Otro 8M: una nueva oportunidad
El día de la mujer es un buen momento para repensar las desigualdades en el mundo del trabajo
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El próximo lunes se conmemora como cada año el día mundial de la mujer. Las conquistas en el ambiente corporativo, relativas a los roles a los que las mujeres accedemos, nuestras responsabilidades y posiciones de liderazgo son auspiciosas, pero aún lentas e insuficientes. Pensar que esto es un tema “de las mujeres” es desconocer cómo la innovación, productividad y los resultados financieros son siempre mejores cuando las culturas impulsan y tienen en su forma de ser empresa a la equidad como bandera. Les propongo que usemos esta fecha en el calendario como excusa para parar un rato y dedicarle un tiempo de exclusividad a aprender, entender, desaprender y actuar para ser parte de ambientes más justos.
Entre otras cosas, este 8 de marzo tenemos una nueva oportunidad par evitar lugares comunes que son más bien cosméticos que de fondo. Por ejemplo, todas las charlas a las que me invitaron a participar o a escuchar eran para “las mujeres de la empresa”, como si un ecosistema más sano, inclusivo y equilibrado no fuera un trabajo de todos. Sin un abordaje amplio y de fondo, una charla “inspiracional de mujeres exitosas”, puede hacer más daño que otra cosa, en lo que a estereotipos se refiere.
Desde Bridge The Gap, consultora especializada en género, inclusión y diversidad recomiendan tener en cuenta las necesidades verdaderas de las mujeres de la compañía a la hora de agasajarlas. No hacer regalos superfluos, sobre todo los llamados “femeninos”, porque siguen reforzando estereotipos. ¿Querés hacer un regalo de todos modos? Regalá tiempo, por ejemplo: “Por la pobreza de tiempo y la desigualdad estructural que hay, sobre todo para las cuidadoras, vamos a estar dando horas de tiempo a todas las personas que trabajan en Bridge para que trabajen menos. Recordemos que a partir de la crisis por la pandemia del Covid-19 los indicadores de inserción laboral de las mujeres han retrocedido una década y muchas han reducido su carga horaria o bien renunciado a sus trabajos a causa de las tareas domésticas y de cuidado”, cuenta Cintia González Oviedo, directora de la consultora.
También es una nueva oportunidad para dejar de repetir falsas creencias como que hay un cerebro de mujer y otro de hombre. Estas últimas semanas me crucé con dos invitaciones a escuchar sobre estas supuestas diferencias, mientras que no existe evidencia científica al respecto. “A lo largo de la historia, y dado que existen diferencias físicas en el tamaño del cuerpo de hombres y mujeres se creía que había diferencias entre los cerebros de ambos y en sus capacidades cognitivas, El principal meta análisis llevado a cabo por Hyde en 1990, encontró muchas más diferencias intra grupo que entre ambos grupos, es decir que el género no era un predictor de mayor o menor habilidad o diferencias entre hombres y mujeres”, explica Ailín Tomio, especialista en ciencias del comportamiento.
También se encontró en el meta análisis que los resultados dependían del género de los investigadores. Cuando eran hombres se acentuaban las diferencias, cuando las investigadoras eran mujeres no se encontraban tales, demostrando aquí también el sesgo que hay dentro de la ciencia al analizar sus investigaciones. “A nivel cultural, sí hay diferencias entre, por ejemplo, los roles que suelen ocupar las mujeres o la elección de ciertas carreras, pero lo que hay detrás son años de imposiciones culturales que nos fueron separando en base a prejuicios”, dice Tomio.
La maternidad es aún un fuerte indicador de desigualdad laboral. El estudio recientemente publicado “Brechas de género en la informalidad laboral: el efecto de la maternidad”, conducido por la economista Inés Berniell, del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), junto a otras cuatro investigadoras con foco en el país de Chile, concluye que la maternidad implica una fuerte disminución del empleo, las horas de trabajo y los ingresos laborales, mientras que los resultados de los padres no se ven afectados, la informalidad laboral femenina aumenta un 38% después del nacimiento del primer hijo, lo que amplía enormemente la brecha de género en la informalidad y que todos estos efectos de la maternidad son mayores entre las mujeres menos educadas.
El lunes tenemos una nueva oportunidad para revisar nuestras creencias, ponerlas a prueba y animarnos a modificar las que sean necesarias. Para dejar de ser espectadores de un suelo desequilibrado y ser protagonistas de ambientes más justos a través del trabajo por la igualdad de derechos y oportunidades.ß