Por la pandemia se tuvieron que reinventar y ya facturan millones
El empresario Rigiroli y su socio Denápole, ambos de 34 años, tienen un empresa de catering que no registró casi ingresos el año pasado; aprovecharon sus conocimientos en la industria y lanzaron snacks saborizados de leguminosa, que ya se venden en los supermercados
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Un emprendimiento de suplementos dietarios. Golosinas de arroz. Quioscos inteligentes. Máquinas expendedoras en los subtes porteños. Servicios de catering. Gerardo Rigiroli y Mariano Denápole son dos empresarios argentinos que supieron reinventarse ante cada obstáculo. La pandemia golpeó fuerte su negocio y, contra todos los pronósticos, lanzaron una nueva marca en plena crisis económica. Se trata de un snack de garbanzos saborizados, libre de gluten, que ya se vende en los principales supermercados en el país y con el que proyectan elevar la facturación de su empresa este año a 400 millones de pesos.
“Nos agarró la pandemia y nos empezó a complicar económicamente. La mayoría de nuestros canales de venta estaban cerrados. Los pocos que estaban abiertos eran de compra impulso (quioscos y transportes públicos) por lo que, al no haber movimiento en la calle por la cuarentena, nos colocó en una delicada situación. Las ventas se derrumbaron y esto llevo nuestras finanzas por debajo del punto de equilibrio. Nos estábamos comiendo ahorros para pagar sueldos y gastos. Estuvimos varios meses pensando en la mejor manera de salir adelante”, cuenta Rigiroli.
Con su socio Denápole, a quien conocía del colegio desde los once años, crearon la marca Nutrizione. El suplemento dietario desarrollado en 2009, cuando ambos tenía 23 años, fue su primera incursión emprendedora. Ambos resaltan los aprendizajes de ese proyecto y destacan que se complementan muy bien como equipo. Rigiroli, de personalidad introvertida, recuerda que el emprendimiento lo ayudó a crecer no solo profesionalmente, sino también a nivel personal. Denápole, a su vez, es más extrovertido.
En 2012 al ver el potencial de las golosinas de arroz, montaron desde cero una fábrica para poder hacer alfajores y fundaron Nutrivita SA. Sellaron un acuerdo con Arcor para que los distribuyera- tras tocarle literalmente la puerta a Luis Pagani, dueño del grupo empresario- y empezaron así a adentrarse en el mundo de la industria.
Cuando se empezó a levantar de a poco la cuarentena necesitábamos un plan de acción urgente para remontar lo perdido porque no llegábamos a fin de año.
La inversión inicial fue de un millón de dólares. La familia y amigos los ayudaron para juntar los fondos. El contrato con Arcor fue inicialmente de tres años, aunque luego se prolongó. Rigiroli y Denápole llegaron a contar con un equipo de trabajo de 50 personas para atender una demanda creciente. Por diferencias comerciales y la búsqueda de un nuevo proyecto, el convenio finalizó.
En 2016 los dos socios fundaron NV Catering, cuya facturación creció año a año. La empresa trabaja con colegios y lógicamente también presta servicios gastronómicos en eventos empresariales. Por la pandemia, de abril a diciembre del año pasado, los ingresos se redujeron a prácticamente cero. A eso se le sumó que su nueva línea de alfajores y barras, Tasty Crunch, se vende sobre todo en quioscos, por lo que la cuarentena del año pasado, al haber mucho menor movimiento en las calles, también complicó la situación financiera de la compañía.
“Cuando se empezó a levantar de a poco la cuarentena necesitábamos un plan de acción urgente para remontar lo perdido porque no llegábamos a fin de año. Teníamos que lanzar algo nuevo, algo que se pudiese vender fuerte en los canales de venta en los que normalmente no operábamos, como las dietéticas y los supermercados”, explica Rigiroli.
