Reforma impositiva: mitos y certezas sobre una baja de la alícuota del IVA
Reactivar la economía por medio de una reducción de la alícuota de este gravamen se presenta como una meta de difícil implementación
- 6 minutos de lectura'
Llevar la alícuota del Impuesto al Valor Agregado (IVA) de la actual alícuota del 21% al 13% o 18% es un reclamo constante; aún cuando se sepa que no se traduciría en una baja total de los precios y hoy se presenta como una meta prácticamente imposible dado el déficit fiscal.
El IVA nació en 1973 en la tercera presidencia de Juan Domingo Perón. Sustituyó a dos gravámenes: el nacional a las ventas y el provincial sobre las actividades lucrativas. Estos se aplicaban en todas las etapas de la producción aumentando los costos.
Su tasa fluctuó de modo constante. Al principio fue de 13%. Después se ubicó en 16% y, entre 1988 y 1992, en el 18%. En abril de 1995, se fijó en 21%, su valor actual. Así, los consumidores abonarían 44% de carga impositiva incluida en el precio final.
“Se podría decir que el impuesto al valor agregado es un tributo a lo que pagás. Es verdad que la gente de menores recursos destina una mayor proporción de sus ingresos al consumo. Pero un IVA bien armado es neutral por ser proporcional a lo que se gasta”, explicó Carlos Pirovano, director del Observatorio de Productividad y Competitividad de la Universidad Caece.
Su diseño contempló siempre tratamiento diferencial sobre los bienes y servicios con más incidencia en la canasta familiar. Por eso se le aplica una alícuota menor a alimentos y bebidas, transporte, servicios de salud y educación, libros, materiales de construcción, entre otros. Esta práctica genera al Estado una erogación tributaria ante lo que no recauda.
En el país, se recauda el IVA en todas las etapas de producción. “En muchos de los países desarrollados se grava una sola etapa de ese proceso: la venta final. Se aplica además un porcentaje menor. Por ejemplo del 7% promedio en Estados Unidos”, comentó Marcelo Rodríguez, CEO de MR Consultores y profesor adjunto de Teoría y Técnica Impositiva de la UBA.
En América Latina, ese gravamen promedia el 15%. La Argentina se ubica en el segundo puesto en la región, solo superado por Uruguay que encabeza la lista con una alícuota del 22 por ciento.
Combate a la evasión
“El IVA junto a los laborales es de los impuestos más evadidos. Ambos determinan gran parte de la economía en negro nacional. Una disminución de sus tasas ayudaría a desestimular su evasión”, recalcó el director de la Ucaece.
En teoría cualquier reducción tributaria sería expansiva. “Lógicamente, el IVA no es la excepción. Es sabido que una reducción impositiva debería generar una mayor base imponible y, por ende, una mayor recaudación”, afirmó Gustavo Lazzari, economista y empresario pyme.
No obstante, la inflación es también uno de los factores contra de la ampliación de la base impositiva . “Con el nivel inflacionario de la Argentina es difícil lograr previsibilidad sobre el impacto de la tasa de imposición. La ciencia tributaria habla de que una disminución de la tasa aumenta la recaudación. Pero no se comprobó en el país. Por lo general, esa baja termina quedándose en alguna parte de la cadena de consumo”, consideró Rodríguez.
Por lo común, los analistas consideran al IVA como un gravamen que no afecta tanto a la economía. “No es ni más ni menos regresivo que Ingresos Brutos o el impuesto al cheque. Incluso, se podría decir que los dos últimos son más nocivos en términos de inversión”, indicó Isidro Guardarucci, economista asociado de la consultora FIEL.
Impacto en la recaudación
El problema principal del valor agregado es su alícuota. “En Argentina no debería ser más de 13%. Nueva Zelanda con uno del 15% recauda alrededor de 15% del PBI. En cambio, Argentina no llega al 6% del producto. Su elevado porcentaje (21%) es difícil de solventar”, agregó Lazzari.
Para algunos economistas, sería beneficiosa su reducción. “No cabe duda que cualquier disminución es positiva. De alguna manera y parafraseando a Alberto (Fernández) sería como poner plata en el bolsillo de la gente”, puntualizó Pirovano.
De acuerdo a esa óptica, eso sucedería por una eventual reducción de los precios. “Es endeble pensar que bajando el IVA se incrementa el consumo. En realidad, no es lo que ocurre normalmente”, señaló Cynthia Moskivits, economista senior de FIEL
Composición interna
La composición de los costos de los alimentos no es lineal respecto a su componente impositivo. En los desagregados de esos valores no existe una participación lineal. Tras perder las PASO, Mauricio Macri eximió el pago del IVA a ciertos productos de la canasta básica. “No surtió efecto porque existía una devaluación del 50%. Son supuestos aplicables en economías con menos distorsiones y más estables”, marcó el profesor de la UBA
Existe, sin embargo, una alternativa para disminuir ese tributo, aunque aplicar esta receta tendría un costo social. “El esquema argentino de valor agregado cuenta con exenciones; por ejemplo, alimentos, gastos de salud o artículos impresos. Si se eliminan estos tratamientos especiales, se podría llevar esta tasa al 18%. Pero se traduciría en una suba del gravamen para productos básicos”, añadió Guardarucci.
Ilusión fiscal
Hablar de reducción fiscal sin pensar en cómo financiar esa quita es caer en la ilusión fiscal de la que hablaba el economista italiano Amilcare Puviani en su célebre tratado Teoría de la ilusión financiera. No se puede ignorar como el Estado sopesaría la disminución del IVA.
“En 2020, la situación tributaria del país arroja más o menos un déficit de 8,55% del producto bruto. El IVA permite recaudar 7% del PBI y 30% de la recaudación total”, apuntó Moskovits de FIEL.
En este punto, se debe analizar la composición del gasto público. “El Estado debe gastar menos. Este déficit se paga con la inflación”, marcó el director de Caece.
Al mismo tiempo, Moskovits recordó que el Estado nacional pesa alrededor del 40% del PBI. “La presión fiscal y la carga estatal son muy altas. El Estado se financia vía impuestos, deuda o emisión monetaria. Hoy el endeudamiento casi no está disponible. Si no se cuestiona ese gasto, no se tiene espacio para recortar impuestos”, acotó.
Esta situación es propia de los Estados cuyos gastos rondan el 50% de su producto. “Entonces, si la decisión es mantener en Argentina, un Estado grande, bajar el IVA es algo más que difícil”, finalizó Guardarucci.