Por qué las grandes firmas son cada vez más grandes
NUEVA YORK.- Las empresas más grandes que se mueven en la economía se alejan de sus pares de manera cada vez más acelerada, absorbiendo la mayor parte de los ingresos, las ganancias y los avances en productividad.
¿Por qué ocurre eso? Los economistas han propuesto muchas explicaciones: el hecho de que los ejecutivos más capaces van a las principales firmas; el desequilibrio que la automatización genera en la productividad; la manía de las fusiones y adquisiciones; la falta de normativa antitrust. Pero ahora, nuevos datos sugieren que el secreto de los Amazon , Google y Facebook del mundo -por no mencionar Walmart, CVS y UPS- es cuánto invierten en su propia tecnología.
Hay distintos tipos de gasto en tecnologías. Durante las primeras décadas de la revolución de las computadoras de escritorio, la mayoría de las compañías podían comprar hardware y software en góndolas. Con el advenimiento de la nube, pasaron a servicios ofrecidos por empresas como Amazon, Google y Microsoft. Es como la diferencia entre un traje a medida y a pedido: estos sistemas pueden ser adecuados, pero no son a medida.
El gasto en tecnologías y la creación de software que es propiedad y de uso exclusivo de una firma es la ventaja competitiva clave. Es algo diferente del concepto tradicional de investigación y desarrollo, según el cual el software es usado solo por la compañía y no es parte de los productos desarrollados para sus clientes.
Los grandes ganadores de hoy se jugaron enteros, dice James Bessen, economista y docente en la carrera de Derecho de la Universidad de Boston, quien recientemente escribió un nuevo trabajo sobre los desafíos de política de la automatización y la inteligencia artificial. Compañías de tecnología como Google, Facebook, Amazon y Apple y otros gigantes como General Motors, Nissan, Pfizer y Roche construyeron su propio software y su propio hardware, inventando y perfeccionando sus procesos, en vez de alinear su modelo de negocios con la idea de algún diseñador externo.
El resultado es nuestra economía moderna. Y el problema es que la desigualdad de ingresos entre firmas es similar a la desigualdad de ingresos entre individuos: unos pocos monopolizan las ganancias, mientras que muchos se quedan cada vez más atrás. ¿Podría darse que eventualmente las mayores firmas no solo resulten dominantes, sino que abarquen todo?
La medida del gasto de las firmas es relevante no solo para EE.UU., sino para 25 países más, dice Sara Calligaris, economista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Cuando se compara a las firmas de mejor desempeño con su competencia hay una brecha en el crecimiento de la productividad que sigue ensanchándose, advierte. El resultado es, si no una economía en la que "el ganador se queda con todo", al menos una en la que "el ganador se queda con la mayor parte".
Esa brecha de productividad se correlaciona con el incremento en el gasto en tecnologías propias, dice Bessen. En 1985, las firmas gastaron en promedio el 7% de su inversión neta (que incluye software, nuevos edificios, I&D) en desarrollos propios, según datos de la Dirección de Análisis Económico. En 2016, alrededor del 24% de la inversión neta de las firmas fue a tecnologías con desarrollo propio.
Este hecho también tiene implicancias para los salarios: el alza en la brecha salarial desde 1978 se atribuye casi completamente a un incremento en las firmas más productivas que se dio mientras la paga en las firmas menos productivas se mantuvo relativamente estable, según la Dirección Nacional de Investigaciones Económicas.
Cuando se desarrollaban nuevas tecnologías en el pasado, se difundían otras firmas lo suficientemente rápido como para que la productividad se elevara en todos los sectores. Samuel Slater, el "padre de la revolución industrial en Estados Unidos", pudo más o menos solo y por su cuenta traer la tecnología pionera del telar mecánico de Inglaterra a EE.UU. al convertirse en aprendiz de un tejedor inglés y memorizar el diseño de sus telares y talleres. Y hace 20 años las firmas podían adoptar el software de edición de escritorio de Adobe o Microsoft Office e instantáneamente provocar una conmoción en firmas grandes que tardaban en adoptar esta nueva tecnología.
Pero es difícil imaginar que, en vez de telares mecánicos, alguien trate de copiar y reproducir la infraestructura de la nube de Google. ¿Qué habría pasado si Excel no hubiera sido un software de venta al público, sino, digamos, una pieza de infraestructura interna de Ernst & Young celosamente custodiada?
Lo que vemos ahora es "una lentificación en lo que llamamos la maquinaria de la difusión", dice Calligaris.
Una explicación de cómo se llegó a esto es que las cosas se han vuelto demasiado complicadas. En el pasado era posible comprar con licencia, robar o copiar la tecnología de otros, pero en estos tiempos esa tecnología no puede separarse de los sistemas de los que es parte.
Por ejemplo, está el motor de inteligencia artificial de Facebook, que desarrolló a un alto costo para su red social y que luego trasladó a Instagram. Snap y Twitter pueden tratar de copiar algunos aspectos, pero no pueden ver lo suficiente por debajo del capó como para clonarla. Walmart construyó un sistema de logística en torno a escáneres de códigos de barra, lo que le permitió superar a rivales más pequeños en el comercio minorista. Nunca vendió esta tecnología a ningún competidor.
Pero gastar dinero en tecnología por sí solo no resuelve la cuestión. "En el comercio minorista, en los 80 Sears era el mayor cliente de IBM", dice Bessen. "Eran grandes inversores en TI, pero fueron incapaces de competir efectivamente con Walmart y sus sistemas". Parte del problema con el enfoque de Sears puede ser que contrató una firma de tecnología externa en vez de hacer el trabajo por sí misma.
Esta ventaja competitiva aparentemente insuperable que surge de la intensidad de las tecnologías informáticas de las compañías grandes puede explicar la manía del presente por las fusiones y adquisiciones, dice Bessen. Puede ser difícil o imposible obtener tecnologías críticas de otra manera.
Y Bessen no cree que la ventaja se deba a diferencias en la normativa, dado que las firmas más grandes se vuelven más productivas en muchos lugares, tanto en EE.UU. como en Europa. Puede explicar de hecho por qué los esfuerzos recientes de la Unión Europea por penalizar a Google y otras compañías de tecnología con enormes multas podrían terminar en la nada.
No está claro cuánto tiempo este fenómeno les llevará a las firmas más grandes de cada sector a crecer más aceleradamente que sus competidores. Pero al ir los gigantes de la tecnología de puntillas hacia el monopolio, vale preguntarse si la tecnología informática moderna tiene incorporada una especie de ley natural que dice que estamos destinados a comprar todos nuestros productos y servicios de solo un puñado de ultragigantes, una vez que terminen de comprar o superar en la competencia a todos los demás.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
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