII y con eso nos financiamos hasta hace poco, cuando cerramos una ronda con inversores".
Ciapinna vive en la Argentina, pero viaja con frecuencia a Uruguay para conocer al equipo científico que trabaja en el laboratorio estudiando el microbioma. En diciembre pasado Cryosmetics cerró una inversión con GridX por 200.000 dólares para potenciar el crecimiento de la empresa.
"Uruguay es un mercado atractivo para las startups porque es muy bueno para hacer pruebas piloto. El mercado es chico, pero es un país más estable, con mayor poder económico en algunas zonas y donde se puede ir probando el producto de una manera mucho más controlada hasta definir el momento de desembarcar en la Argentina, donde estamos abriendo la sociedad", dice Ciapinna.
El mercado de cosméticos de Uruguay es de 516 millones de dólares anuales y los uruguayos se posicionan en el segundo lugar dentro de los consumidores de latinoamérica que más gastan en el rubro, solo por debajo de Chile. El mercado argentino, al que Cryosmetics aspira lanzarse antes de fin de año, es 10 veces mayor que el de su vecino rioplatense.
La simbiosis entre los cofundadores dio como resultado un emprendedor científico y una científica emprendedora. "De los científicos aprendí a tener paciencia. Mi forma de pensar y actuar como emprendedor es salir rápido, equivocarse y aprender, pero en la ciencia los costos y los tiempos son distintos. Hay decisiones que salen miles de dólares, necesitas determinada aprobación o certificado y te encontrás en que hay seguir un montón de procedimientos. Pero el impacto que tenés al final de todo eso es mucho más grande", sostiene Ciapinna.
Para Piattoni el emprendimiento no fue solo hacer ciencia y traducir la idea en un producto. "Fue además entender cuestiones legales o regulatorias y ver cómo elijo mi equipo para que funcione la empresa. También fue saber que los fracasos en la mitad son casi una regla porque a medida que das un paso algo te sale mal y hay que repensarlo. Nunca hay que rendirse si uno ve que hay un potencial en lo que quiere hacer", dice.
El mayor problema comercial que enfrentó Cryosmetics fue solucionar el plazo de vencimiento corto que suelen tener los productos sustentables. "Al principio todos nos decían que si los hacíamos 100% naturales no los íbamos a poder exportar o que no íbamos a poder pensar a largo plazo porque no son muy estables por mucho tiempo. Lo que buscamos entonces fue desarrollar activos que tengan una estabilidad de dos años, porque de lo contrario no te permite un flujo de mover la mercadería o de almacenarla para poder venderla", dice Piattoni.
Hoy la empresa cuenta con dos líneas de productos, una facial y otra corporal que están siendo validadas para salir al mercado. De acuerdo con Piattoni, son artículos que contienen una formulación específica de aceites naturales y otras plantas secas a los que incorporan filtros solares físicos para proteger a la piel de los efectos del sol sin inhibir la fauna del microbioma. Son para venta directa al consumidor aunque esperan que a futuro la empresa se desarrolle para proveer de activos naturales a toda la industria cosmética.