Renunciar o no renunciar: cuándo dejar el trabajo para no terminar hundidos
El estancamiento de la carrera o la pérdida de la identidad profesional son razones suficientes para cambiar de empleo
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Trabajamos toda la vida, algo así como 90.000 horas de nuestra existencia. Definitivamente el trabajo tiene, para todos nosotros, un lugar en nuestra agenda. También en nuestros amores y odios. No es ilógico pensar muchos de nosotros estemos entre el 40% de la fuerza laboral mundial que quiere cambiar de trabajo en el corto plazo, según se desprende de un estudio de McKinsey. ¿Por qué nos planteamos la renuncia? ¿Cuándo tenemos que irnos de un trabajo? ¿Cuándo es momento de un cambio laboral o, al menos, de un cambio de perspectiva? Analicemos los momentos cruciales para dar el paso fuera de la organización.
Ciclo de vida laboral: definitivamente los ciclos existen y están relacionados con nuestra edad, energía y tiempo en la organización y en la posición. ¿Cuánto es un ciclo lógico en una empresa? La realidad es que no existe un número específico si es que la empresa nos dio la oportunidad de crecer en diferentes roles con complejidades distintas. En ese caso, el tiempo en la organización no es un problema. El problema surge cuando estamos estancados en la misma posición por mucho tiempo. Tres años en una posición es tiempo suficiente para poder demostrar resultados tanto para la empresa como para el mercado laboral. Entre tres y cinco años hay que pedir pista para poder cambiar dentro de la compañía. A partir del quinto año hay que estar atento para no estancarse. Es cierto que, más arriba se está en la escalera organizacional, las posibilidades de cambio se reducen. Ahí está la sabiduría de entender si es lógico en la carrera continuar en esa posición o pegar un salto a otra organización.
Pérdida de la identidad profesional: hay empresas que tienen por política que el profesional pase por diferentes áreas sin importar el background profesional de esa persona. Esto, que es muy interesante para una persona joven que busca aprender, entender qué le gusta y poder cambiar para no aburrirse, puede ser un boomerang para profesionales de cierta edad donde el mercado los quiere con una identidad precisa, conocimientos claros y específicos. La decisión de perdurar en estas empresas tiene que estar dada por entender cuándo es el momento de quiebre donde el mercado laboral no va a entender o no le van a interesar los cambios constantes en el desarrollo profesional. Recordar siempre que lo más importante es el compromiso con la propia carrera. Nada peor para un profesional que relajarse pensando que la organización siempre va a estar detrás de uno. No. En la primera reestructuración nos vuelan de un plumazo. Esta es una zona de riesgo para profesionales post 40 años.
“Toqué el techo”: no es raro sentir que uno tocó el techo, o más que sentir, darse cuenta que el techo está a 5 centímetros de la nariz. Esto puede suceder porque la posición siguiente a la actual está ocupada por alguien contemporáneo o nuevo. Esos son los momentos donde uno tiene que evaluar cuánto tiempo puede quedarse en la misma posición antes de mirar el mercado. Sin embargo, existen opciones a la renuncia. Pedir un movimiento lateral que despeje el techo e incorporar mayores responsabilidades o complejidad al trabajo actual son algunas de las posibilidades para poder quedarse más tiempo en la función. Ambas cosas nos agregan valor al desarrollo profesional.
Ambiente y jefe basura: más allá de analizar los movimientos laborales para saber cuándo renunciar, existen situaciones que van más allá de cualquier análisis racional de la carrera. Fundamentalmente, tienen que ver con estar en un ambiente tóxico y tener jefes de espanto que nos hacen la vida imposible. No importa qué categoría de jefe sea este. Puede ser bestial, maquiavélico, narcisista, el tema es que nos hace doler el estómago y no nos da ganas de ir a trabajar. Los expertos hablan de resiliencia, de saber aguantar porque las experiencias difíciles siempre son formativas. Perfecto. Pero esos expertos deberían tener un jefe basura unos días y esas teorías las tiran por la ventana. La realidad es que, si hay un mal jefe y la organización lo soporta, algo está pasando que nos tiene que hacer pensar en nuestro futuro profesional en esa organización. Definitivamente, es tiempo de mirar el mercado laboral.
La tríada que hunde: además del análisis de la carrera y el ambiente laboral, existe un análisis que hay que hacer sobre las perspectivas de la compañía donde uno trabaja. En este sentido recomiendo mirar tres aspectos: la estrategia, las finanzas y el liderazgo. ¿Cuándo irse? Cuando esta tríada está enferma. Una “no” estrategia, es decir, una empresa que no tiene claridad de futuro de mediano y largo plazo puede generar confusión dentro de la organización y una falta de orientación y propósito. Finanzas colapsadas son un indicador para estar atento. Por supuesto que algunas empresas pasan por problemas de corto plazo con números en rojo; pero, cuando las finanzas siempre están mal, las pérdidas no se pueden revertir y la única estrategia del negocio es recortar gastos, es un síntoma de enfermedad terminal para esa organización.
Finalmente, un liderazgo poco claro, sin energía que no logra orientar y generar compromiso, o líderes manteca, inertes que no toman decisiones, son semáforos amarillos para cualquier profesional. Cuando las tres dimensiones están mal es momento de partir, sin lugar a dudas, antes que el barco se hunda.
Es muy importante entender el timing de la carrera profesional para saber cuándo cambiar internamente de trabajo y cuándo hay que renunciar e irse por el bien de la propia carrera profesional. Comprometerse con una organización no está mal, al contrario, nos hace pasar mejor el trabajo. Pero comprometerse no significa suicidarnos profesionalmente por una organización. Podremos tener todo el amor del mundo por una compañía, pero los errores de carrera son nuestros y no los corrige ninguna empresa: los platos rotos de la carrera, los pagamos nosotros.