¿Semana laboral de cuatro días? Por qué es mejor cinco días con 32 horas laborables
Desde hace varios años, la tendencia es acortar la semana laboral; beneficios productivos y para la salud
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Recuerdo la frase de la actriz Maggie Smith en la serie “Downton Abbey”, cuando se pregunta “¿Qué es un fin de semana?”. Como el personaje que interpreta es una condesa, no sabe lo que es un fin de semana porque tampoco conoce lo que es trabajar. Pero hubo un tiempo no muy lejano en que los trabajadores tampoco habían escuchado hablar del fin de semana, aunque por la razón contraria: tenían que trabajar seis o incluso los siete días de la semana.
A principios del siglo XX, Henry Ford empezó a darles a los trabajadores de sus fábricas un fin de semana de dos días, una práctica inaudita para la época. Luego, en 1938, en Estados Unidos entró en vigor una disposición de la Ley de Normas Laborales Justas que exigía una semana laboral máxima de 40 horas, y se adoptó en todo el país la semana laboral de cinco días con un fin de semana de dos días.
La medida de Ford y la modificación legislativa no tenían una correlación directa, pero es uno de los muchos ejemplos de una empresa privada que termina liderando un cambio de política nacional.
En los últimos tiempos, los fabricantes de automóviles, incluida la Ford, podrían haber tenido la oportunidad de liderar nuevamente al país en la reestructuración de la semana laboral. Si bien el sindicato automotriz United Auto Workers obtuvo muchas concesiones en las negociaciones contractuales, especialmente en cuanto a aumentos de salarios, uno de los principales reclamos, que habría sido verdaderamente transformador del mercado laboral, quedó en la sala de ensamblaje: la semana de 32 horas.
La cambiante semana laboral
Desde hace varios años, la tendencia es acortar la semana laboral. De hecho, ya se han hecho informes sobre muchas empresas que han experimentado o adoptado la semana laboral de cuatro días. Algunas empresas hacen que los empleados trabajen horas extra de lunes a jueves para tener el viernes libre. Pero la mayoría entiende que dedicar 40 horas en cuatro días es una receta perfecta para el agotamiento, que además anula los beneficios de tener un día libre adicional.
Dado que la pandemia cambió el “cómo” y el “dónde” trabajamos, cada vez más empresas están considerando acortar la semana laboral como herramienta de contratación, para fomentar la buena predisposición y el ánimo de los empleados y reducir el agotamiento. Si bien en los últimos años muchas empresas han experimentado o implementado semanas laborales de cuatro días, lo que concitó mayor atención durante este año fue el mayor programa piloto de semanas laborales de cuatro días, implementado por 70 empresas y 3.300 trabajadores del Reino Unido.
El éxito de ese experimento en el Reino Unido, junto con el creciente revuelo por el tema en Estados Unidos, llevó en marzo al legislador por el estado de California, Mark Takano, a reintroducir un proyecto de ley que convertiría la semana laboral de 32 horas en un estándar a nivel nacional y bajaría el umbral a partir del cual se activa la compensación por horas extras para la mayoría de los empleados. La propuesta de Takano apunta a enmendar la Ley de Normas Laborales Justas para convertir la semana laboral de 32 horas en un estándar nacional, pero muchos insisten con que el mejor modelo es el de una semana laboral de cuatro días. Pero no estoy tan convencida de que sea la mejor solución. Estas son las razones por las que, en mi opinión, deberíamos avanzar hacia una semana laboral de cinco días con seis horas de trabajo diarias.
¿Un fin de semana de tres días y cuatro días laborables?
¿Quién no quiere un fin de semana de tres días? Por muchas razones, una semana laboral de cuatro días con ocho horas de trabajo diarias, y los viernes libres, sería ideal para muchos empleados, y las empresas deberían adoptarla si es lo que mejor funciona para su negocio. Pero como cuestión de política nacional, creo que una semana laboral de cuatro días sería un cambio demasiado radical como para ganar un amplio apoyo social y parlamentario. Ese cambio implicaría una transformación radical de nuestra idea de la semana laboral tradicional.