Al analizar cuál era el segmento de mayor crecimiento, decidió apostar con Denápole por un producto nuevo que no tuviese competencia directa. Así nació Fitbeans. “Después de muchas pruebas y búsquedas de proveedores logramos sacar un producto muy rico con las características que queríamos. Los snacks de garbanzos que ofrecemos son veganos, libres de gluten, hiperproteicos y bajos en calorías”, detalla Rigiroli.
Según cuenta cuando tenían todo listo, empezaron una preventa y la mayoría de los clientes consideraba que no era el momento de probar productos nuevos. “Pensaban que estábamos locos lanzando algo en este momento y que no iba a tener éxito”, dice y sonríe. El producto fue lanzado sin presupuesto para el marketing. Lograron en dos semanas vender la primera producción. El primer mes vendieron 500 mil pesos, el segundo lo duplicaron, y hoy ya facturan 25 millones por mes y la idea es duplicar esos ingresos. Los garbanzos tostados saborizados se ofrecen en tres gustos distintos: queso, jamón ahumado, y naturales.
Denápole y Rigiroli recalcan que el equipo de trabajo que se armó es lo que permitió aguantar las crisis y reinventarse. “O te fortalacés o te derrumbás. En nuestro caso, nos respaldamos mutuamente y, si bien puede haber alguna diferencia por alguna toma de decisión particular, no es más que eso y nos respetamos siempre”, dicen. Hay otros dos miembros del equipo, Juan Manuel Chavez y Matías Gamio, que son también amigos del colegio y los que consideran como socios vitalacios. “Son una de las claves para que hayamos podemos superar las crisis. Más allá del rol de cada uno, las ideas surgen entre todos”, expresan.
Pero no son solo ellos sino cada uno de los que forma parte de la empresa, dicen. “Cuando alquilamos la primer fábrica en Pilar había un sereno, Hugo, que trabaja ahí hace varios años. Lo sumamos al equipo y es fundamental ahora para la empresa. Tener buena gente es los que nos permite conseguir cosas”, dice Rigiroli.
Un camino con obstáculos
“La Argentina, no lo entenderías”, bromea Rigiroli, al recordar algunos de los mayores obstáculos que le tocaron sobrepasar desde su primer emprendimiento, hace doce años, como las trabas a las importaciones, los trámites burocráticos, la devaluación y la inflación. Al instante aclara que es solo un chiste y dice que Argentina tiene mucho potencial y que se pueden hacer cosas para que el país crezca, y por eso sigue invirtiendo en el país.
Hubo noches en las que nos podía dormir. “La perseverancia y la creatividad son la clave de todo”, dice. Recuerda, por ejemplo, cómo fueron sus primeros pasos al instalar la fábrica en Pilar para hacer alfajores de arroz. Los problemas con una máquina prototipo que habían mandado a hacer localmente llegaron a poner en jaque todo el proyecto y demoraron el lanzamiento de los productos, pero finalmente lograron alquilar una máquina similar.
“Pese a las dificultades, el lanzamiento fue exitoso, y nos permitió al año tener suficiente capital para comprar nuevos equipos para remplazar los disfuncionales y dejar de alquilar los otros. Pero tuvimos fuertes problemas para importar, producto el cepo al dólar y a las importaciones que corría en el año 2014. Mientras tanto teníamos que alquilar la máquina que nos costaba cerca de 11 mil dólares por mes. Era un delirio”, expresa. Tras ir a golpear todos los días la puerta a la secretaría de Comercio, finalmente lograron conseguir seis meses después la autorización para hacerse del equipo que necesitaban.
Rigiroli y Denápole también encararon proyectos de retail: drugstores con descuentos: Smarket y máquinas expendedoras en los subtes Target Point. “El primero lo lanzamos en dos locaciones de alto tránsito de Retiro y San Nicolás, pero el costo de locación no lo hico del todo redituable y en el segundo las trabas burocráticas nos impidieron llevarlo a cabo”, dicen.
Algunos de los mejores proyectos surgen cuando más dificultades hay. El éxito es insistir.
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