Por qué la Argentina no tiene crédito
El país no logra generar la confianza suficiente para poder vencer los temores de los potenciales acreedores
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La Argentina necesita reestablecer la confianza y el acceso al crédito para que el plan de estabilización reactive la actividad económica y nuestro país comience a crecer y desarrollarse.
No hay crédito interno porque los argentinos no están dispuestos a seguir financiando mediante impuestos legislados y el impuesto inflacionario un estado ineficiente y corrupto que brinda bienes y servicios públicos de baja calidad.
No hay crédito externo porque el continuo desvío de los empréstitos internacionales para sostener artificialmente el atraso cambiario para ganar elecciones genera la desconfianza extrema de nuestros acreedores, que en gran parte son ahorristas argentinos.
La Argentina no tiene crédito externo por razones más profundas. No hay una política estratégica de relaciones exteriores de largo plazo. Cada gobierno que asume, pega un volantazo sin lectura de los cambios geopolíticos. No somos confiables para el hemisferio occidental democrático liberal o iliberal, pero tampoco para el hemisferio oriental autocrático ni para el eje bolivariano.
¿Cómo ganar credibilidad y reputación si la historia de descrédito nos condena? A continuación, se plantean posibles soluciones complementarias.
Solución 1: La Argentina tiene capacidad de pago. Hoy los precios de nuestros productos exportables se encuentran en niveles similares a los del último superciclo de las commodities. Las exportaciones agroindustriales, pero también la pasada dinámica de las exportaciones de servicios basados en conocimiento, demuestran que hay capacidad de exportación y diversificación de productos para pagar la deuda.
Solución 2: La Argentina debe demostrar que también desea pagar la deuda (“willingness to pay”). A lo largo de dos décadas, el país ha tenido una narrativa esquizofrénica expresando el deseo de “no quiero pagar la deuda” pero “te pago” en el marco del mayor viento de cola del superciclo de las commodities de nuestra historia. Ello nos ha costado muy caro en términos de la carga de intereses sobre el erario público y un riesgo país equivalente al default formal. El nuevo presidente ha expresado el deseo de pagar, lo que, junto con el paquete de emergencia anunciado, ha provocado una baja el riesgo país a la mitad en solo 24 horas, aunque sigue siendo del doble que durante la gestión Macri y el más alto de América Latina, excepto Venezuela.
Solución 3: La Argentina es un país en crisis en fracaso continuo desde la instauración del corporativismo en 1943, al borde de repetir una hiperinflación (único caso en el mundo), que tiene que lograr obtener “credenciales de crédito”. Cuando fracasan los países, se necesita un prestamista internacional de última instancia con interés geopolítico estratégico en la recuperación del país endeudado. La experiencia internacional de la hiperestabilizaciones post guerra resaltan el papel que han tenido las grandes potencias y los organismos multilaterales de crédito en otorgar “credenciales de crédito” para volver confiables a los países en crisis. Alemania, Hungría y Austria contaron con el apoyo de EEUU para salir de las hiperinflaciones posteriores a la primera guerra mundial, así como también el plan de estabilización de Israel de 1985, tras la guerra del Líbano. Los dos únicos planes de estabilización transitoriamente exitosos en la Argentina post mega e hiperinflaciones (sin guerra), el plan Austral y la Convertibilidad, contaron con un préstamo del FMI y el Plan Brady, respectivamente.
Sin embargo, la credibilidad y condicionalidad del FMI, nuestro prestamista de última instancia está dañada por habilitar continuamente rollover de la deuda al gobierno anterior sin cumplir metas fiscales.
La fuente de financiamiento alternativas a las que se recurren para pagar al FMI, impone, además del acuerdo con el organismo, cláusulas opacas y ocultas con claras sospechas de cesión de soberanía y privilegio de importaciones a precio de dumping, que paradojalmente afectan la industria argentina, como en el caso del swap chino.
Remarcar la potencialidad productiva argentina es una condición necesaria. Pero sin macroeconomía estable no hay potencialidad que se efectivice.
La declamación del “deseo de pagar” debe ser intertemporalmente sostenible sea cual sea el signo ideológico de los gobiernos.
La ayuda internacional es ineficaz si no va acompañada de la disciplina fiscal y monetaria que sea sustentable en el tiempo.
Se necesita, una política de relaciones exteriores que priorice los intereses del país por sobre las pasiones ideológicas, cuya estrategia sea consistente con la política de financiamiento de la deuda pública. Esto facilitará el logro de las “credenciales de crédito” a cambio de inversiones y que permita repagarla.
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