Es cierto que en el pasado ya se han implementado otros enormes cambios, pero una semana laboral de cuatro días a nivel nacional entrañaría enormes desafíos logísticos para las empresas. El servicio de atención al cliente, por ejemplo, ¿no funcionaría durante tres días a la semana? ¿Y los consultorios médicos estarían cerrados tres días a la semana? ¿Las empresas terminarían contratando más empleados para trabajar ese día faltante? Es factible, y para algunas empresas e industrias incluso podría ser preferible, pero al principio también podría resultar un inconveniente, y por lo tanto generar mayor resistencia.
En vez de eso, primero deberíamos considerar la posibilidad de reducir el número de horas de trabajo diarias. Los norteamericanos ya trabajan un promedio anual de 200 horas más que los empleados en la mayor parte del resto del mundo. Gran parte de la forma en que trabajan hoy los norteamericanos es subproducto de la revolución industrial que ocurrió hace unos 200 años.
Trabajar ocho horas al día no tiene el menor respaldo científico. Es la rémora de una norma del siglo XVIII destinada a administrar más eficientemente las fábricas. De hecho, hay numerosas investigaciones sobre los problemas de salud asociados con estar sentado durante ocho horas o más al día que determinaron que es tan malo para la salud como fumar. Además, se ha demostrado que las personas no pueden concentrar su atención durante períodos superiores a 25 minutos corridos por vez, momento a partir del cual la productividad de cada laboral pasada frente a la computadora empieza a disminuir. Los empleados que se sienten obligados a dedicar ocho horas o más al día de “tiempo presencial” para demostrar que están rindiendo suelen terminar “haciendo como que trabajan” o fingiendo una productividad que no existe.
Las estadísticas al respecto varían, pero se estima que el empleado promedio en todas las industrias es productivo un 60% o menos de cada día trabajado. Y para los que realizan tareas de escritorio o trabajos administrativos, ese promedio es todavía menor. Algunas investigaciones revelaron que el trabajador de oficina promedio solo es productivo durante dos horas y 23 minutos al día. Eso implica más de cinco horas de trabajo falso y tiempo perdido todos los días.
Una solución ganadora para otros aspectos del equilibrio entre vida laboral y vida personal
Una semana laboral de cinco días y 32 horas versus una semana laboral de cuatro días puede parecer prácticamente lo mismo, pero la primera opción también tiene el potencial de aliviar algunas de las otras cargas de nuestra estructura laboral actual. Lo más importante es que nos ayudaría a abordar el desacople entre la jornada escolar de los chicos y la jornada laboral típica de los padres. En Estados Unidos, la jornada escolar suele terminar entre las 2 y las 4 de la tarde, mientras que el 70% de la jornada laboral de los padres no termina hasta las 5 o 6 de la tarde. En especial para los padres de niños en edad de escuela primaria, esto deja una brecha de tiempo en el cuidado de los chicos que cada vez es más costosa de cubrir y difícil de llenar.
Pero al igual que las licencias parentales remuneradas, el cambio a una jornada laboral de seis horas y una semana laboral de 32 horas no solo beneficiaría a los padres que trabajan. Todos los trabajadores se beneficiarían física y mentalmente con más horas de tiempo libre distribuidas durante los días laborales. Consideremos, por ejemplo, el tema de las horas de sueño: un tercio de los estadounidenses no duerme lo suficiente, lo que puede redundar en peor salud y menor agilidad mental.
Las promesas de la tecnología para el futuro del trabajo
La razón por la que el sindicato automotriz United Auto Workers incluyó inicialmente la propuesta de una semana laboral de 32 horas fue la creencia de que los avances en la automatización reducirían la carga de trabajo de los empleados. Es lo que prometen desde hace tiempo la inteligencia artificial y la automatización: que nos liberaría a todos para que pudiéramos trabajar menos.
Tal vez hayan oído hablar de la predicción que hizo en 1930 del economista John Maynard Keynes: que dentro de 100 años —es decir, en 2030— trabajaríamos solo 15 horas a la semana. Su predicción resultó equivocada por muchas razones, y hasta se cree que el propio Keynes trabajó a destajo hasta morir. De todos modos, si bien es muy improbable que a corto plazo se reduzca la semana laboral a 15 horas, una semana laboral de 32 horas es una solución incremental pero significativa que permitiría paliar gran parte del agotamiento y la insatisfacción laboral de los trabajadores, un problema que los empleadores vienen tratando de solucionar, sin éxito, desde hace varios años.
Por Kathleen Davis
(Traducción de Jaime Arrambide)
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