El actor Ricardo Darín analizó algunas de sus películas y personajes a través del cine como reflejo de la realidad argentina a lo largo de la historia. En diálogo con José Del Rio en el programa Comunidad de Negocios, explicó que el principal problema que tiene el país es la grieta porque no permite que haya autocrítica para que el país avance.
-¿Por qué estás cansado de la grieta?
-Siendo honesto, yo pienso que lo que nos tiene aburridos y hartos es que hay cosas que nos impiden ir para adelante. Y una de estas cosas es la imposibilidad de ver un objetivo en común. Se riñe muchísimo con la cuestión de los dos bandos. La gente no está dispuesta a hacer autocríticas, lo digo de un lado como del otro lamentablemente. Yo no pertenezco a ninguno de los dos bandos. Siempre sentí una cierta incomodidad. Pareciera ser que eso polariza las cosas de forma tal en que no existe la posibilidad de tener una tercera posición. Un pensamiento libre, un análisis que no esté teñido de esa cuestión emocional o fanática que hace que uno no pueda hacer autocríticas.
Yo no alimento a la grieta, no agredo. Trato de entender a quien me agrede porque cree que yo formo parte de algún bando. En algunos casos me permito aclararle, pero a veces te termina aburriendo porque el que no quiere entender, no entiende. Muchos creen que hacer una autocrítica significa otorgarle al otro una ventaja. No es una pelea para ver quién es el que la tiene más clara. En todo caso, lo que alimentaría mucho esa posibilidad de mirar hacia adelante es un debate serio, inteligente, adulto y bien intencionado. Que cada uno se haga cargo de los errores cometidos. Ahí vamos viendo donde está nuestro corazón, para que lado se vuelca más, o nuestra cabeza a partir de los análisis que se hagan. Lo que pasa es que todo eso se invalida en el momento en el que "te tachan la doble porque se supone que vos pertenecés a un bando". Ya la palabra bando o grupo huele mal.
-A lo largo de tu carrera pasaste por muchos personajes en la ficción. Tu usuario de Twitter hace mención a Bombita, personaje que interpretaste en Relatos Salvajes. ¿Cuántas veces querés mandar todo "a lo Bombita" en la realidad?
-Nunca. Por respeto y en honor a la gente decente y transparente. Por la gente de buena voluntad que conozco y voy conociendo cada vez más. Nunca me aplasta la sensación de decir que nada vale la pena. Porque creo que todo lo vale. Vale la pena discutir, intercambiar ideas, que me hagas conocer tu pensamiento a ver si puedo estar de acuerdo o no y que te diga el mío. Quién mira para adelante y pretende que este sea el país que creo yo que nos merecemos no tiene manera de bajar la guardia. Incluso hoy, que estamos viviendo una situación extraordinariamente especial, sé que hay mucha gente que estando en las peores condiciones no decide bajar la guardia porque por otra parte no hay opción. Si bajas la guardia, se terminó todo.
-¿Cuánto te refleja Nueve Reinas de tu carrera? ¿Cuánto te preocupan los estafadores que andan sueltos por el mundo?
-Qué bueno que dijiste por el mundo, porque creo que es algo que está en todos lados y nosotros lo hemos heredado de nuestros cruces sanguíneos y culturales. Hay especialistas en el engaño y en la estafa diseminados por el mundo que no son necesariamente argentinos. La película para mí significó un espaldarazo muy grande porque fue muy bien recibida por muchas sociedades. En cada lugar donde la película se fue presentando encontró gente que la apreció, que la abrazó y en muchos lugares la tienen como película de culto. Ya tiene 20 años, es de esas películas que no envejecen mal. Después del 2001 algunos la analizaron con retroactividad y dijeron que éramos una premonición. Se venía venir el colapso bancario. Fabián Bielinsky en ese sentido fue un buen lector. De los atributos artísticos que tiene la película me siento absolutamente orgulloso porque formamos un equipo muy entusiasmado y con un objetivo muy claro que era contar la historia de ese rompecabezas.
-La Odisea de los Giles por su parte conlleva a repensar la trama en el contexto que se vivió el año pasado. ¿Qué opinas de lo que refleja la película de nuestra Argentina?
-Lamentablemente creo que refleja nuestro aspecto cíclico. Todavía hoy, a pesar de tener 60 años, me cuesta entender. Pareciera ser, sin ánimos de ser pesimista, que tenemos una tendencia a pasar por los mismo lugares. Las lecciones a las que fuimos sometidos no hicieron mella en nosotros. Eso va dilapidado la confianza. La película está basada en un libro de Eduardo Sacheri que se llamó La noche de la Usina y refleja el caso de un grupo de personas que se vieron sumergidas casi bajo la misma totalidad que la Argentina. Por cuestiones particulares descubren que había unos sujetos que estaban sacando provecho de esa situación tan incierta y creo que eso sigue pasando. Siempre hay quienes sacan provecho de las desgracias de los demás y deciden tomar idílicamente la situación con sus propias manos y buscar una reparación. Hay algo de la historia que vuelve a los mismos lugares por eso nos asustamos. Recibimos comentarios muy elogiosos, pero al mismo tiempo eran mensajes de miedo y tristeza. Hay algo nuestro que no termina de entender como evitar pasar por los mismo lugares.
-En El secreto de tus ojos, se miran dos cuestiones: la pasión que te lleva a tropezar por un lado y por otro está la Justicia. ¿Cómo ves la ficción y la realidad de la Justicia?
-Cuando la Justicia se ve intoxicada por cuestiones partidarias deja de ser ecuánime, libre e independiente. Cuando todos los poderes, que manejan nuestros destinos, se entremezclan y se intoxican entre sí empieza a hacer un poco de ruido la maquinaria. Yo creo que el problema más grande que tenemos es la desconfianza en la Justicia. Con razón en muchos casos y en otros quizás no. Para quién ha vivido en carne propia situaciones de profunda injusticia, buscando algún tipo de reparación y no la consigue porque los laberintos de la Justicia hace que muchas cosas se diluyen, lo único que hace es acumular dolor. Yo lo viví en carne propia hace muchos años. Compré un coche en una concesionaria oficial, lo pagué en cuotas y después me enteré que había ingresado al país con un régimen de excepción de impuestos para discapacitados. Fui acusado de haberlo hecho y no la agencia. Todavía hoy arrastro el dolor de no poder explicar uno por uno aquellos que me critican. Me cansé de explicar que no solo yo no había hecho eso sino que era la principal víctima. A mi me habían estafado, tardaron diez años en declararme inocente, tiempo suficiente para que toda la sociedad dudara más de mí que de la Justicia. Por eso que la desconfianza es uno de los peores elementos para poder recuperar su accionar digno. Porque si la Justicia no pone las cosas en su lugar, ¿qué nos queda?
-¿Por qué te sumaste a #SeamosUno?
-Porque fue una de las pocas veces que encontré un grupo de personas trabajando con un nivel de transparencia, con un alto nivel de credibilidad. Trabajan con el corazón en la mano y piensan definitivamente en el otro. Me sentí confiado como para ponerle cara, cuerpo y alma. Es anti grieta porque se contactan con empresas que compiten entre sí, con distintas religiones, con personas que pueden estar parados en distintos lugares, pero todos llegaron a la misma conclusión: todos estamos de acuerdo que hay una necesidad importante. Hay una gran cantidad de personas que necesitan ayuda, hay muchos que no tienen para comer. #SeamosUno aparece con la impronta de pasar por encima de cualquier tipo de diferencia y pasar casa por casa con cajas de 15 kilos de alimentos y productos de higiene. Pero se entrega mucho más que eso, significa estar presente.
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