Sentimiento y productividad. Las empresas apuestan a la agilidad emocional
La coyuntura obliga a los líderes a aprender a entender las señales que emiten los miembros de su equipo
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La dinámica estratégica operacional -también conocida como agilidad emocional (AE)- se basa en la detección y el análisis de los sentimientos de las personas lo que favorece la toma de decisiones por parte de los líderes.
Frente a la necesidad de cambios constantes, las organizaciones demandan personas cada vez más conectadas, lo que obliga a los líderes a ejercitarse para aprender a entender, interpretar y manejar las señales que emiten los miembros de su equipo.
“Con el tiempo, comprobé que todos los equipos de trabajo, y no hablo de amontonamiento de personas, precisan del liderazgo transformacional basado en el respeto irrestricto por la gente”, afirmó Alberto Levy, profesor emérito y director del Centro de Estudios Avanzado en Dinámica de Empresarial de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
En un artículo de Harvard Business Review, Susan David y Christina Congleton plantearon, ya en 2013, a la agilidad emocional como el concepto opuesto a la intransigencia. “Es un concepto opuesto al de rigidez. Se basa en la fluidez y maleabilidad de mindset”,explicaban.
La inflexibilidad en el campo de los sentimientos y también en el de las organizaciones se contrapone al aprendizaje. “Soy administrador de empresas y quienes estudiamos la carrera nos instruimos en conceptos arcaicos como jerarquías o control de presupuesto. En realidad, no deberíamos llamarnos administradores de empresas sino organizadores de individuos. A las compañías la conforman personas que son distintas todos los días. Por eso existe una sola jerarquía en nuestra organización: todos somos seres humanos”, añadió Paulo Etcheverry, gerente regional del laboratorio Siegfried, del grupo Roemmers.
Descuidar los sentimientos de la gente en el trabajo desgasta emocionalmente. Esa erosión desemboca de forma negativa en la productividad y el liderazgo de la firma. Frank Bond, profesor de management de la University of London, comprobó que la dinámica emocional reduce el estrés y los niveles de errores, lo que redunda en un mejor desempeño. “Mirar a las organizaciones desde los sentimientos no responde a la idea de que ‘nos pusimos románticos’. La emocionalidad significa poner primero al individuo en constante cambio, con una vida personal y sueños que deberíamos ayudar a alcanzar. Con el solo hecho de pensar así generamos en los demás confianza en sí mismo y los ayudamos a su propia motivación”, remarcó Etcheverry.
“Muchas veces, una persona se ‘empasta’ en un sentimiento negativo o en lo que le está pasando. Esa postura no la deja actuar. Siempre existe algo positivo dentro de lo negativo. La agilidad emocional permite pasar a la acción”, señaló Florencia Nicolet, CEO de SeniorITty, un programa de reconversión laboral hacia los empleos IT.
Por otra parte, la inteligencia emocional (IE) asociada a la dinámica estratégica-operacional, permite al ser humano descubrir oportunidades hasta en los momentos más complicados de su vida profesional y personal.
Toma de decisiones
En general, el estado de ánimo genera una cierta predisposición a la acción sentimental, cognitiva y física. “No tomamos las mismas decisiones todos los días. Nadie se despierta con el mismo humor todas las mañanas. Por eso hace falta mucha experiencia y haber errado muchas veces para aprender cómo no dejar influir las decisiones por las emociones. En este sentido, es recomendable no tomar decisiones solo”, puntualizó el ejecutivo de Siegfried.
Los expertos además destacan que los estados de ánimo son contagiosos. Por ejemplo, si está muy nervioso un integrante del grupo, ese nerviosismo podría expandirse a toda la empresa.”Todos los miembros de un equipo pueden alcanzar la agilidad emocional. Pero cuando el líder desarrolló esta habilidad, su gente la va adquiriendo por el solo hecho de contar con un guía humilde, constructivo, que reconoce sus propias emociones y la de los demás”, explica Nicolet.
De esa manera nacen los grupos empáticos, resilientes y seguros. De por sí reconocer que las personas son actores fundamentales de los hechos genera un balance positivo.
“Un punto importante para cualquier líder: si no puede entrenar los sentimientos que despierta en el resto como podrá hacer para que se motiven y logren un objetivo común”, comentó Echeverry.
Para Levy, es importante contar con la carga de la inteligencia emocional que brinda la capacidad de comprender empáticamente al otro. “Es la facultad de meterte al otro dentro de tu propia alma con el fin de potenciar su autoestima y autorrespeto”, explica.
No obstante eso, ante determinadas circunstancias es difícil separar lo emocional de lo racional. “En ese momento, entra en juego la capacidad de cambio de paradigma, de enmarcar un problema de tal manera que uno pueda comprender el otro punto de vista”, sostiene el director de la consultora Levy Associates.
Como todas las cosas en la vida, la agilidad emocional se entrena. Primero que todo uno debe declararse responsable de sus aciertos y errores. También, detectar sus fortalezas y debilidades, y abandonar los objetivos poco realistas.
“Las raíces de esa habilidad surgen de preguntas como: ¿cuál es nuestro propósito?, ¿cómo podemos acercarnos a nuestros valores?, ¿qué hacemos para que las emociones nos ayuden?”, señalaron David y Congleton en su artículo en Harvard Business Review.
Algunos puntos para desarrollar esta destreza pasan por identificar las emociones negativas, actuar en base a los valores personales y de la organización y tratar de tomar las decisiones de la forma más abarcativa posible.ß
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